El primer capítulo del libro del Génesis y los primeros cinco versículos del segundo, demuestran que la creación consiste en el eterno desarrollo de ideas espirituales. Es, en efecto, el resultado natural del mandato de Dios que dice: “Haya luz”, en otras palabras: Deja que el resultado del entendimiento iluminado se revele. El primer relato bíblico del error, o el mal, descubre que su naturaleza básica es nebulosa y confusa, pues ahí leemos (Gén., 2:6): “Mas una neblina subía de la tierra, que regaba toda la faz del suelo.” Esta declaración señala el comienzo del segundo relato de la creación, o sea el falso, en donde el mal aparece e intenta establecer la falsa pretensión de que es tan real, y por consiguiente tan conferido y conocido por Dios, como el bien. En tanto que esta mentira logre mantener su falsa identidad, su pretensión de ser tan real como la Verdad, la Vida y el Amor, seguirá produciendo sus frutos: el pecado, la enfermedad y la muerte.
El segundo relato es una narración de la falsedad. La falsa pretensión del mal, poco despues de haberse presentado, procura atrincherarse con la afirmación de que es coigual en todo sentido con el bien, por formar parte de un mismo árbol, él de la sabiduría. Sólo el entendimiento espiritual puede denunciar esta mentira. Es solamente la luz espiritual la que puede disipar las tinieblas; la pureza la que puede denunciar el pecado; la salud sobreponerse a la enfermedad; la abundancia anular la escasez; la acción correcta vencer la acción excesiva, la inacción, o la reacción; y la paz acabar con las guerras.
En su presentación tan iluminadora del relato bíblico acerca del error, Mary Baker Eddy dice (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 532): “Aun cuando presenta lo opuesto exacto de la Verdad, la mentira pretende ser verdad. Las creaciones de al materia provienen de una neblina o pretensión falsa, o de una nebulosidad, y no del firmamento, o sea el entendimiento, que Dios erige entre lo verdadero y lo falso.”
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