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Nuestro bautismo

Del número de octubre de 1952 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cualquier acto o experiencia por la cual se purifique uno es una forma de bautismo. La purificación del pensamiento precede a la comprensión espiritual, y por eso para curar mediante la Christian Science hay que purificar los pensamientos, los móviles y las acciones. Según se entiende en la Christian Science, el bautismo no es una idea abstracta ni es simplemente un símbolo de arrepentimiento o de purificación. Significa un cambio de modo de pensar de lo material a lo espiritual e incluye el reconocimiento de que Dios es Espíritu y de que el hombre creado por El es Su imagen y semejanza.

Cristo Jesús se sometió al rito material del bautizo según lo ejercía Juan Bautista que era un testigo o precursor del Cristo. Al someterse al rito, dijo Jesús (Mateo 3:15): “Deja ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia.” De esas palabras del Maestro se desprende que hizo esa concesión al rito material del bautizo no solamente para ajustarse a las costumbres de aquel entonces, sino también para mostrar que la doctrina del arrepentimiento que el Bautista predicaba es un paso necesario para la regeneración de la humanidad.

En un artículo titulado “Piscina y Propósito” que aparece en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, págs. 203–207), Mary Baker Eddy trata del bautismo con detalles considerables. Indica los diversos pasos o etapas del bautismo, desde el uso del agua como elemento para limpiar hasta la idea metafísica como experiencia puramente mental o espiritual. Tres grados de bautismo describe nuestra Guía en ese artículo. Al primero lo llama el bautismo del arrepentimiento y lo describe como un estado en el que la consciencia humana se da cuenta de sus propios errores y lucha por salvarse.

En tal bautismo el pecador se vuelve a Dios y con humildad profunda y arrepentimiento genuino desea vehementemente librarse del pecado. Este es un paso preliminar de purga mental por el cual algunos pasan prontamente pero en otros suele ser una experiencia que se repite antes de ser definitiva. Los que resueltamente abandonan lo viejo por lo nuevo y se mantienen vigilantes a la puerta de su consciencia, se libran del sufrimiento en exacta proporción a su reconocimiento de la naturaleza impecable e inmortal del hombre. La creencia en la mortalidad trae consigo gozo y pesadumbre, esperanza y temor, triunfo y derrota. Mientras estos elementos contrarios ocupen el terreno de nuestro estado de consciencia, no podemos reclamar superar completamente al bautismo del arrepentimiento. Pero cuando nos esforzamos en actitud de oración por ser hombres y mujeres mejores, tales esfuerzos hacen que nuestra purga mental sea un suceso feliz y no de agonía, y pronto y espontáneamente logramos levantarnos del valle del abatimiento en vez de seguir tropezando en el cieno del fracaso.

En el antedicho artículo “Piscina y Propósito” Mrs. Eddy define el segundo grado o etapa del bautismo como el bautismo del Espíritu Santo y lo describe como el medio por el cual se da a los mortales una nueva y más espiritual perspectiva de la vida. Esta perspectiva nos hace más capaces de hacer el bien, nos habilita para vencer las limitaciones y aviva nuestra espiritualidad. Así habla de este bautismo Mrs. Eddy (pág. 204): “Desarrolla la capacidad individual, aumenta la actividad intelectual y aviva nuestra sensibilidad moral de tal manera que reconocemos las grandes exigencias del sentido espiritual que reprenden a los sentidos materiales y preponderan en la consciencia humana.” El resultado de tal bautismo o purificación del pensamiento es más armonía en los asuntos humanos y un grado cada vez mayor de dominio espiritual.

Estudiando el relato que hacen todos los cuatro Evangelios de cuando Juan Bautista bautizó a Jesús, encontramos que al salir Jesús inmediatamente del agua — es decir, tan luego como abandonó el bautizo material o simbólico, le fueron abiertos los cielos. Mateo lo describe así (3:16): “Y Jesús, después que fué bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vió al Espríritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.” Lucas clarifica el relato de Mateo indicando (Lucas 3:22): “Y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma.” Mrs. Eddy dilucida esta declaración cuando define la palabra paloma en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 584): “Símbolo de la Ciencia divina; pureza y paz; esperanza y fe.”

Nuestro bautismo en la Ciencia divina es nuestro reconocimiento de que somos hijos de Dios: de la infinita habilidad de la Mente y nuestra eterna seguridad en el Alma. Este reconocimiento acaba con toda limitación, y nuestro bautismo espiritual se vuelve una experiencia sublime que nos abre las puertas a realizaciones espirituales e ilimitadas. Así amplifica la Christian Science la idea del bautismo.

Mas nos espera todavía otro bautismo: La etapa tercera y final de la purificación en la que se eliminan los sentidos materiales y la consciencia espiritual reina suprema sin que nada le dispute su reinado. Este es nuestro “entierro” o “sumersión en el Espíritu.” En esta etapa nos ilumina y nos anima el hecho de que tanto “bautismo” como “enterramiento” los define en parte Ciencia y Salud como “sumersión en el Espíritu” (véanse págs. 581 y 582).

El Alfa y la Omega es el Espíritu, no la materia. No hay entierro material para el hombre. La naturaleza del ser verdadero es espiritual, inviolable, ineluctable, sana, armoniosa e inenterrable en la materia. ¡Qué glorioso panorama de la vida revela la idea verdadera del bautismo! Paso a paso se clarifica el reino de Dios; nuestro lugar en este reino queda asegurado y la inmortalidad del hombre es cosa cierta.

Agradecemos a nuestra gran Guía, Mrs. Eddy, nos haya aclarado este importante asunto del bautismo revelándonos, como nos revela, no solamente el símbolo de la purificación, sino también la idea vital y viviente, en desenvolvimiento perpetuo, del hombre como hijo de Dios, expresada individualmente en la eterna y armoniosa “sumersión en el Espíritu.”

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