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¡No perdáis la nota tónica de la existencia!

Del número de enero de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, por diversión, mi hijito colocó sobre el atril del piano una pieza de música en forma invertida y se dispuso a tocarla. El resultado fue algo tan interesante como lo fue discordante, ya que todo ritmo y melodía se había perdido y la nota tónica había desaparecido completamente.

Nos sonreímos al contemplar esta travesura infantil, y sin embargo ¡cuántas veces nos sucede a nosotros lo mismo! Cuando perdemos de vista el hecho de que el hombre refleja su Principio divino, Dios, invertimos, en creencia, el orden natural del ser y luego nos admiramos de que nuestras vidas sean tan poco armoniosas.

Mary Baker Eddy era muy aficionada a la música y a menudo se valía de sus conocimientos acerca de ella a fin de ilustrar alguna poderosa verdad espiritual. En la página 240 del libro de texto, "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", ella escribe: "En el orden de la Ciencia, en el cual el Principio está por encima de lo que refleja, todo es una sublime armonía. Cambiad esta premisa, suponed que la Mente es gobernada por la materia, o que el Alma está en el cuerpo, y perderéis la nota tónica de la existencia y habrá discordancia continua."

En música, la nota tónica es lo que nos de el tono fundamental. Por consiguiente para entender lo que es la nota tónica de la existencia tenemos que llegar a la verdad fundamental de las cosas. En su obra Miscellaneous Writings, nuestra Guía nos dice (pág. 366): "Las Escrituras dan la nota tónica de la Christian Science desde el Génesis hasta el Apocalipsis, siendo éste su tono sostenido: 'Jehová sólo es Dios; ningún otro hay fuera de él.'" La Christian Science enseña que Dios, el bien divino, es Principio, Mente, Alma, Espíritu, Vida, Verdad y Amor, y que el hombre — Su idea — expresa la naturaleza divina.

No podemos servir a Dios y a Mammon. Cristo Jesús nos enseñó cual es el Yo verdadero cuando dijo: "Dios es espíritu" y: "Yo y el Padre somos uno" (Juan, 4:24; 10:30). Con esto señaló la verdad de que el hombre no es material sino espiritual. Todas las enseñanzas y demostraciones del Maestro estaban basadas en la gran verdad de que Dios es el único Ego.

El yo material nos habla a grandes voces, clamando insistentemente por que se le reconozca. La voz de Dios es callada y suave y sólo la oímos cuando hemos acallado toda otra voz. ¿Cómo podemos esperar que la armonía reine en nuestra vida diaria si seguimos admitiendo la existencia del yo material, cuando nuestro Maestro y nuestra Guía nos han declarado explícitamente que el hombre es el hijo espiritual de Dios? Nadie esperaría poder tocar una pieza de música que estuviera vuelta al revés y al mismo tiempo oír la melodía y el ritmo que creara el compositor. Como lo expresó el profeta Isaías a la gente de su época (Isa., 29:16—Versión Corriente Americana): "¡Volvéis todo al revés! ¿Acaso el alfarero será reputado como el barro, para que la obra diga de su hacedor: No me ha hecho; y la vasija diga del que la formó: No entiende?" Cuando subordinamos nuestro concepto del yo material al reconocimiento de la individualidad espiritual del hombre creado a la semejanza de Dios, de modo que "en todas las cosas él tenga la preeminencia" (Col., 1:18), estamos actuando de acuerdo con la ley divina y nuestros asuntos humanos se beneficiarán en vez de sufrir por tal subordinación.

Cierto día una estudiante de la Christian Science halló que tenía por delante un sinnúmero de tareas domésticas. Al comenzar su estudio diario de la Lección Bíblica del Trimestral de la Christian Science, se le ocurrió que ya que el tiempo se le haría corto, esa mañana sólo leería una parte de la Lección en vez de leerla toda. Al momento reconoció que esto no era más que una sugestión de la mente mortal, insinuándole que ella era un ser humano limitado que tenía mucho trabajo que hacer, y que los asuntos materiales eran en ese momento más importantes que lo espiritual. Agradeciendo a Dios que había podido desenmascarar esta tentación de aceptar el sentido mortal de la limitación, dedicó al estudio y la oración el período acostumbrado.

Mientras estudiaba, obtuvo una clara percepción del Amor divino como todopoderoso y siempre presente. Se sintió llena de alegría al percibir que su verdadera entidad moraba en ese Amor del cual nunca podría apartarse, y que este Amor era en todo momento lo bastante amplio para llenar toda necesidad humana, no sólo para ella sino para todo el mundo. Luego con la mente tranquila y feliz se dispuso a cumplir con sus tarea domésticas. Al presentársele una dificultad, cosa que bien pronto ocurrió, en lugar de sentirse preocupada e inquieta, pudo sonreír, diciéndose: "No tengo porque preocuparme. El Amor divino está presente y sabrá cómo resolver este problema." Mientras meditaba tranquilamente en este sentido, percibió con toda claridad lo que debía hacer. Esto ocurrió repetidas veces durante el día, y todos sus quehaceres se cumplieron gozosamente en el tiempo disponible. Ella había hallado la nota tónica de la existencia a través de su estudio del Verbo de Dios, y toda disonancia se resolvió armoniosamente.

"Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas [estas cosas]," declaró Jesús, precaviendo de este modo a sus discípulos contra la prevaleciente tendencia humana de luchar ansiosamente por la provisión diaria. Bien pudiera haber dicho: No perdáis lo nota tónica de la existencia. Por supuesto que es completamente natural que la dueña de casa salga de compras, tanto para ella como para los miembros de su familia, pero no con pesadumbre ni con el temor de hallarse frente a la escasez. Sería útil que antes de salir ella vislumbrara la poderosa verdad mediante la cual Jesús alimentó a miles de personas con raciones bien reducidas — la verdad de que Dios, el Espíritu, es el amante Padre del hombre, a quien suple incesante y abundantemente. Aferrándose a esta nota tónica de la existencia, la que esto escribe ha comprobado en muchas ocasiones durante los últimos años, aun bajo las condiciones adversas creadas por la guerra, que el Espíritu, y no la materia, es la fuente de toda provisión. En la página 207 del libro de texto Mrs. Eddy escribe: "El mal no es supremo; el bien no carece de poder; ni son primarias las llamadas leyes de la materia, y secundaria la ley del Espíritu."

A los discípulos se les describió muy correctamente cuando se dijo de ellos que estaban trastornando el mundo (Hechos, 17:6), ya que estaban invirtiendo la tradicional fe humana, la cual descansa sobre la materia. En realidad ellos estaban comenzando a volverlo todo a su posición correcta. Aplicando la comprensión de la irrevocable relación que existe entre Dios y el hombre que nos ha dado nuestra Guía, sigamos nosotros el ejemplo de aquellos discípulos.

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