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La práctica y el practicista

Del número de octubre de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La práctica de la Christian Science y la curación que de ella resulta es la actividad más importante y poderosa sobre esta tierra, y debe ser reconocida y apoyada como tal por los Científicos Cristianos en todas partes. La curación cristiana es la piedra angular de la Iglesia Científica de Cristo. En cierta ocasión, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, escribió a un discípulo: “El sanador que realmente sana de una manera científica ocupa la posición más alta que pueda alcanzarse en esta esfera de la existencia.”

La práctica de la Christian Science no es una empresa comercial; es el ministerio más alto que existe. Puesto que proviene de Dios, no se halla limitada en la extensión del bien que pueda desarrollar. Todo aquello que sea verdad acerca de esta actividad sagrada existe como una idea completa y siempre presente en la Mente divina Dios; y el hombre, la consciente semejanza de esta Mente, incluye y encarna esta idea por reflexión y es, por tanto, inseparable de ella. Es así como el practicista puede asegurarse que su práctica depende de Dios solamente y no de personas. Esta comprensión lo libera de una sensación de temor y limitación, obteniéndose como resultado una actividad armoniosa y cada vez más útil en el ministerio de la curación.

Aquellos que estén preparados para dedicarse a la práctica de la Christian Science no deberían dejarse desalentar por otros, ni tampoco permitir que la duda o el temor ofusque su visión y entendimiento, ni que le hagan vacilar en su convicción de que este paso es de suma importancia. El valor que tiene un practicista consagrado en cualquier comunidad es inapreciable; y el alistamiento de tales trabajadores en las filas de los practicistas es bienvenido por todo sincero estudiante, ya que ello significará una iglesia más fuerte y un apoyo más activo para cada trabajador en su respectivo campo de actividades y para el enterno movimiento. El trabajo de los practicistas no puede ser medido ni pesado en la balanza con los limitados conceptos del sentido material. Aquello que sabe la Mente divina, y no la mera opinión humana vacilante, es lo que siempre gobierna.

Quien percibe la sagrada importancia de la práctica de la Christian Science y es gobernado por tal percepción, reconocerá y apreciará el valor de su trabajo por los demás. En el Prefacio de su obra Miscellaneous Writings, Mrs. Eddy hace esta observación (pág. ix): “En los comienzos de la historia de la Christian Science había pocos ricos entre los miles que eran mis discípulos. Ahora los Científicos Cristianos no se hallan necesitados; y sus ‘cómodos’ medios de vida son adquiridos sanando a la humanidad, moral, física y espiritualmente.” Uno de los significados de la palabra “cómodo” implica “suficiente, pero no excesivo.” Por lo que es evidente que nuestra Guía reconocía que una práctica bien establecida puede sostener adecuadamente al practicista. Si esto no fuera así, sólo aquellos que poseen medios particulares podrían dedicarse enteramente al trabajo de la curación. Aquellos que comprenden esto experimentarán un aumento progresivo en la esfera de sus actividades.

En el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sec. 22), Mrs. Eddy exhorta al practicista a que guarde en sagrada confidencia todo lo que el paciente le confíe. Es de suma importancia que esta regla sea vigilantemente obedecida. De igual manera, el paciente debe proteger sus relaciones para con el practicista y mantenerlo todo confidencial. Si este fuera siempre el caso, se evitarían muchos disgustos e intromisiones, y el trabajo del practicista sería más provechoso. Según parece, uno de los medios por los cuales el enemigo trata de entrometerse, es introduciendo un sentido personal en el trabajo del practicista a través de los chismes y la conversación insensata. Esta actitud errónea puede en ciertos casos ser la razón por la cual no se producen más prontamente los buenos resultados deseados, y naturalmente debiera evitarse no sólo por esta razón sino también por razones de ética.

Una oficina no es en sí lo más importante para la práctica, a no ser por la conveniencia que ofrece tanto para el practicista como para sus pacientes. La oficina, por más lujosa que sea, no provee de por sí la práctica. Aquel cuyas condiciones hogareñas lo permiten, puede estar tan activo en su hogar como lo estaría en una oficina en el sitio más prominente de una gran ciudad, siempre que su comprensión de Dios y su devoción al trabajo emprendido fueran constantes.

Puede decirse que la verdadera práctica provee todo lo necesario para su desenvolvimiento. El discípulo que sinceramente anhela dedicarse al trabajo de la curación y que esté espiritualmente preparado para hacerlo, puede mantenerse activo dondequiera que se halle, y aun cuando estuviera viajando lejos de su hogar. Nada tiene que ver la práctica con el prestigio o la posición social, la jerarquía o los antepasados; tampoco proviene de servicios prestados en algún puesto oficial en nuestro movimiento. Tales factores no son tomados en cuenta cuando se trata de establecer y mantener una práctica plena de éxito, y no pueden ni avanzar ni retrasar el progreso del que anhela alcanzar aquella “posición más alta que pueda alcanzarse en esta esfera de la existencia.”

La Christian Science revela el Espíritu, Dios, como la única y verdadera atracción, y esta atracción es positiva y directa. Opera continuamente en favor de todo aquello que refleje o manifieste el Espíritu. De manera que el practicista no debiera decidir de antemano quienes serán sus pacientes o de donde vendrán. Tal modo de planear las cosas no hace más que limitar el desarrollo de la práctica. En el reino de la Mente no existen limitaciones de tiempo ni de espacio.

Un pequeño incidente podrá servir de ilustración. Una joven estudiante de la Christian Science había arrendado una oficina en el centro de una gran ciudad metropolitana, a la cual acudía diariamente, a pesar de que su práctica no le ocupaba ni una pequeña parte del tiempo de que disponía. Un día cuando todo parecía más inactivo que nunca, tomó la obra Miscellaneous Writings por nuestra Guía y leyó lo siguiente (pág. 275): “Quiera el gran Pastor, que ‘templa los vientos para el cordero recién esquilado’ y venda las heridas de los corazones que sangran, consolar, alentar y bendecir a todos los que lloran.” En seguida su pensamiento pareció querer incluir a toda la humanidad en un generoso deseo de sanar y bendecir. Esa misma tarde una persona que necesitaba urgente ayuda acudió a su oficina. Se hallaba en viaje a través del continente, cosa que en aquellos tiempos era menos común que ahora, y tan receptivo fué su pensamiento al trabajo hecho en la Ciencia, que el problema quedó resuelto. El paciente y la practicista no se habían conocido antes y había muchos otros practicistas en aquel edificio; pero el incidente probó que la ley de la dirección y atracción verdaderas es espiritual y no material.

Jesús dijo a sus discípulos (Mateo, 9:37): “Verdaderamente la mies es mucha, mas los obreros son pocos.” El mundo de hoy, tal como en épocas de Jesús, necesita trabajadores para la viña de Cristo — responsables y consagrados practicistas de la Ciencia del cristianismo. Por un practicista consagrado se entiende aquel que pone ante todo la Causa de la Christian Science, reconociendo la relación que ella tiene con el progreso espiritual del género humano. Significa aquel que está demostrando el orden y la libertad en sus propios asuntos, y que en su iglesia y su comunidad es respetado como miembro, ciudadano, amigo; y por último, significa aquel que ama la ley moral y espiritual y la obedece, no porque sea su deber, sino por el amor que le profesa.

Jesús fundó su iglesia sobre la eterna curación por el Cristo. La curación es por tanto la base de la iglesia cristiana más antigua. Este privilegio sin igual es ahora nuestro: merced a la revelación y demostración de la amada Guía de la Christian Science, todos aquellos que lo merezcan pueden tomar parte en las actividades continuas de esta iglesia y adelantar la curación espiritual, para redención de toda la humanidad.

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