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Disipando la neblina

Del número de abril de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El primer capítulo del libro del Génesis y los primeros cinco versículos del segundo, demuestran que la creación consiste en el eterno desarrollo de ideas espirituales. Es, en efecto, el resultado natural del mandato de Dios que dice: “Haya luz”, en otras palabras: Deja que el resultado del entendimiento iluminado se revele. El primer relato bíblico del error, o el mal, descubre que su naturaleza básica es nebulosa y confusa, pues ahí leemos (Gén., 2:6): “Mas una neblina subía de la tierra, que regaba toda la faz del suelo.” Esta declaración señala el comienzo del segundo relato de la creación, o sea el falso, en donde el mal aparece e intenta establecer la falsa pretensión de que es tan real, y por consiguiente tan conferido y conocido por Dios, como el bien. En tanto que esta mentira logre mantener su falsa identidad, su pretensión de ser tan real como la Verdad, la Vida y el Amor, seguirá produciendo sus frutos: el pecado, la enfermedad y la muerte.

El segundo relato es una narración de la falsedad. La falsa pretensión del mal, poco despues de haberse presentado, procura atrincherarse con la afirmación de que es coigual en todo sentido con el bien, por formar parte de un mismo árbol, él de la sabiduría. Sólo el entendimiento espiritual puede denunciar esta mentira. Es solamente la luz espiritual la que puede disipar las tinieblas; la pureza la que puede denunciar el pecado; la salud sobreponerse a la enfermedad; la abundancia anular la escasez; la acción correcta vencer la acción excesiva, la inacción, o la reacción; y la paz acabar con las guerras.

En su presentación tan iluminadora del relato bíblico acerca del error, Mary Baker Eddy dice (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 532): “Aun cuando presenta lo opuesto exacto de la Verdad, la mentira pretende ser verdad. Las creaciones de al materia provienen de una neblina o pretensión falsa, o de una nebulosidad, y no del firmamento, o sea el entendimiento, que Dios erige entre lo verdadero y lo falso.”

La neblina, o pretensión falsa, en que se basa el segundo relato de la creación, es el opuesto ilusorio de la creación espiritual a que se refiere el primer capítulo del Génesis. Es la pretensión que afirma que lo incierto es verdad, que el mal es tan real, y por consiguiente tan poderoso y eterno, como el bien. Es de esta ilusión que surgen las guerras, el hambre, la pestilencia, las crisis económicas, la escasez, la enfermedad y la muerte.

Es el entendimiento espiritual, es decir, el entendimiento que se basa en la premisa absoluta de que Dios es Todo y el Unico, lo que disipa la nebulosidad o falsedad. El misterio deja de ser misterioso cuando la ilusión que éste esconde se disipa. La Biblia está llena de ralatos muy vívidos que demuestran cómo la luz espiritual disipa la obscuridad y cómo el entendimiento espiritual anula las creencias. La emancipación de los israelitas, las obras de Elías y de Daniel, y las incomparables demostraciones del Maestro, no ofrecen más que cuatro de muchos ejemplos de cómo las neblinas del sentido material fueron disipadas por el sentido espiritual.

Hoy, como antaño, el misterio es disipado por el entendimiento iluminado, el mismo que empleó Jesús y los profetas. Pero hoy, como en aquellos tiempos, el pensamiento tiene que estar libre de la indolencia, la apatía y la pereza, a fin de poder imbuirse del espíritu de Cristo. Al relatar la transfiguración de Jesús, Lucas dijo que Pedro, Juan y Santiago “estaban cargados de sueño; mas habiendo sacudido el sueño, vieron su gloria [la gloria del Maestro]” (Lucas, 9:32). Sólo cuando los tres discípulos despertaron a reconocer los hechos verdaderos de la existencia pudieron percibir la naturaleza espiritual del hombre, su inherente perfección, su semejanza a Dios. Sólo cuando se perciben las realidades del ser es posible anular el pecado, la enfermedad y la muerte.

Esta somnolencia o torpeza, que obscurece la luz del entendimiento espiritual, es la hipnosis, nombre corrientemente dado al magnetismo animal o el mesmerismo. Es la mismísima nebulosidad antigua, o pretensión falsa, que acompañaba la creencia en un concepto erróneo de la creación.

La Christian Science enseña a sus adeptos cómo descubrir y habérselas con el hipnotismo; es decir, como disipar las neblinas que traen la enfermedad, la escasez y las contiendas en general. En los escritos de Mrs. Eddy hay muchos pasajes que demuestran la naturaleza falsa del mal, cómo opera y cómo tenemos que tratarlo. Uno de estos provechosos pasajes aparece en la página 103 de nuestro libro de texto, con un encabezamiento marginal que dice: “Definición del error.” Aquí nuestra Guía escribe: “Tal como se emplea en la Christian Science, la expresión magnetismo animal o hipnotismo es el término específico para el error, o la mente mortal. Representa la creencia errónea de que la mente está dentro de la materia, y que es tanto buena como mala; que el mal es tan real como el bien y más poderoso. Esta creencia no tiene ni una sola cualidad de la Verdad. Es o ignorante o maliciosa.” Podemos meditar con provecho y con una sensación de seguridad sobre la promesa alentadora con que Mrs. Eddy finaliza el mismo párrafo: “Las verdades de la Mente inmortal sostienen al hombre, y aniquilan las fábulas de la mente mortal, cuyas pretensiones llamativas e insubstanciales, cual tontas polillas, queman sus propias alas y caen al polvo.”

Conforme reconozcamos estas “verdades de la Mente inmortal”, ellas nos han de sostener, dondequiera que estemos, disipando las neblinas del sentido mortal. Bien sea en el campo, en la fábrica, en el hogar, en las conferencias sobre la paz o junto al lecho del enfermo, la Verdad está por siempre presente y es siempre eficaz, estando al alcance inmediato de todo aquel que se disponga a desechar la sugestión hipnótica de que el mal es o puede ser tan real como el bien. Por medio del entendimiento espiritual, la falsa pretensión queda anulada.

El mal carece en absoluto de entidad, pues lo único que existe es el bien. Por tanto, el mal no es causa y no puede tener efecto alguno. Dios está siempre presente, es la única causa, y no puede haber más que un efecto.

El hombre no es mortal. El es la imagen y semejanza de Dios, y por consiguiente su existencia no está sujeta a ninguna fase de la mortalidad, la que no es más que un sueño, ilusión, mentira. El universo, tal como Dios lo creó, no es material. El estado natural del hombre es un estado de salud y armonía, pues el hombre es la idea o expresión de la Mente divina. El hombre está consciente de la acción coordinada de todas las ideas correctas, y es libre, puro y fuerte.

La Christian Science disipa la sugestión hipnótica de que el mal es tan real como el bien. De ahí que podemos proclamar con confianza y júbilo las palabras inspiradas que aparecen en uno de los poemas de nuestra Guía (Himnario, N.° 160):

“¡ Sentidos ciegos, idos ya !
pues bueno es Dios;
y al conocerle, la verdad
vence el temor.”

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