La historia de la mujer sunamita que se relata en el capítulo cuarto del libro segundo de Los Reyes es de mucho significado e inspiración. Esa valiente madre, que inesperadamente se vió confrontada con el deceso de su hijo, acostó al niño en el cuartito en lo alto, "cerró sobre él la puerta" y fué "al varón de Dios en el monte Carmelo." Viéndola desde lejos, Eliseo dijo a Giezi, su criado, que corriera a su encuentro y le preguntara si todo le iba bien a ella, a su marido y al niño. La respuesta de la mujer fué clara y precisa: "Bien."
Al llegar donde se encontraba Eliseo, cayó a sus pies y él percibió "que su alma estaba acongojada dentro de ella." Mas su agitación so impidió que ella sirviera de fiel testigo a la perfección del ser, ni la privó de la recompensa que merecía tal fidelidad. El profeta se dirigió entonces a la casa de la sunamita "y oró a Jehová", y el niño sanó.
Es en verdad consolador saber que la angustia que a veces parece acompañar nuestras sinceras declaraciones de la verdad no puede privarnos de la eterna presencia, el cuidado y la dirección de nuestro tierno Padre-Madre Dios, ni impedir nuestra gozosa demostración del hecho de que ninguna circunstancia a condición discordante está fuera del dominio de la ley siempre activa de Dios.
Jesús dijo: "Conforme a vuestra fe, os sea hecho." Uno de los obstáculos que se interpone entre el individuo y su demostración de salud y armonía es la falta de una fe absoluta en el poder y presencia de Dios. Si, al igual que la mujer sunamita, aun cuando enfrentados por la falsa evidencia material en sentido contrario, uno se aferrara a la verdad de que Dios es Todo y que por consiguiente todo marcha bien, esto eliminaría de su pensamiento y experiencia toda creencia en un poder o presencia malignos. Por severas o aparentemente incurables que fueran las condiciones mentales o físicas, o por largo que fuera el tiempo en que uno se hubiera visto engañado por ellas, la discordancia forzosamente tiene que desaparecer y el reino de la armonía celestial revelarse.
Preguntáos: "¿Marcha todo bien conmigo?" Ya que el hombre verdadero es creado a la imagen y semejanza de Dios, como Su idea perfecta, la respuesta a esta pregunta sólo puede ser: "Sí, me va bien. Soy libre, sano, puro, feliz, activo, afectuoso, compasivo, útil y próspero, porque Dios me creó de esa manera. Yo soy Su testigo; existo para manifestar Sus atributos, y vivo por autoridad divina. Dios es mi creador, y yo soy aquí y ahora mismo todo lo que mi Padre-Madre Dios concibe que soy."
¿Marcha todo bien en nuestro hogar? El hogar del hombre es el cielo, el reino de Dios, la morada del Amor, la estructura de la Verdad, inviolable e indestructible. Esta morada celestial permanece con él y se halla donde él está, ahora y por siempre jamás. El hogar es un tranquilo santuario, una ciudadela de felicidad, donde moran la mansedumbre, la gracia, sinceridad, consideración y cooperación; un lugar que ofrece descanso y refrigerio. Su luz, calor y comodidad demuestran el tierno cuidado y abundante provisión de la divina paternidad y maternidad de Dios. A medida que nuestro concepto del hogar se torna más espiritual, conformándose cada vez más con las verdades divinas concernientes al reino de Dios, nuestro hogar material expresará en medida cada vez mayor los atributos celestiales, como ser la paz, seguridad, comodidad y abundancia.
¿Marcha todo bien en nuestros negocios? Los únicos negocios que pueden haber son los de Dios, pues El es la fuente de toda inteligencia, acción y fruición. Los negocios del hombre consisten exclusivamente en la expresión activa de las ideas divinas, en una obediencia constante a los estatutos divinos. Cualquiera que fuese la naturaleza de nuestras actividades diarias, ya sea como ama de casa, empleado, carpintero, artista, administrador, abogado, hombre de estado, etcétera, lo que es indispensable para el éxito es poseer una comprensión demostrable de la eterna presencia del Cristo, la manifestación divina de Dios.
Jesús, nuestro Mostrador del camino, no se refirió nunca a sus propios asuntos, sino a los de su Padre. Reconozcamos nosotros de igual modo que los únicos asuntos verdaderos son los de nuestro Padre, deshaciéndonos del molesto sentido de la responsabilidad personal, del temor al fracaso y del afan por lo material. No hay nada que temer mientras estemos trabajando para y con nuestro Padre celestial. En tanto que pensemos y hablemos de un concepto de los negocios que es finito y limitado, el cual llamamos "mi" negocio, nuestros asuntos se verán sujetos a las tales llamadas leyes humanas, al azar y las vicisitudes, el auge y la depresión; pero los negocios y asuntos de Dios son eternamente estables, progresivos y prósperos. A medida que aprendamos a ocuparnos de los asuntos de Dios, a esforzarnos sinceramente por reflejarle en nuestras relaciones comerciales, de pensamiento, palabra y acción, no fallaremos nunca, y nuestras actividades diarias rendirán en abundancia todo lo necesario.
¿Marcha todo bien en la iglesia? La definición científicamente divina de "Iglesia" dada por Mary Baker Eddy en el libro de texto de la Christian Science
El nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana"., "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", revela a la Iglesia de Cristo, universal, triunfante y fundada sobre la roca de la Verdad, como una realidad actual. Esta definición dice en parte (pág. 583): "Iglesia. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino o procede de él."
Esta Iglesia, única, universal y eternamente presente, posee un orden perfecto, se mantiene armoniosamente activa y cumple incesantemente los propósitos de Dios. Los conceptos mortales de iglesia, ya fuera como instituciones demasiado organizadas o mal organizadas, carentes de apoyo espiritual o financiero, anticuadas por haber dejado de servir el propósito divino, son falsas y pervertidas. Nadie puede apartarse de la Iglesia verdadera, nadie puede descartarla, dañarla, apagar su resplandor o estorbar su triunfal establecimiento en la consciencia de la humanidad. Su actual propósito y valor para la humanidad se ven indicadas en la segunda parte de la definición de Mrs. Eddy que sigue inmediatamente a la parte ya citada y que dice: "La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos."
Las instituciones eclesiásticas en las cuales hallan expresión la apatía, la rivalidad, el orgullo acerca de la posición que se ocupa, la adulación personal, los desacuerdos fútiles entre los miembros o grupos de miembros, la desigualdad de clases sociales, sexos o razas, reflejan el pensamiento poco ilustrado — el falso concepto de iglesia — de los miembros. La consciencia verdadera, o conocimiento correcto, proviene de Dios. A medida que el concepto verdadero de la Iglesia es abrigado, retenido y amado, los tales llamados problemas de iglesia se disolverán y desaparecerán. Hablando de esta iglesia, Cristo Jesús dijo (Mateo, 16:18): "Las puertas del sepulcro no prevalecerán contra ella." ¡Sí, todo marcha bien en la Iglesia!
¿Marcha todo bien en el mundo? Siguiendo aun el ejemplo de la sunamita, podemos declarar con toda razón y pleno éxito, a pesar del testimonio contradictorio de los sentidos materiales: "Todo marcha bien." "De Jehová es el reino, y él es el gobernador entre las naciones" (Salmos, 22:28). El, en verdad, lo gobierna todo. Su gobierno es justo e imparcial y cada hijo de Dios es objeto de Su tierno y constante cuidado. No existe un velo de conceptos equivocados que pueda ocultar el reino celestial, en el cual la confianza mutua y el amor fraternal caracterizan los pensamientos y acciones de todos por igual. No existe una cortina de hierro de desavenencias, que divida a las naciones, porque: "El entendimiento divino reina, lo es todo, y no hoy otra consciencia" (Ciencia y Salud, pág. 536). En la única y sola consciencia divina e infinita no existen las ideologias que se ven en pugna, las representaciones erróneas, la desconfianza, la avaricia, la ambición falsa, la agresión, la ignorancia o el temor, y estas fases impías de la experiencia humana dejarán de ejercer su influencia sobre los hombres y las naciones a medida que la humanidad, individual y colectivamente, reconozca, ame y obedezca el gobierno divino. En el universo de Dios, el único universo — el nuestro — no hay descontento, hambre, carencia, destitución, pena, enfermedad, desastre o separación; no hay odio ni desigualdad, porque "¡Reina el Señor Dios Todopoderoso!"
¿Es acaso lógico que la humanidad reclame estos hechos trascendentales y libertadores concernientes a la individualidad espiritual, al hogar, los negocios, la iglesia y el universo, como siendo aplicables ahora mismo, aun frente a la evidencia material que indica todo lo contrario? Sí. Para obtener una mejoría y la curación en nuestra experiencia humana debemos abandonar nuestros falsos conceptos, basados en la ignorancia, y sostener las eternas verdades divinas.
La fiel sunamita declaró que todo iba bien y recibió la recompensa de su afirmación veraz. Mrs. Eddy escribe en la página 392 de su libro de texto: "Vuestras decisiones os dominarán, sea cual fuere el rumbo que tomaren." Debemos recibir la recompensa o sufrir las consecuencias de nuestras propias decisiones. Afortunadamente, en cualquier momento podemos ilustrar nuestro entendimiento, espiritualizar nuestras convicciones y revocar las decisiones erróneas. El himnario de la Christian Science nos asegura que (Himno 350):
Mientras Su verdad estemos aplicando
y sobre Su amor nos vamos apoyando,
Dios toda nuestra necesidad irá supliendo,
¡todo marcha bien!