El descubrimiento hecho por Mrs. Eddy de que existe una sola Mente refuta la creencia general humana en muchas mentes. En la Biblia abundan relatos que establecen la unidad de Dios y de Su infinita sabiduría e inteligencia. Al adherirse fielmente a las ensefianzas y el método de Mrs. Eddy, muchos Científicos Cristíanos han probado la veracidad de su gran descubrimiento en sus experiencias individuales.
La Mente es Dios, el Amor incorpóreo, el Espíritu, el Principio, la causa inteligente de todo lo que existe. No hay más que un solo Dios, y el hombre es Su expresión o reflejo. En “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” Mrs. Eddy escribe (pág. 469): “El exterminador del error es la gran verdad de que Dios, el bien, es la Mente única, y que el supuesto contrario de la Mente infinita — que se llama diablo o el mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad.”
En los últimos años ha despertado mucho interés el empleo de mejores métodos para tratar a los enfermos en los asílos para alienados. Hasta la misma profesión médica se inclina más y más a admitir que ciertas formas de demencia pueden ser sanadas. También se reconoce generalmente que ciertos tipos de demencia no son hereditarios. Los Científicos Cristianos se sienten muy agradecidos por ello, ya que estas declaraciones indican un cambio en el pensamiento humano.
Cristo Jesús curó algunos casos de demencia instantáneamente. En cierta ocasión reprendió a sus seguidores por su falta de fe cuando ellos no lograron sanar uno de estos casos. En esa oportunidad hizo la declaración que se cita tan a menudo (Mateo, 17:20): “Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, pudierais decir a esta montaña: Pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible.” En otra oportunidad elogió con compasión a la madre de la joven que sufría de demencia, por su fe en que él la habría de sanar.
Se relata que cuando Jesús llegó al país de los gadarenos le vinieron al encuentro dos hombres a los cuales se les consideraba endemoniados y muy fieros. El Maestro echó fuera de los dos hombres a los demonios y estos entraron en una piara de cerdos que apacentaba por allí, de manera que los cerdos corrieron por un despeñadero al mar y fueron destruídos. Jesús no abrigaba ninguna creencia supersticiosa de que pudieran existir los demonios; de que pudieran ser verdaderos o inteligentes o de que podrían ser la Mente. Jesús comprendió la irrealidad de un estado semejante, y en su lugar percibió al perfecto hijo de Dios. El probó tal como lo demuestra hoy la Christian Science que la enfermedad incurable no existe.
La sangre, el corazón y los pulmones no determinan la Vida del hombre; el cerebro y los nervios jamás le proporcionan la consciencia espiritual. La inteligencia divina, que el hombre refleja, es incorpórea; lo ve y lo sabe todo y es enteramente espiritual. La Mente de Cristo, que es la nuestra y la única que existe, es estable, capaz de retenerlo todo, observadora y sana. La Mente es Amor; no teme nunca y ama siempre. Es el Alma, que conoce la verdad espiritual de todas las cosas. Asimismo es el Principio, la fuente de la ley divina que mantiene las ideas de Dios en perfecta relación la una con la otra. El verdadero ser espiritual de cada uno de nosotros es la expresión o reflejo de todas las cualidades de esa Mente, Dios. Pablo escribió (II. Tim. 1:7): “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de fortaleza, y de amor, y de templanza.”
Debe subrayarse que la Mente inmortal es la única causa, el Padre-Madre del universo, incluso el hombre. No existe ninguna causa que pueda interponerse entre la Mente única y el hombre, la idea perfecta de la Mente. El parentezco humano no interviene entre Dios y Su hijo, transmitiéndole o proyectando en él cualidades inferiores de la consciencia a través de la generación humana. Aquello que es mortal es irreal, ya que la Mente, Dios, y Su manifestación infinita constituyen el todo de la existencia. Por tanto la tal llamada ley física de la herencia es una creencia falsa que la Christian Science anula. Las relaciones entre la Mente espiritual y perfecta y el hombre, cuya consciencia es el reflejo de esa Mente, son directas y eternas.
La infinitud y eterna existencia de la Mente divina, unida al hecho de que el hombre es eternamente uno con Dios, como Su idea, obligan a la conclusión de que el hombre no puede nunca perder la razón, su Mente. La existencia misma del hombre se halla por siempre en esa Mente, y todo movimiento suyo se efectúa tal cual lo dirige la sabiduría o la inteligencia divina. La mente mortal no existe. La Mente verdadera, que es inmortal, es Espíritu, y el Espíritu es infinito, de manera que la materia no puede existir. En consecuencia, es un error creer que la Mente pueda sufrir algún trastorno, o que pueda existir enfermedad alguna que perjudique al hijo de Dios.
Los primeros once versículos del capítulo duodécimo del Apocalipsis son de gran ayuda pues describen de una manera muy interesante y provechosa la destrucción de toda creencia errónea. En ellos el apóstol simboliza la creencia en el demonio en forma de una serpiente que es destruída por los ángeles de Dios. Comienza este capítulo declarando: “Un gran prodigio fué visto en el cielo: Una mujer revestida del sol, y teniendo la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.” En aquellos tiempos la luna era contemplada con mucha superstición, y hasta se creía a veces que la gente cometía actos anormales durante ciertas fases de la luna.
San Juan percibió a la mujer, la idea espiritual de Dios, con “la luna debajo de sus pies.” La idea infinita de Dios posee completo dominio sobre todas las falsas creencias de la mente mortal. El error, cualquiera que fuese su nombre, es siempre enteramente mental, un producto de la mente mortal, en tanto que la Mente es Dios, perfecta e inmortal, produciendo únicamente la salud y la armonía. Acerca de este capítulo, nuestra Guía escribe en su obra Ciencia y Salud (pág. 561): “La idea espiritual está revestida con el resplandor de la Verdad espiritual, y la materia está debajo de sus pies. La luz descrita no es realmente ni solar ni lunar, sino que es la Vida espiritual, la cual es ‘la luz de los hombres’. ”
La Mente divina gobierna y dirige al hijo de Dios ahora y eternamente. La Mente nunca se aparta de su actual perfección. A medida que comprendamos y reflejemos su carácter íntegro y sano, su unidad y estabilidad, la curación se producirá naturalmente. El que esto escribe ha tenido oportunidad de estar en contacto con personas que han sido sanadas de la demencia mediante la aplicación de la Christian Science. En cierta ocasión ayudó en sus asuntos de negocio a un hombre que estaba por hacerse cargo de una misión importante en la cual el gobierno se hallaba interesado y para la cual era de vital importancia la estabilidad mental y emocional.
Durante las averiguaciones que se hicieron acerca de esta persona se descubrió que anteriormente había estado en un instituto para alienados. Cuando se le indagó al respecto, no mostró la menor preocupación en lo que concernía su pasado. Se limitó a contestar que había sanado de esta enfermedad mediante la Christian Science y que sabía que su curación era permanente. Se mostró dispuesto a someterse a cualquier clase de examen médico. Demás está decir que la firmeza de su amigo fué de gran inspiración para el que esto escribe y se sintió sumamente agradecido cuando como resultado de la investigación el amigo aludido fué pronunciado perfectamente sano. Mrs. Eddy se ha referido con especial interés al tratamiento de la demencia, señalando que tales casos se curan más fácilmente que la mayoría de las enfermedades.
Existe una higiene, para usar un término popular, que debe emplearse para corregir toda condición errónea, que es totalmente espiritual y que al perseguírsela fielmente no permitirá nunca una recaída. Esta higiene consiste en la aplicación de las enseñanzas de la Christian Science. No entraña ni la diagnosis material ni el uso de medicinas. Esta religión enseña que tanto la salud mental como la física son la consecuencia inevitable de la comprensión de la verdad acerca de Dios, la Mente, y del hombre, la manifestación infinita de la Mente. Mediante la aplicación de esta verdad vaciamos la consciencia de toda creencia en algo que no sea espiritual o que no provenga de Dios, llenándola con las verdades acerca de Dios y el hombre.
Afirmemos sin cesar que la Mente divina y única y Su idea, el hombre, son perfectos y sanos, y busquemos siempre más evidencias de la aparición de estas cualidades en la experiencia humana. Tengamos fe de que en la comprensión de la Mente, Dios, reside el poder que nos capacita para sobreponernos a todo aquello que no sea bueno. A través del pensar justo adquirimos el gozo y la inspiración espirituales, que luego podemos impartir a otros. Si pareciéramos ser vícitmas de la improbidad o de la injusticia, recordemos que tales creencias falsas no tienen más poder para perjudicarnos de lo que le damos nosotros. La justicia de Dios es buena, todopoderosa, siempre activa y siempre presente. Al percibirse Su justicia, ella rectifica toda injusticia humana o todo remedo temporal de la equidad.
A medida que unimos nuestras consciencias más estrechamente con nuestro Padre-Madre Dios, la creencia errónea de que existen muchas mentes y de que la Mente puede verse trastornada se desvanece, y la Mente única, universal y perfecta, y su idea, aparecen.