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Destruyendo las cadenas

Del número de abril de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La historia de los tres hebreos que rehusaron adorar la imagen que hizo levantar Nabucodonosor, constituye un notable ejemplo de la fidelidad y su galardón. El relato expone llanamente que Sadrac, Mesac y Abed-nego “fueron atados ... con sus calzas, sus túnicas, sus mantos y sus demás vestidos, y fueron echados en medio del horno ardiendo en fuego”, y que “cayeron atados en medio del horno ardiendo en fuego” (Dan., 3:21, 23). Entonces continúa diciendo que el rey Nabucodonosor quedó asombrado y dijo: “¡Yo veo cuatro hombres, sueltos, paseándose en medio del fuego; y ningún daño han padecido; y el parecer del cuarto es semejante al Hijo de Dios!” (Según la versión inglesa.)

Entre las muchas definiciones espirituales que Mary Baker Eddy da en el Glosario del libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, encontramos la siguiente (pág. 594): “Hijo. El Hijo de Dios, el Mesías o Cristo.” En otra parte de la misma obra (pág. 333) leemos: “La imagen divina, idea, o Cristo, era, es y por siempre será inseparable del Principio divino, Dios.” Luego, era la idea del Cristo, coeterna con Dios e inseparable de El, lo que aparentemente se hizo visible para Nabucodonosor, y que estaba presente para proteger y salvar a los tres hombres tan injustamente condenados. Los tres cautivos hebreos lograron libertarse, acudiendo a Dios y obedeciéndole de acuerdo con su más alto concepto de la obediencia.

Yo había leído esta tan amada historia bíblica muchas veces antes de preguntarme: Y ¿qué se hizo de las cadenas? Sin duda los cautivos habían sido fuertemente atados, pues el rey había dado órdenes “a ciertos hombres, de los más poderosos de su ejército” de que así se hiciera (vers.° 20). Cabe entonces deducir que las ataduras fueron destruídas por el fuego; sin embargo el relato pone claramente de manifiesto que cuando los tres hebreos salieron del fuego, obedeciendo el mandato del rey, gran cantidad de personas contemplaron a “esos hombres sobre cuyos cuerpos el fuego no tuvo poder, ni un cabello de su cabeza se había chamuscado, ni sus ropas habían mudado de apariencia, ni olor de fuego había pasado por ellos.” ¿No es cierto que en cada prueba de fuego que experimentamos, lo único que se destruye son las cadenas? La realidad nunca se puede consumir.

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