Ofrezco este testimonio para expresar la gratitud que siento hacia Dios por toda la dicha que me ha proporcionado la Christian Science.
Cuando esta Ciencia se me presentó por primera vez yo tenía unos setenta años de edad y me hallaba en condiciones desesperadas. Había pasado cerca de cinco semanas recluído en cama padeciendo de un tercer ataque de flebitis y se me había dicho que podría esperar otros más. Este último ataque me dejó con una postración nerviosa tan grave que no podía escribir ni sostener el periódico para leerlo. También tenía unas várices en la pierna izquierda que se me extendían más arriba de la rodilla, lo que me imposibilitaba caminar mucho más de cuadra y media. El médico que me asistía no daba esperanza alguna de poder curarme.
Dos años antes mi esposa y mi hijo mayor habían fallecido. Además había perdido todos mis haberes, no disponiendo de entrada alguna. Tenía la impresión de que mis días de actividad se habían acabado, y había perdido toda esperanza.
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