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Dios alimenta al hombre

Del número de abril de 1952 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En una ocasión, cuando Jesús enseñaba a las multitudes, los instó a que trabajaran, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. Sus oyentes mostraron interés, pero antes de creer por completo exigían una señal o prueba. Replicaron que sus padres habían comido maná en el desierto, implicando con ello: ¿qué puede hacer este nuevo maestro, Jesús? Les contestó el Maestro: “No fué Moisés quien os dió el pan del cielo; mi Padre empero os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo, y da vida al mundo.” Y añade la narración: “Ellos por tanto le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Díjoles Jesús: Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca jamás tendrá sed” (Juan 6:32–35). Cristo es el pan verdadero que alimenta al mundo con la ley de Dios que sustenta, o sea la ley de la Vida. La humanidad tiene hambre y sed, no solamente de alimento y bebida, sino también de una vida mejor, de salud, de armonía, progreso y felicidad. Nuestro Padre celestial alimenta a Su creación constantemente con el nutrimento del Amor y con el vigor de la Vida inagotable.

¿Qué puede ser más alentador para el género humano que comprender que existe una ley divina en acción incesante para bendecir, y que esa ley suministra a todos y cada uno las más ricas substancias esenciales de la Vida — las ideas espirituales de Dios? La Christian Science nos capacita para percibir que los hijos de Dios incluyen, como Su reflejo que son, substancia, armonía, bondad, salud, libertad, inteligencia y bienaventuranza eterna. Y estos elementos son indispensables para la perfección ininterrumpida del universo de Dios, incluso el hombre espiritual individual. Las cualidades esenciales e ideas del Amor se imparten libremente para el sostenimiento, el progreso y el bienestar espiritual del ser que constituye el hombre.

En el universo del bien infinito que es Dios ninguna idea recibe más favores del Padre que otra. Todas participan por igual en el desenvolvimiento de la munificencia inacabable del Amor, en la expresión de la actividad inmortal y la integridad de la Vida. Dios alimenta perennemente al hombre, Su imagen y semejanza, con el nutrimento espiritual de la Mente — las ideas de la perfección — que imparte fortaleza, belleza, servicialidad, sabiduría y gozo. Esta divina actividad, esta perpetua alimentación del hombre con la substancia infinita de las ideas de la Mente, persiste desde la eternidad hasta la eternidad, y su beneficencia inconmensurable se halla asequible a cada uno de nosotros este mismo instante en el grado en que abandonemos las limitaciones de los sentidos materiales, reclamemos nuestro patrimonio espiritual como hijos de Dios, y despertemos a la realidad del ser.

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