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El tratamiento en la Christian Science

Del número de enero de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El tratamiento en la Christian Science, la forma más elevada de la oración cristiana, tiene su origen en Dios, la Mente de Cristo. Es el reflejo impersonal y espontáneo de la Mente divina en la consciencia humana; la revelación y demostración de aquella Mente de su propia perfección y bondad infinitas y siempre presentes. El verdadero tratamiento metafísico tiene su origen en el Espíritu y no en el supuesto contrario del Espíritu, llamado materia, o el yo material. No es el producto del cerebro, sino la sagrada actividad de la inteligencia única y suprema. Es la voz de Dios, la presencia del Cristo, la Verdad, la operación del Principio divino o el Amor, la irradiación de la Vida eterna, la inmaculada influencia del Alma.

El hombre, afirma la Biblia, es la propia imagen y semejanza de Dios, la Mente. De ahí que el hombre no posee una mente personal, aparte de Dios; no tiene un poder creativo propio ni una entidad que no sea derivada de El. En la página 56 de su obra Retrospection and Introspection, Mary Baker Eddy escribe: "Toda consciencia es la Mente, y la Mente es Dios." La actividad de la Mente, la continua y eterna expresión de su idea infinita en el hombre, constituye la verdadera esencia del tratamiento en la Christian Science o la curación científica por la Mente. En Miscellaneous Writings (pág. 41), Mrs. Eddy también declara: "La Mente es el arquitecto que construye su propia idea y produce toda la armonía que se manifiesta. Ningún otro agente sanador interviene en la curación."

Sin embargo, para el sentido falso e irreal de la existencia, el hombre parece ser una persona mortal y material, poseedora de una mente o un poder propios, a la vez buenos y malos, separados de Dios. Para sí mismo el hombre mortal parece ser un pensador y trabajador independiente, poseedor, ya sea orgulloso o descorazonado, de un grado mayor o menor de inteligencia humana limitada. De manera que un Científico Cristiano puede que aparente tener una habilidad personal para orar, dar tratamientos o sanar, pero para el sentido real o espiritual de la existencia no existe tal ilusión, puesto que en la Ciencia se percibe que el hombre siempre es efecto, nunca causa, el efecto espiritualmente mental, o idea, de la Mente divina, la única causa.

No existe una mente que obre de por sí, aparte de Dios. Aun el maestro de metafísica, Cristo Jesús, jamás pretendió tener inteligencia personal aparte de la Deidad. Libre del presuntuoso poder de la voluntad propia o de todo sentido personal de un ser aparte de Dios, Jesús sólo oía y obedecía la voluntad divina. Sus milagros no fueron el resultado de una actividad mental humana, sino simplemente la evidencia exteriorizada en su vida de su comprensión de la operación natural de la ley divina. El dijo: "De mí mismo no puedo hacer nada; según oigo, juzgo" y: "El Padre, morando en mí, hace sus obras."

Ya que la Mente es la fuente única de toda ayuda metafísica genuina, el estudiante de la Christian Science cultiva la costumbre de escuchar quieta y confiadamente la voz de la Mente divina como el medio de resolver cualquier problema. El profeta Isaías nos asegura que: "En quietud y confianza será vuestra fortaleza." La solución de todo problema se hallará escuchando las declaraciones de Dios. El Salmista proclamó (85:8): "Escucharé lo que hablará el Dios Jehová; porque hablará paz a su pueblo y a sus santos." La alegre voz del Espíritu, el sentido espiritual de la existencia que se expone en la Biblia y que la Christian Science ha interpretado espiritualmente en nuestra época, destruye todas las creencias carnales, todo temor y error de los sentidos corporales.

Mrs. Eddy, la mensajera de Dios para esta era, escuchó y oyó la voz de la Verdad más consecuentemente que ningún otro ser desde la época de Jesús. Sus escritos, incluso el libro de texto de la Christian Science, "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", fueron dictados por la Verdad. Nuestra Guía no reclamó para sí ninguna habilidad personal en la demostración de la Verdad; ella no poseía ninguna habilidad que no derivara de Dios. En su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 202), escribe: "Mi trabajo es luz reflejada — una gota procedente de Su océano de amor, de la gloria no derivada, del Esse divino." A medida que la verdad espiritual del ser inundaba su pensamiento expectante, preparado por Dios, las creencias mortales de la vida, inteligencia y substancis en la materia comenzaron a desaparecer. La nada de tales creencias se hizo patente ante la armoniosa autorevelación de la Verdad. Indudablemente, la abnegación, el amor, poder, pureza y hermosura tan aparentes en la vida de esta noble mujer no expresaron la consumación personal ni humana, sino la actividad de la ley divina.

El Científico Cristiano que reconoce el reino y gobierno del Unico y Todo divino no se esfuerza por convertirse en una persona humanamente capaz o buena, sino que cambia la creencia de la personalidad humana por la divinidad de la individualidad semejante al Cristo. A medida que se dispone a escuchar la voz de la Mente y a comprender la realidad espiritual, las creencias irreales de la depravación mortal comienzan a desaparecer. Esta desaparición se hace ver en su correcta manera de pensar, hablar, vivir y obrar.

El mal y la materialidad son irreales. De modo que en realidad el tratamiento en la Christian Science no destruye estas condiciones aparentes sino que simplemente destruye la creencia mortal en ellas y revela las buenas y perfectas condiciones de la realidad espiritual como ya existentes. El tratamiento dado por el Científico Cristiano no tiene por objeto satisfacer los deseos materiales sino resucitar y espiritualizar el pensamiento, revelar la entereza espiritual que satisface toda necesidad humana. El ánimo espiritual y confianza en las leyes y los medios espirituales disipan las sugestiones de la falta del bien o de la presencia de algo que sea ajeno al bien. La presencia actual y actividad de este espíritu del Cristo en los pensamientos y vidas de los Científicos Cristianos constituye el tratamiento eficaz para cualquier fase de ilusión que pudiera presentarse.

El Científico Cristiano que percibe claramente la naturaleza impersonal y divina del tratamiento, sabe que la parte vital de todo deseo espiritualmente correcto, de toda refutación enérgica de la creencia en la realidad del mal y de toda declaración concienzuda de la verdad, deriva de Dios, el único Ego. Sabe que el tratamiento no es ni el ejercicio tenaz de la fuerza de voluntad mortal, ni una fórmula hipnótica de la mente humana; es la corriente del infinito Amor divino que sana, restaura y redime, borrando la creencia de la discordancia mortal mediante sagrados mensajes de armonía y realidad.

Alguien podría preguntar: ¿Cómo hace el Científico Cristiano para dar un tratamiento a sí mismo o a terceros? La verdad es que de por sí no puede hacer absolutamennte nada. Sólo para Dios todo es posible, y aquello que Le es posible a Dios, El ya lo ha llevado a cabo. La obra de Dios está terminada; jamás fué incompleta. Todo el bien existe ahora, y el desenvolvimiento benévolo de este bien eterno que produce la Mente en el pensamiento humilde y sencillo del Científico Cristiano sincero, disipa cualquier ilusión o noción del pecado, la enfermedad o la carencia, ya fuere en su propia experiencia o en la de otros.

Escuchando a la Mente, el Científico Cristiano aprende que el hombre no es un ser mortal doliente sino la idea inmortal de Dios, que El conserva en su perfección y armonía originales. Percibe que el universo espiritual de Dios es el universo único y verdadero. Comprende que aquello que aparece a los sentidos mortales como un paciente mortal no es más que una creencia mortal. En su verdadera individualidad espiritual, es una idea del Espíritu, que no tiene necesidad de curación. Su único y verdadero cuerpo es la encarnación de las ideas perfectas del Espíritu, y su única consciencia o mentalidad verdadera es la Mente, Dios.

La Mente es omnipresente e infinita, y su manifestación participa de su misma naturaleza. La creencia de que pueda existir alguien que no sea receptivo al bien, o que en otras palabras no exprese lo que imparte la Mente, no es más que una sugestión falsa de que existe una mente aparte del Espíritu.

El trabajo del practicista no es una tentativa mental de refutar el error hasta que éste deje de existir ni de darle existencia a la verdad, sino de "callar y saber" lo que la voz de Dios le está diciendo. Cuando se halla tranquilo y libre de la pujanza de la presuntuosa fuerza de voluntad mortal y cuando se ve imbuído de las sagradas verdades acerca de la perfección, no puede ser sugestionado y así aceptar o creer en aquello que parece verdadero sólo para un falso sentido de las cosas.

El practicista de la Christian Science que sabe que toda la responsabilidad, el poder y la gloria pertenecen a Dios, no se ve jamás agobiado por la ansiedad o el temor, pues no se deja engañar en el sentido de creer que la habilidad para sanar es personal. Su trabajo es inspirado, libre, feliz y espontáneo. Es todo "luz reflejada"— el radiante reflejo de la Mente.

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