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Radicalismo espiritual

Del número de octubre de 1952 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un estudio consagrado de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. conduce directamente al estudiante a rechazar toda sugestión de enfermedad y pecado. Se considera erróneo y anticientífico coincidir con las incontables creencias aflictivas de la fisiología y la medicina. Y sin embargo, es posible que muchos de los estudiantes admitan inconscientemente la creencia en la muerte como necesaria y a veces como deseable.

Consideremos ésto por un instante. Ciertamente que no se mejora la creencia en la muerte aunque la adornemos con frases como “pasar a mejor vida.” Todavía queda como un mal, un error al que hay que hacerle frente y probar que no es real. Alguien puede decir que no podemos adoptar una posición radical acerca de la muerte. Escuchamos excusas y disculpas en defecto de su vencimiento. Pero eso no altera que todo Científico Cristiano deba declarar: “La Vida es Dios. Todo es Vida, y no hay muerte.” Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, dice a ese respecto en su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” lo siguiente que haríamos bien en considerar (pág. 430): “Cuando el hombre abandone su creencia en la muerte, avanzará más rápidamente hacia Dios, la Vida y el Amor. La creencia en la enfermedad y la muerte, tan ciertamente como la creencia en el pecado, tiende a excluir el concepto verdadero de la Vida y la salud. ¿Cuándo despertará la humanidad a esta gran verdad en la Ciencia?”

¿Cómo avanzar más rápidamente sin seguir las instrucciones de nuestra Guía de que dejemos de creer en la muerte y de esperarla? También nos dice que la base de nuestra esclavitud moral está en el temor de la enfermedad y en el amor del pecado. En cierto sentido, cada curación de una enfermedad física es un triunfo sobre la muerte y el temor en que se funda. Tras de la creencia en la carencia se esconde el temor de la muerte sin que nos demos cuenta. En su epístola a los Hebreos San Pablo habla de librar a los que, por temor de la muerte, estaban durante toda su vida sujetos a servidumbre.

Evidentemente que hoy es cuando hay que dejar de creer en la muerte o convenir en que continúe. Aplazar enfrentarnos con la falsedad de la muerte es en efecto reconocer su realidad y poder. El objeto de la Christian Science no es prepararnos para encontrar o experimentar la muerte sino para suprimirla por completo. A menudo se da como excusa que para ello se requiere tiempo, cuando en realidad, como puede verse, no es tiempo sino comprensión espiritual lo único que se requiere. Y la comprensión nada tiene que ver con el tiempo. Todo lo que se requiere es el Cristo, cada vez más conocimiento del Cristo. La Christian Science declara que Cristo actúa ahora y aquí mismo, sin principio de años ni fin de días.

Enseña la Christian Science que la Vida no está en la materia; que la supuesta vida humana es una creencia en que la vida es de por sí, por separado o independiente de Dios, y que esta creencia ha originado para sí un cuerpo material que se supone tenga vida que mora en él. La Christian Science declara que el ser real del hombre es espiritual, que tiene identidad, pero que ésta se expresa mediante su cognición o consciencia incorpórea, que es reflejo de la única consciencia infinita, o sea Dios. A medida que tú estudies y aceptes lo que declara la Christian Science, te has de hallar enteramente desposeído o privado de la creencia de que vives en un cuerpo material o de que tienes tal cuerpo y que te fija límites. Tu comprensión de tu identidad espiritualmente mental te capacita para desprenderte de las trabas finitas: Te da un concepto más libre de la Vida y de lo que tú en tu único ser verdadero representas como la expresión de esa Vida.

La importancia de ganar una comprensión demostrable de la Ciencia de la Vida es imponderable. Basando nuestro modo de pensar en que la vida actual es continua e interminable, podemos vivir en el ahora del Espíritu. ¡He aquí que el hombre es hoy mismo la ejemplificación y el reflejo de la substancia divina de la Vida! Inmortalidad significa necesariamente Vida aquí y ahora y por siempre.

Dijo Jesús (Juan 10:10): “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” ¿Cómo pues no esperar demostrar esa abundancia de vida ahora mismo? Hoy es cuando hay que saber que la vida es todo y que la muerte no es nada. Cualquier aquiescencia en la creencia y la necesidad de la muerte muestra que nos es necesario afirmarnos más en los hechos divinos de la Vida.

Escribe Mrs. Eddy en la página 426 de su libro de texto: “Si la creencia en la muerte fuera destruida, y se obtuviera el entendimiento de que no hay muerte, esto sería un ‘árbol de vida’, conocido por sus frutos. El hombre debiera renovar sus energías y esfuerzos, y ver la insensatez de la hipocresía, a la vez que aprenda la necesidad de llevar a cabo la obra de su propia salvación. Cuando se aprenda que la enfermedad no puede destruir la vida, y que los mortales no se salvan del pecado o de la enfermedad por la muerte, este entendimiento nos despertará a una vida nueva.” Y continúa: “El abandono de toda creencia en la muerte así como del temor de su aguijón elevaría la norma de la salud y de la moral social muy por encima de su nivel presente, y nos capacitaría para levantar muy alto el estandarte del Cristianismo con una fe inquebrantable en Dios, en la Vida eterna.”

El hombre es la expresión de lo que es la Vida. El proclama y da testimonio del hecho de que la Vida es eterna e indestructible. Era la percepción de Jesús de que su entidad eterna era la de Cristo y de que la muerte no era nada, lo que lo capacitaba para decir (Juan 5:24–26): “En verdad, en verdad os digo, que quien oye mi palabra, y cree a aquel me envió, tiene vida eterna, y no entra en condenación, sino que ha pasado ya de muerte a vida. En verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y ahora es, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyen vivirán. Pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo que tenga vida en sí mismo.”

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