El tratamiento en la Christian Science, la forma más elevada de la oración cristiana, tiene su origen en Dios, la Mente de Cristo. Es el reflejo impersonal y espontáneo de la Mente divina en la consciencia humana; la revelación y demostración de aquella Mente de su propia perfección y bondad infinitas y siempre presentes. El verdadero tratamiento metafísico tiene su origen en el Espíritu y no en el supuesto contrario del Espíritu, llamado materia, o el yo material. No es el producto del cerebro, sino la sagrada actividad de la inteligencia única y suprema. Es la voz de Dios, la presencia del Cristo, la Verdad, la operación del Principio divino o el Amor, la irradiación de la Vida eterna, la inmaculada influencia del Alma.
El hombre, afirma la Biblia, es la propia imagen y semejanza de Dios, la Mente. De ahí que el hombre no posee una mente personal, aparte de Dios; no tiene un poder creativo propio ni una entidad que no sea derivada de El. En la página 56 de su obra Retrospection and Introspection, Mary Baker Eddy escribe: "Toda consciencia es la Mente, y la Mente es Dios." La actividad de la Mente, la continua y eterna expresión de su idea infinita en el hombre, constituye la verdadera esencia del tratamiento en la Christian Science o la curación científica por la Mente. En Miscellaneous Writings (pág. 41), Mrs. Eddy también declara: "La Mente es el arquitecto que construye su propia idea y produce toda la armonía que se manifiesta. Ningún otro agente sanador interviene en la curación."
Sin embargo, para el sentido falso e irreal de la existencia, el hombre parece ser una persona mortal y material, poseedora de una mente o un poder propios, a la vez buenos y malos, separados de Dios. Para sí mismo el hombre mortal parece ser un pensador y trabajador independiente, poseedor, ya sea orgulloso o descorazonado, de un grado mayor o menor de inteligencia humana limitada. De manera que un Científico Cristiano puede que aparente tener una habilidad personal para orar, dar tratamientos o sanar, pero para el sentido real o espiritual de la existencia no existe tal ilusión, puesto que en la Ciencia se percibe que el hombre siempre es efecto, nunca causa, el efecto espiritualmente mental, o idea, de la Mente divina, la única causa.
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