Tengo mucho que agradecer a Dios. La Christian Science entró en nuestro hogar cuando yo tenía seis años de edad. Durante los últimos quince años he tenido numerosas pruebas de cómo el poder de la Verdad cambia, renueva y vigoriza la existencia, tanto en mi vida como en la de los que me rodean.
A temprana edad se me enseñó a escuchar con atención todos los días la lectura de una parte de la Lección Bíblica, y después a leer yo misma una sección cada día. Gradualmente me interesó tanto que hoy día estudio la lección entera todas las mañanas antes de levantarme, y experimento mucha felicidad e inspiración durante estos momentos de tranquilidad. Me siento muy agradecida de haber tenido el valor moral de seguir haciendo esto no importa adonde ni con quien estuviere.
Comencé a asistir a la escuela dominical un año después que la Christian Science entró en nuestro hogar, y jamás podré agradecer lo suficiente la ayuda e instrucción que allí recibí. Cuando sólo tenía doce años de edad me afilié a La Iglesia Madre, y al adherirme a sus reglas, he sido protegida de caer en la tentación de fumar y de beber. Cuando se me presentaba esta tentación, ya sea por no disputar o por el deseo de ganar popularidad, siempre pensaba: “He dado mi palabra de abstenerme”, y cada vez he salido fortalecida por haber sido fiel a mi convicción de que a los miembros de La Iglesia Madre se les exige ser puros y firmes. Me da mucha alegría servir en todo lo que puedo a Dios y a nuestra gran Causa.
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