La Christian Science ha traído a mi vida tanto gozo y felicidad durante los últimos once años que deseo expresar públicamente mi gratitud por ella y por Mary Baker Eddy, su Descubridora y Fundadora.
Hubo un tiempo en mi vida en el que yo buscaba algo. Leía las obras de algunos de los filósofos y las de psicología e iba a diversas iglesias. Durante esos dos años ya poseía un ejemplar de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mrs. Eddy, pero no obstante de interesarme un poco, no entendía esa Ciencia. Finalmente mi salud, que iba de mal en peor, me obligó a decidirme. Fuí a ver a un practicista de la Christian Science, y cuando salí de su oficina sentía como si anduviera en el aire. De todas veras nacía de nuevo. Desde entonces y hasta la fecha la Ciencia ha sido mi único médico, y cuando la he aplicado correctamente ha satisfecho todas mis necesidades no sólo física, sino mental y financieramente también. Ha sido el medio por el cual adquirí el amable compañero de mi vida, cosa que agradezco en grado sumo.
Como un año después de haberme interesado en la Christian Science me trasladé a las regiones tropicales. Durante seis años viví aislada de los Científicos Cristianos sin que hubiera ninguna iglesia Científica de Cristo en los países de esas regiones. Pero nunca me sentí aislada de la Christian Science, gracias a la sabia previsión de Mrs. Eddy que nos dió las Lecciones-Sermones del Cuaderno Trimestral de la Christian Science, sus escritos, y las publicaciones periódicas. Estos me han capacitado para resolver todos los problemas que se me han presentado. Las veces en que para los sentidos mortales sufría algún gran dolor, sin que hubiera modo de ir a ver a un practicista, la Biblia y Ciencia y Salud han respondido a mi necesidad, y prontamente. Doy gracias con especialidad por Ciencia y Salud porque su lectura me ha traído muchas curaciones. De veras que ha abierto mis ojos y los sigue abriendo más a las verdades de la Biblia.
Entre las curaciones que he experimentado se encuentran las de quemaduras, diviesos o espinillas, disenteria amíbica, úlceras del estómago, dolores periódicos, un tumorcillo en un párpado, torcimiento del tobillo, bursitis, resfriados e impétigo. Este último aparecía tan desagradablemente que casi me causaba postración. Era tan grande mi temor que me dí cuenta de que debía de hacer yo algo. Me puse a buscar en la Biblia, mediante el diccionario de concordancias, frases como “no temáis,” y cuando hube leído los pasajes correspondientes, sentí la “paz. .. que sobrepuja todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Poco después comenzaron a desaparecer las señales físicas.
Finalmente nos trasladaron a Costa Rica en donde logré encontrar a otros Científicos Cristianos y tener el privilegio de servir en diversas capacidades durante los servicios del pequeño grupo.
Doy las gracias también por ser miembro de La Iglesia Madre y por los practicistas que me han ayudado tan amablemente en mi progreso hacia el Espíritu.— San José de Costa Rica.
