En una ocasión, cuando Jesús enseñaba a las multitudes, los instó a que trabajaran, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. Sus oyentes mostraron interés, pero antes de creer por completo exigían una señal o prueba. Replicaron que sus padres habían comido maná en el desierto, implicando con ello: ¿qué puede hacer este nuevo maestro, Jesús? Les contestó el Maestro: “No fué Moisés quien os dió el pan del cielo; mi Padre empero os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo, y da vida al mundo.” Y añade la narración: “Ellos por tanto le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Díjoles Jesús: Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca jamás tendrá sed” (Juan 6:32–35). Cristo es el pan verdadero que alimenta al mundo con la ley de Dios que sustenta, o sea la ley de la Vida. La humanidad tiene hambre y sed, no solamente de alimento y bebida, sino también de una vida mejor, de salud, de armonía, progreso y felicidad. Nuestro Padre celestial alimenta a Su creación constantemente con el nutrimento del Amor y con el vigor de la Vida inagotable.
¿Qué puede ser más alentador para el género humano que comprender que existe una ley divina en acción incesante para bendecir, y que esa ley suministra a todos y cada uno las más ricas substancias esenciales de la Vida — las ideas espirituales de Dios? La Christian Science nos capacita para percibir que los hijos de Dios incluyen, como Su reflejo que son, substancia, armonía, bondad, salud, libertad, inteligencia y bienaventuranza eterna. Y estos elementos son indispensables para la perfección ininterrumpida del universo de Dios, incluso el hombre espiritual individual. Las cualidades esenciales e ideas del Amor se imparten libremente para el sostenimiento, el progreso y el bienestar espiritual del ser que constituye el hombre.
En el universo del bien infinito que es Dios ninguna idea recibe más favores del Padre que otra. Todas participan por igual en el desenvolvimiento de la munificencia inacabable del Amor, en la expresión de la actividad inmortal y la integridad de la Vida. Dios alimenta perennemente al hombre, Su imagen y semejanza, con el nutrimento espiritual de la Mente — las ideas de la perfección — que imparte fortaleza, belleza, servicialidad, sabiduría y gozo. Esta divina actividad, esta perpetua alimentación del hombre con la substancia infinita de las ideas de la Mente, persiste desde la eternidad hasta la eternidad, y su beneficencia inconmensurable se halla asequible a cada uno de nosotros este mismo instante en el grado en que abandonemos las limitaciones de los sentidos materiales, reclamemos nuestro patrimonio espiritual como hijos de Dios, y despertemos a la realidad del ser.
Algo de esta verdad científica ha de haber percibido el Salmista cuando declaró (37:3): “Espera en Jehová, y haz bien; [así] vivirás en la tierra, y en verdad serás alimentado.” El hombre alimentado por Dios está en posesión de las riquezas verdaderas de la Vida, los recursos inmutables del Alma.
Aunque la Ciencia revela que Dios imparte constantemente al hombre todo lo que hay de bueno y puro, la falsa creencia por otro lado trata de engañar a los mortales haciéndoles creer que la consciencia y el cuerpo humanos son susceptibles de ingerir el veneno y mesmerismo del mal, o sea la mente mortal, perdiendo así su consciencia de la salud y del bienestar. La Christian Science nos capacita para exponer tal mentira y vencer sus efectos que se manifiestan en pecado, enfermedad y muerte. Es importante comprender que la enfermedad es producto de la mente carnal. La enfermedad no existe de por sí: es maleza que se nutre en el terreno de los pensamientos mortales. Ese falaz nutrimento que ocasiona enfermedades incluye temor, lujuria, cólera, venganza, irascibilidad, ingratitud, egoísmo y el engaño común de que alguien puede inadvertidamente o a sabiendas volverse el medio u objeto de la enfermedad. Cuando mediante la Christian Science quedan vencidas tales creencias de la mente mortal, desaparece la enfermedad por falta de nutrición.
Si alguien brega con alguna enfermedad, desengaño o calamidad en su experiencia humana, la duración de la dificultad, el grado de sufrimiento y el desenlace final dependen de la proporción en que alimente tal error con temor, lástima de sí mismo, inculpación u otro pensamiento erróneo. El erróneo pensar debe ser corregido; entonces cesa de alimentar a la discordancia, impidiendo que siga desarrollándose en la experiencia de la víctima.
Pero la práctica de la Christian Science no termina con atajar la falsa creencia. Incluye un elemento espiritual y positivo que hay que utilizar, una parte integrante de tal práctica que es indispensable para ultimar toda curación: Hay que percibir y entender la verdad tan claramente que la realidad pura de la Mente infinita disipe toda sugestión de temor o enfermedad y establezca en el cuerpo la armonía y la salud.
Al topar con algún grave problema físico, ¿parece imposible darnos cuenta clara y cabal de las cosas espirituales, de la omnipotencia de Dios y de la infalibilidad del Principio? De momento así puede parecer de difícil al que sufre, pero en la Ciencia o realidad del ser permanece indisputable e inalterable el hecho de que Dios es todo y abarca todo, y esa verdad omnipresente actúa en la consciencia humana para eliminar el temor de la enfermedad. Tiene uno que cifrar toda su confianza en que la Mente divina es la prepotencia curativa infalible e infinita.
Al tomar una actitud espiritual positiva en la obra sanativa, tenemos que aplicar la verdad de la Christian Science en todas sus fases indicadas en el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.” En la página 248 de este volumen divinamente inspirado escribe Mary Baker Eddy: “La Mente inmortal alimenta el cuerpo con frescura y belleza supernas, suministrándole bellas imágenes del pensamiento y destruyendo los sufrimientos de los sentidos, que cada día se acercan más a su propia tumba.”
Admitir y utilizar la grandiosa verdad del ser de que “la Mente inmortal alimenta el cuerpo con frescura y belleza supernas, suministrándole bellas imágenes del pensamiento,” es comenzar a desvanecer las erróneas creencias que pretenden fomentar los males del cuerpo. La Mente inmortal nutre al hombre con las ideas puras de Dios que refrescan, vigorizan y sostienen nuestro ser. Cuando uno se compenetra de que la Mente alimenta la consciencia individual “con frescura y belleza supernas,” entra en posesión efectiva de las expresiones dinámicas del ser que brotan de la fuente de la Vida y que el Amor suministra para restablecer y revivificar los pensamientos constitutivos del hombre humano.
La Mente infinita alimenta su creación con sus propias cualidades, elementos y substancia que constituyen la identidad espiritual del hombre individual. Todo lo que la Mente divina imparte es sano, fortalecedor, positivo y útil. Nunca podría la Mente divina impartir ni una mínima cualidad o condición del error o de la enfermedad puesto que tales discordancias no existen en la Mente perfecta. A medida que nos ponemos a reflexionar sobre esta sublime verdad cristianocientífica de que la Mente suministra incesantemente a nuestra consciencia belleza, grandeza, armonía y perfección, aplicando este hecho espiritual a cuanto necesitamos, podemos esperar que ocurran cambios admirables en la experiencia nuestra al ceder el error ante la energía curativa de la Mente infinita.
No debemos esperar nuestra salud de lo que es material, porque la salud es un estado de consciencia espiritual. No debemos buscar en el cuerpo el modo de librarnos del dolor, porque el Alma es la fuente armoniosa de todo ser. No debemos confiar en los ojos u oídos físicos para ver u oir perfectamente, porque es la Mente la que oye y ve como tal, y la Mente gobierna las facultades del hombre. Escribe nuestra Guía (ibídem, pág. 214): “Cuando se aprenda que es el sentido espiritual, y no el material, el que transmite las impresiones de la Mente al hombre, entonces la existencia se entenderá y se reconocerá como armoniosa.”
Cada verdad revelada mediante los escritos de Mrs. Eddy y los pasajes inspirados de la Biblia nos nutre con el pan vigorizador de la Vida. Por lo cual las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Christian Science, tan supremamente importantes, son alimento cotidiano indispensable para nuestras vidas. Como una madre se esmera en proveer a su pequeñuelo alimento puro y nutritivo para fortalecerlo, así nuestro Padre celestial provee nutrimento espiritual que nos capacita para crecer en la gracia, donaire y virtud y para reflejar la comprensión espiritual mediante la cual se nos capacita para vencer los pecados y las dolencias.
Fué a principios de su ministerio cuando Jesús enseñó a los que le seguían a que no anhelaran o se afanaran por la comida que perece — las seductivas fullerías de las creencias mortales — sino que apetecieran la comida que a vida eterna permanece, el pan del cielo, las ideas puras de Dios. Y hacia el final de su ministerio amonestaba a Pedro cariñosamente (Juan 21:17): “Apacienta mis ovejas.” Pedro era así constreñido no sólo a recibir con humildad la verdad, sino también a impartirla obedientemente. El Maestro lo había nutrido con la substancia del Espíritu, y una vez favorecido con tan gloriosa experiencia, a Pedro le tocaba proceder a impartir y compartir sus bendiciones con los demás. “Apacienta mis ovejas.” Esta mandato debe haber repercutido en sus oídos durante todo su ministerio subsiguiente. El Maestro se lo reiteró tres veces en respuesta a la triplemente repetida afirmación de que Pedro amaba al Cristo. Para apacentar en verdad a las ovejas debe haber una previa preparación profunda y concienzudamente analítica del corazón amante del Cristo.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles se narra que el día de Pentecostés Pedro y los otros discípulos recibieron el Espíritu Santo, la inspiración de la Verdad y del Amor, para predicar el reino de los cielos y curar a los enfermos. Y hoy es igualmente perentorio ese “apacienta mis ovejas.” Existe un sinnúmero de dignos buscadores de ayuda celestial, la curación espiritual que promete la Biblia. Anhelan nutrirse con la comida que a vida eterna permanece, alimentarse con el pan que desciende del cielo. Cada estudiante resoluto de la Christian Science ha de regocijarse en la tarea que Dios le asigna de seguir los pasos de los discípulos y apacentar las ovejas, los buscadores y merecedores de la Verdad. De ese modo ejemplificará en cierto grado las palabras escriturales (Prov. 10:21): “Los labios del justo nutren a muchos.”
En la amada poesía de Mrs. Eddy intitulada “Apacienta mis ovejas” (Poems, pág. 14) hay una oración que pide humildad y obediencia para cumplir con el mandato del Maestro de dominar la voluntad humana y despertar a la eterna presencia del Amor, concluyendo con la súplica:
“Los hambrientos, buen Pastor,
nutre y dales paz
mientras se tarda el albor:
que emblanquezcan haz.”
El Alma o Espíritu alimenta al hombre con la substancia infinita de la Vida. Ojalá que acudamos cada vez más al Padre en busca de Sus ideas espirituales que nos nutren, en solicitud de la substancia de la inteligencia, la salud y la armonía, o sea el pan a que se refería Jesús cuando exclamaba: “Mi Padre os da el verdadero pan del cielo.”
