Así como el hombre a quien Pedro sanó a las puertas del templo alabó a Dios, yo también quisiera relatar con el corazón rebosante de alegría y gratitud, cómo fuí rescatado del mar y curado de una herida que sostuve durante esta experiencia. En el año de 1940, la casa comercial en la cual me hallaba empleado me envió a Noruega por asuntos de negocio.
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