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Obediencia a las reglas establecidas

Del número de abril de 1951 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El que comienza a estudiar la Christian Science El nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana". puede que al principio lo haga simplemente como un lector que se preocupa sobre todo por comprender el sentido literal de sus enseñanzas. Se ve confrontado con un número de conceptos absolutos y nuevos acerca de Dios, el hombre y el universo, conceptos que quizá difieran radicalmente de los que antes tenía y de las creencias aceptadas por muchas iglesias. No obstante se regocija cada día a causa del mayor esclarecimiento espiritual que le proporciona el estudio de esta Ciencia. Es muy posible que al principio sienta la necesidad de consultar con Científicos Cristianos más experimentados y de valerse de su ayuda para solucionar sus problemas físicos o de otra índole.

Pero llega el momento en el que uno debería percibir que no basta meramente creer en las enseñanzas de la Christian Science, sino que hay que llevarlas a la práctica si es que desea convertirse en pensador espiritualmente científico. Esto exige cierto conocimiento de la letra y una demostración siempre mayor del espíritu.

La Ciencia del ser es la comprensión demostrable de lo que constituye el vivir, de manera que debe ser vivida y ejemplificada. Para quien emprenda su estudio, esta Ciencia debe ser una parte esencial de su consciente y constante modo de pensar. Si desea progresar y valerse de las bendiciones que aporta, no debe aplazar la utilización en su vida propia de las verdades prácticas de la Christian Science. A este punto en su experiencia el discípulo debería rechazar las frecuentes sugestiones de que su comprensión es limitada, y no permitir que el desprecio de sí mismo le impida aplicar en sus propios asuntos, como en los ajenos, las verdades divinas del ser que haya percibido.

Puede decirse que en el fondo uno se convierte en practicista de la Christian Science cuando comienza a aplicar o practicar sus reglas; y cuanto antes se haga esto, tanto mejor. El momento más oportuno para practicar la manera de pensar cristianamente científica es siempre el presente. Cuando uno ha percibido grandes verdades espirituales, es el momento de aplicar este conocimiento o comprensión del Cristo, la Verdad, para refutar toda y cualquiera creencia errónea.

El tiempo no es un factor indispensable en el desarrollo del estudiante de la Christian Science. No es cuestión de tiempo sino más bien de comprensión demostrada. Muchas curaciones notables son efectuadas por personas que no han estudiado mucho tiempo y cada uno debería utilizar la comprensión del Cristo sanador para disipar toda creencia engañosa.

Alquien podrá preguntar: "¿Dónde y cuándo debo comenzar?" En los problemas de aritmética la ciencia de las matemáticas provee ciertas reglas que deben aplicarse para llegar a la solución correcta. Lo mismo ocurre en la Christian Science. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, ha expuesto en su libro de texto, "Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras", ciertas reglas que deben seguir aquellos que deseen demostrar correctamente esta Ciencia. Una de estas reglas que son la base de todo pensamiento o conocimiento correcto, es la que se refiere a la infinita y actual perfección de Dios y en consecuencia a la del hombre, como reflejo o expresión de Dios.

Afirmar y comprender la perfección actual es un requisito fundamental en toda comprensión científicamente espiritual. Aquello que emana de una causa perfecta que existente de por sí, y que la expresa, está por siempre al nivel de la perfección y no se aparta jamás de ella. Mrs. Eddy lo demuestra muy claramente en la página 353 de su libro de texto, donde dice: "La perfección es la base de la realidad. Sin perfección nada es absolutamente real." De modo que nuestra consciencia del ser real es nuestro reconocimiento de la perfección infinita.

Otra regla que debería observarse es la de hacer trabajo específico contra el temor, el elemento mental más activo en cualquier manifestación de enfermedad, pecado o carencia. En esto también, percibir la totalidad e infinitud del Amor y morar en él disipa eficazmente primero la creencia del temor, luego las imágenes mentales de la enfermedad, el pecado y la limitación, negándoseles toda realidad. Abrigar siempre la consciencia de que el Amor es todo, establece la firme confianza expresada por Juan en los términos siguientes (I. Juan 4:16, 18): "Dios es amor; y el que habita en el amor, habita en Dios y Dios habita en él. ... No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor."

En su obra sanadora, el Maestro no se apoyaba en parte sobre Dios y en parte sobre los medicamentos o la materia. El sabía que la omnipotencia no comparte su propio poder. Se apoyaba sin reservas sobre el poder espiritual, sabiendo bien que él mismo lo ejemplificaba. Como lo declara nuestro libro de texto (Ciencia y Salud, pág. 228): "El humilde Nazareno refutó la suposición de que el pecado, la enfermedad y la muerte tienen poder. Demostró que no tenían poder." Esta también pues es una regla en la Christian Science: el apoyarse bajo toda circunstancia en la ley y el poder del Espíritu, sin recurrir para nada a la medicina u otros tratamientos materiales.

Otra regla sumamente importante es que toda curación debe ser inspirada por el amor a Dios y al hombre. Este es el móvil espiritual que inspira el deseo de ayudar al prójimo, sanándole. Impelido por este desea, el discípulo trabaja cada día incesantemente por la redención de su propia consciencia, a fin de que sea capaz de manifestar al Cristo en grado siempre mayor.

Siendo la Christian Science una revelación divina, las reglas expuestas en cuanto a su práctica y su demostración también son una revelación divina. Es menester entonces reconocer que para tener éxito hay que observar estrictamente las reglas establecidas, rechazándose cualquier concepto que se aparte de ellas. Es bien evidente que no hay más que una manera correcta de demostrar esta Ciencia, y esa es sin duda la indicada en nuestro libro de texto. Alejarse de estas reglas significaría aceptar algún otro método, implicando con ello la aceptación de las opiniones personales de aquellos que están en desacuerdo con el libro de texto.

Sobre este punto Mrs. Eddy declara (ib., pág. 462): "Si al fin del curso el alumno sale a practicar las enseñanzas de la Verdad sólo en parte, dividiendo su interés entre Dios y Mammon, y substituyendo la Verdad con sus propias opiniones, inevitablemente recogerá el error que siembre. Quienquiera que desee demostrar la curación de la Christian Science, tiene que atenerse estrictamente a sus reglas, tener en cuenta cada una de sus proposiciones, y avanzar desde los rudimentos fijados. No hay nada que sea difícil ni penoso en esta tarea, cuando el camino es señalado; pero sólo la abnegación, la sinceridad, el cristianismo y la persistencia alcanzan el premio, como suele pasar en todas las actividades de la vida."


Oigamos pues la conclusión de todo el asunto: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano.— Eclesiastés 12:13.

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