Hace trece años de esto, mi marido y yo hicimos una excursión a pie en las Montañas Blancas del estado de New Hampshire. Al tercer día tuvimos que interrumpir nuestra marcha a causa de una tiesura que sufrí en las rodillas, cosa que más adelante me contaron sucede a menudo a los que hacen excursiones a pie.
Por una razón u otra no volvimos a emprender una excursión semejante hasta que en el verano del año 1946 cumplimos con una promesa que le habíamos hecho a nuestros tres hijos de hacer una excursión con ellos. Habíamos proyectado estar en viaje por una semana y aunque me causaba mucho placer la idea de emprender el viaje, al mismo tiempo abrigada ciertas dudas al respecto. A medida que se acercaba la hora de partida, la voz del tentador se hacía cada vez más fuerte, y en vista de lo sucedido anteriormente comencé a preguntarme si me sería posible acabar la excursión o si no me sería aun más difícil que la primera vez. Pero me rehusé a aceptar estas sugestiones. Mrs. Eddy nos dice en Ciencia y Salud (pág. 248): "Hombres y mujeres de edad más madura y mayor experiencia debieran llegar a la madurez de la salud e inmortalidad, en lugar de caer en tinieblas o tristeza." Luego, comencé a razonar de esta manera: en los últimos años he hecho muchos progresos; he recibido instrucción en una clase autorizada de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana". y tengo la consiguiente habilidad de poner esta Ciencia en práctica de una manera más extensa; mi modo de pensar ha cambiado y sin duda he alcanzado un plano de pensamiento más elevado; por consiguiente estoy segura que esta vez seré capaz de llevar a feliz término nuestra empresa.
Así es que partimos; pero en la tarde del segundo día, una de mis rodillas comenzó a molestarme, y me sentí como Job, cuando exclamó (Job 3:25): "Me ha acontecido lo que temía grandemente." Inmediatamente percibí que lo primero que debía hacer era vencer el temor, según las instrucciones que nos da Mrs. Eddy en la página 411 de Ciencia y Salud, y al momento recordé algunos versículos de los salmos que justamente había leído la semana anterior (53:2, 5): "Dios desde el cielo tiende la vista sobre los hijos de los hombres, para ver si hay algún entendido, alguno que busque a Dios. ... Allí temblaron de espanto: para ti no hay motivo de espanto." Sin duda alguna, para mí parecía haber bastante temor, pero si a la vista de Dios el temor no existe yo no podía tener miedo a menos que creyera en una mente aparte de Dios. "Porque", como dice Pablo en su segunda epístola a Timoteo (1:7): "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de fortaleza, y de amor, y de templanza"— el espíritu "de templanza", libre de las creencias de la carne.
En ese momento me embargó una profunda sensación de confianza y bienestar y declaré en voz alta: "¡Ya no temo más esta situación!" Repetí varias veces las verdades citadas y a los pocos minutos me ví libre. En el transcurso de la semana tuve en dos o tres oportunidades la ocasión de afirmar estas verdades debido a que el mal parecía volver a repetirse momentáneamente, pero cada vez fué rápidamente rechazado y así pude completar los siete días de la excursión en excelentes condiciones y con una sensación de suma confianza y dominio.
Recientemente tuve una experiencia que quizá pueda ayudar a otros. Una tarde me ví atacada de un mal de estómago y de fuertes dolores de cabeza. Me di un tratamiento en la Christian Science, pero sin resultados. Entonces me puse a pensar sobre lo que había hecho ese día, para ver si podía descubrir algo en mi pensamiento que necesitara corrección. Recordé un pensamiento que había albergado acerca de un conocido. No había visto a este hombre desde hacía algún tiempo; un año atrás él se había visto obligado a suspender algunas de sus actividades a causa de que estaba adelgazando mucho y padeciendo de debilidad. De este pensamiento casual yo me había formado un cuadro muy vívido, a tal punto que comencé a preguntarme si a la mejor los temores de esta persona habían sido fundados y si se habría visto obligado a permanecer en casa. En ese momento me distraje con otra cosa y no pensé más del asunto, pero el cuadro que me había formado quedó grabado en mi pensamiento y parecía muy verdadero. Cuando recordé todo esto me dispuse inmediatamente a corregir esta falsa imagen. Razoné desde esta premisa: uno no sufre de una condición material ni de ninguna ley médica acerca de ella, sino de su aceptación de tales cosas, de manera que ese cuadro era en realidad un ya sueño, ya que el hombre es siempre la imagen y semejanza de Dios. Al momentó comencé a sentirme mejor y muy pronto me ví completamente libre.
Mis padres me criaron en la Christian Science y he utilizado esta Ciencia para resolver todos los problemas que se me presentaron en mis días de escuela, en la universidad y en la crianza de una familia de niños varones. Hemos experimentado muchas curaciones y en innumerables casos hemos demostrado la eficacia preventiva de esta Ciencia, de modo que si bien mi testimonio no es tan notable como otros, tengo sobradas razones de estar sumamente agradecida a Dios y a Mrs. Eddy por la Christian Science.—Brookfield, Massachusetts, E.U.A.