Yo me he interesado en la Christian Science desde hace unos veintiseis años. Ella ha resuelto nuestros problemas financieros y físicos incontables veces.
Durante más de veinte años, mi vida de casada ha sido de mutua felicidad, contentamiento y satisfacción. Yo creo que esto constituye una demostración de mi parte, pues temía que nuestro matrimonio no tuviera éxito en vista de mi modo de ser. De ayuda inestimable a este respecto ha sido mi conocimiento de que en el universo del Amor nadie hay que se sienta ofendido porque no hay nadie que ofenda; también saber que la Mente infinita es todo y que la mente mortal no es nada ha servido para disipar a diario las creencias erróneas que se relacionan con la escuela y los negocios.
Nuestros tres hijos se han criado en la Christian Science y han experimentado muchas curaciones rápidas. Un número de afecciones han sido evitadas y otras que se supone sean contagiosas han sido vencidas, al presentarse, antes de que terminara el plazo fijado por la ley para dar parte al departamento de salubridad pública. De la fiebre escarlatina, a la que yo temía con especialidad, sanaron prontamente nuestras dos hijas, así como de viruelas locas y de las paperas. Nuestro hijo sanó instantáneamente del sarampión. Un chichón con que nació, en la frente, y que parecía crecer durante el primer año por lo cual nos precavió el médico de que tendría funestas consecuencias si no lo extirpaban, se desvaneció. Para ésto yo no solicité tratamiento específico, simplemente declaraba diario (mentalmente) que no existía ni causa ni ley que lo fundamentara, ni substancia en que apareciera puesto que Dios, el bien, es la única causa, sin que haya otra ley que la Suya ni otra substancia que el Espíritu.
Nuestra hija mayor sanó de persistentes dolores de estómago y de un sacudimiento espasmódico de un hombro que mucho me hacía temer por su salud. Su vista que parecía defectuosa (se cubría un ojo cuando leía), al examinarla minuciosamente un oculista después de haber ella recibido dos tratamientos de la Christian Science, la declaró perfectamente normal. Unos agudos dolores periódicos de que padecía nuestra segunda hija y que mi esposo creía que eran síntomas de apendicitis, cesaban instantáneamente a cada tratamiento hasta que desaparecieron por completo. También sanó rápidamente de eczema esta misma niña al nacer.
Hace varios años yo experimenté una curación que ha servido mucho para animarme cada vez que algún mal no cede pronto al tratamiento. Era preciso que fuera yo a cierto centro comercial muy apiñado a arreglar un negocio. No me sentía bien cuando salí de casa, y al terminar mi negocio enfermé a tal grado que creía imposible regresar a casa sin que alguien me ayudara. Esto pasó poco después de que la creencia en la escarlatina había tratado de pegarse en nuestro hogar. Telefonee al practicista que había curado a nuestros hijos, y en unos cuantos minutos cesó la fiebre sin dejarme ni un vestigio de debilidad. Era como si hubiera yo cambiado mi abrigo viejo por uno nuevo. Tras de caminar una hora en tranvía tuve que andar varias cuadras, pero parecía que yo flotaba en vez de andar, de tan gozosa que me sentía con el ánimo levantado.
Doy gracias a Dios por Cristo Jesús, Ejemplificador del camino, y por el amor desinteresado y la devoción con que Mrs. Eddy estableció la Christian Science y sus actividades correlativas, por nuestros conferenciantes y por nuestros fieles practicistas.— Wauwatosa, Wisconsin, E.U.A.
