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[Testimonio original en alemán]

Hace unos veinticinco años que la Christian Science...

Del número de abril de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos veinticinco años que la Christian Science llegó a interesarme a causa de una enfermedad muy grave que yo padecía. Siempre había sido muy enfermiza. Un mal crónico del abdomen y además una enfermedad del corazón, muchas veces me obligaban a guardar cama durante semanas enteras. Otra enfermedad que me atacaba muy a menudo, causándome mucho temor, era la erisipela. Cuando por añadidura sufrí un ataque de flebitis y una inflamación de la rodilla, que me hicieron pasar cinco meses en cama con grandes dolores, una cuñada mía me habló de la Christian Science. Me dió unos cuantos ejemplares del Heraldo de la Chrsitian Science (Edición alemana), recomendándome que los leyera. Durante ocho días los estuve leyendo y me pareció que ahí estaba la verdad, pero que yo no la podía entender. Luego cuando leí un artículo que decía: “Dios es Tu vida y tu fortaleza”, acudí a Dios, pidiéndole que me diera la capacidad para entender estas enseñanzas, y al punto la recibí.

En ese mismo momento me levanté de la cama y me vestí, aferrándome a lo que había podido comprender, y una hora después estaba completamente sana. Fué así que, aplicando los pocos conocimientos que poseía, vencí la erisipela tan temida. Las otras enfermedades también desaparecieron para más nunca volver.

En ese tiempo, a fin de asistir a los cultos de nuestra iglesia, yo tenía que hacer un viaje a pie de unas cinco horas. Me había encontrado con una buena amiga, una verdadera Científica Cristiana. Para nosotros no era solamente un deber asistir a los cultos con regularidad, sino también una necesidad y una gran alegría. Nos dábamos perfecta cuenta de que cada culto a que asistíamos nos llevaba un paso más cerca al entendimiento espiritual.

Para llegar a la iglesia teníamos que atravesar un bosque y unos caminos muy solitarios, pero el provecho que sacábamos de los bellos cultos nos protegía del temor, y nos sentíamos bien resguardadas en la presencia de Dios y bajo Su protección.

Cierto miércoles por la noche, al emprender el camino de regreso, oímos voces muy rudas. Antes de que penetrásemos en el bosque, un agente de policía se nos acercó y nos aconsejó que no entráramos en él, diciéndonos que había ahí una pandilla de gente mala. Le contestamos que nuestras familias se pondrían muy inquietas si no regresásemos en seguida y que estábamos decididas a seguir nuestro camino. Tan pronto como nos alejamos del agente de policía, yo le dije a mi amiga: “Quizá esa sea una advertencia de Dios para que no sigamos”, pero ella respondió: “Sigamos adelante; debemos volver a casa. El Amor divino nos protege.”

Así es que seguimos adelante, pero antes de penetrar en el bosque las dos repetimos “la declaración científica del ser” (Ciencia y Salud, por Mrs. Eddy, pág. 468), hasta que pudimos percibir que el ser verdadero del hombre es bueno. La noche era muy obscura y apenas podíamos ver el camino. Nos pusimos a cantar uno de nuestros bellos himnos. Cuando terminamos de cantar oímos unos murmullos muy cerca de nosotros, lo cual nos indicaba que los hombres estaban muy próximos. De nuevo comenzamos a cantar el hermoso himno número 164, del himnario alemán, que dice como sigue:

“Todo por Dios se ha creado
en El confiad, pues es Tu padre.”

Seguimos nuestro camino por el bosque sin ser molestadas, protegidas, sin duda alguna, por la presencia de Dios.

En esa misma época tuve otra experiencia por la que me siento muy agradecida hacia Dios por Su ayuda constante. Bien puedo decir, en las palabras bíblicas: “¡Bendice ... a Jehová, y no te olvides jamás de todos sus beneficios!” Viéndome en la necesidad de hacer una compra muy importante, lo que resultaba muy difícil puesto que carecía de fondos suficientes, me puse a reflexionar como sigue: Pero si tienes un Padre celestial muy rico; a El debes dirigir tu petición. Así lo hice con una confianza absoluta. Tomé el salmo veintitrés como guía, y todos los días repetía con firmeza estas palabras: “Jehová es mi pastor: nada me faltará.” Dos semanas antes del día fijado para hacer la compra recibí inesperadamente una carta de una casa comercial donde mi esposo difunto había trabajado dos años atrás. La carta decía que la empresa deseaba reconocer una vez más los fieles servicios prestados por mi esposo mientras se encontraba en su empleo. La suma enviada cubría por completo el importe de la compra que yo tenía que hacer. Jamás encontraré las palabras para expresar la gratitud que sentí en ese momento.

Esta experiencia me ayudó a comprender que Dios suple todas nuestras necesidades; que El es el Amor todopoderoso, que nos ayuda en cualquier circunstancia en que nos encontremos si confiamos en El.

Vivo muy agradecida por haberme sido posible tomar un curso de instrucción en una clase autorizada de la Christian Science. Las bendiciones que recibimos cuando aplicamos la verdad siempre despiertan en mí un sentimiento de profunda gratitud hacia nuestra Guía, Mrs. Eddy, por habernos enseñado lo que Dios es y lo que El hace por el hombre. Ella escudriñó a fondo las enseñanzas de Jesús y descubrió el poder que animaba sus obras, de manera que ahora nos es posible comprender las siguientes palabras del Maestro: “El que creyere en mí, las obras que yo hago, él las hará también.”—

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