Ofrezco este testimonio para expresar la gratitud que siento hacia Dios por toda la dicha que me ha proporcionado la Christian Science.
Cuando esta Ciencia se me presentó por primera vez yo tenía unos setenta años de edad y me hallaba en condiciones desesperadas. Había pasado cerca de cinco semanas recluído en cama padeciendo de un tercer ataque de flebitis y se me había dicho que podría esperar otros más. Este último ataque me dejó con una postración nerviosa tan grave que no podía escribir ni sostener el periódico para leerlo. También tenía unas várices en la pierna izquierda que se me extendían más arriba de la rodilla, lo que me imposibilitaba caminar mucho más de cuadra y media. El médico que me asistía no daba esperanza alguna de poder curarme.
Dos años antes mi esposa y mi hijo mayor habían fallecido. Además había perdido todos mis haberes, no disponiendo de entrada alguna. Tenía la impresión de que mis días de actividad se habían acabado, y había perdido toda esperanza.
Fué entonces que un antiguo amigo mío me contó que cuando su madre tenía unos sesen-tidos años de edad había padecido de diabetes, y que los médicos le dijeron que no le quedaban más que unas cuantas semanas de vida. Sin embargo fué curada de un todo por la Christian Science y disfrutó de una vida sana y activa durante muchos años. Mi amigo me convenció que debiera consultar un practicista de la Christian Science. Así lo hice, y después de algunos tratamientos se produjo un cambio radical en mi salud. Un día, para gran sorpresa mía, encontré que las várices habían desaparecido; más tarde fui sanado de la postración nerviosa y no he vuelto a padecer de estas dolencias. Los ataques de flebitis también cesaron. Estaba completamente sano.
Después de esto experimenté siete años de buena salud, fuerza y actividad y mejoradas condiciones financieras. Esta maravillosa cura despertó en mí un deseo de averiguar cómo se realizaban tales curas. Pasé muchas horas en las salas de lectura de la Christian Science estudiando y leyendo los periódicos y testimonios. Acudí a los cultos dominicales, a las reuniones de los miércoles y a muchas conferencias. Durante esta época tuve otras curaciones, aunque no tomé medicinas ni consulté médicos. Me convencí de que nada es imposible para Dios cuando se acude a El de una manera científica.
Una vez durante el mes de noviembre sufrí un ataque de artritis que me obligó a permanecer en casa. Mi estado se agravó en tal forma que para fin de año estaba sufriendo en demasía y me encontraba imposibilitado. El practicista que me estaba ayudando me hizo comprender que durante los siete años anteriores yo había estado tratando de “obtener algo”, pero que no me había esforzado por dar o servir. No me había afiliado a la iglesia, ni había tratado de prestarle servicio alguno. Con su ayuda consagrada, experimenté un cambio completo en mi manera de pensar, el cual reportó una mejora inmediata. A los setenta días pude reanudar mi trabajo, completamente recuperado, sin que jamás haya vuelto a padecer aquella dolencia.
Hoy día soy miembro de La Iglesia Madre y de una de sus filiales, en cuyas actividades he participado con gran placer. Me siento en todo sentido al menos diez años más joven de lo que me sentía aquel día cuando la Christian Science me fué presentada por primera vez.— Chicago, Illinois, E. U. A.
