Ante el inaudito trastorno mental que parece estar produciéndose hoy en la consciencia humana, será evidente para todo pensador que estamos en medio de una catálisis moral. Las infelices y complicadas condiciones por las cuales atraviesa la humanidad están obligando a los hombres a tornarse en busca de ayuda, no meramente de palabra sino de hecho, hacia un poder más grande que el que ofrece el sentido personal del yo. Esto, necesariamente, está afectando el pensamiento religioso en el mundo por doquier. Se comienza a percibir que los credos y dogmas no pueden servir de base para la comprensión y la fe iluminada. Salta pues a la vista que la mera creencia en Dios no está solucionando los problemas de la humanidad ni nunca lo hará, y el ateísmo tampoco los solucionará.
Hoy en día los hombres meditan profundamente. La razón y la lógica están destruyendo el misticismo y las dogmáticas y sobrenaturales creencias que han sido las características de la religión durante muchos años. Existen pruebas patentes de que hay muchos que no solamente están esforzándose por adquirir un concepto de Dios que les satisfaga pero que además están haciendo sinceros esfuerzos por comprenderse a sí mismos y descubrir la verdadera naturaleza del hombre. Es alentador reconocer que la búsqueda de Dios que está efectuándose por el mundo entero, forzosamente estimula el desarrollo de las ideas espirituales que revelan a Dios.
En tal encuesta la Christian Science El nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la “Ciencia Cristiana”. ofrece a todos los buscadores de la luz una enseñanza lógica y razonable que se basa sobre una comprensión práctica y en la obediencia al Primer Mandamiento del Decálogo (Ex., 20:3): “No tendrás otros dioses delante de mí.” La Christian Science, sin embargo, no acepta el monoteísmo únicamente en teoría. La unidad y totalidad de Dios, según la Christian Science, es un potente hecho espiritual que debe comprenderse y ejemplificarse en cada detalle de la vida humana. Nuestra obediencia a este mandamiento influye sobre nuestras vidas a cada paso. Se relaciona directamente con nuestra salud, con nuestros asuntos personales, con nuestros negocios y con los sucesos mundiales. El estudio de esta Ciencia no sólo despierta al discípulo a una comprensión de la unidad del ser, sino que le despierta además a que reconozca las múltiples sugestiones de dualidad, que, al ser aceptadas, violan el Primer Mandamiento.
Cuando el patriarca Abraham salió de Ur de los Caldeos, se apartó de los dioses de los paganos. Abandonó las supersticiones de la astrología, del espiritismo y la adoración de la naturaleza, y se convirtió, tal como lo indican las Escrituras, en el primer sacerdote y profeta conocido del verdadero monoteísmo. La Biblia también relata (Gén., 17:1): “Jehová apareció a Abram, y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto.” En este versículo hallamos la primera declaración acerca de la unidad del ser, el gran YO SOY, el solo Dios, proclamándose como el Todopoderoso e indicando que al obedecer y reconocer al único Dios, el hombre puede y debe demostrar la perfección. Abraham percibió, hasta cierto punto, que la norma del pensar correcto es la perfección de Dios, y por tanto la perfección del hombre creado a Su imagen. Es obvio que el relato de este episodio no significa que una deidad personal estuviera hablando a un ser humano llamado Abraham, sino más bien que el patriarca, apartándose de la adoración materialista, estaba despertando mentalmente a una gran verdad espiritual. Percibió que la causa y el creador de todo lo existente son uno — el solo Dios. Aquí tenemos el ejemplo de un individuo que comienza a pensar espiritual- mente y que de ese modo adquiere una cierta percepción de la verdad del ser.
Más tarde Moisés, ese gran guía de los hijos de Israel, también tuvo la revelación de la totalidad y unidad de Dios. Al guiar a su pueblo, apartándolo del cautiverio egipcio, de la esclavitud física y mental, expuso lo que a través de los siglos se conoce como la gran ley y declaración mosaica de la adoración monoteísta (Ex., 20:2, 3): “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí.”
La entera vida de Jesús presenta un ejemplo de lo que significa la completa obediencia a Dios. Refiriéndose a esto, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, escribe en su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 25): “Jesús presentó el ideal de Dios mejor de lo que podía hacerlo cualquier otro hombre de origen menos espiritual. Por su obediencia a Dios, demostró el Principio del ser más espiritualmente que todos los demás. De ahí el poder de su amonestación: ‘Si me amáis, guardaréis mis mandamientos’.” El reconoció a un solo Dios y Padre como la causa autoexistente de todo el ser. Desechando la creencia supersticiosa en la influencia heriditaria, sanó a un hombre que había nacido ciego. Al mismo tiempo anuló las falsas leyes del castigo teológico al declarar (Juan, 9:3): “Ni pecó éste, ni sus padres; mas fué para que las obras de Dios fuesen manifestadas en él.” Percibiendo la infinitud de la substancia, destruyó la sugestión mesmérica de la carencia y alimentó a las multitudes, demostrando así que todo hombre, en su ser verdadero, existe en el punto mismo de la provisión y la abundancia. Consciente tan solo de la Vida infinita y eterna, anuló la llamada ley de la muerte cuando restauró la vida y la salud al hijo de la viuda de Naín. Estas y muchas otras curaciones llevadas a cabo por el Maestro indican las posibilidades de desarrollo espiritual a que puede llegar cualquiera que desee conducir su vida y su manera de pensar de acuerdo con el Primer Mandamiento. El aprender lo que significa una obediencia práctica a este Primer Mandamiento es entonces un requisito de primer orden.
En el Evangelio de San Marcos se relata que uno de los escribas que había quedado sinceramente impresionado con el razonamiento y las respuestas del Maestro, le preguntó acerca de cual creía él fuera el primer mandamiento de todos. Jesús respondió (Marcos, 12:29–31): “El primero es: Oye, oh Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno solo es: y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todo tu entendimiento, y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” Hablando acerca del Primer Mandamiento, Mrs. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 9): “Este mandato encierra mucho, hasta la renuncia a toda sensación, afecto y culto meramente materiales. Este es el El Dorado del cristianismo. Presupone la Ciencia de la Vida, y reconoce sólo el dominio divino del Espíritu, en el cual el Alma nos gobierna, y los sentidos materiales y la voluntad humana no tienen cabida.”
Cuando analizamos justamente lo que implica este mandamiento, percibimos que significa el reconocimiento y la aceptación de una sola y única Mente. Implica que no aceptamos como real el sentido falso de la vida en la materia, con sus acompañantes, el pecado, la enfermedad y la muerte. Significa que reconocemos al Espíritu como la única substancia, inmutable e infinita. Significa que no damos ni realidad ni crédito al testimonio de los sentidos materiales. Y sobre todo significa que nos estamos esforzando por demostrar aquello que declaró Juan de una manera tan simple y definitiva (I. Juan, 4:16): “Dios es amor; y el que habita en el amor, habita en Dios y Dios habita en él.”