En el libro de texto de la Christian Science,Nombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” nos dice nuestra amada Guía Mary Baker Eddy (pág. 390): “Es nuestra ignorancia de Dios, el Principio divino, lo que produce la discordancia aparente, y el entendimiento correcto de El restaura la armonía.” Lo que llamamos experiencia humana de alguien es, en cualquier momento, sólo la expresión de su actual estado de consciencia humana. En una consciencia humana llena de temor, resentimiento, creencias supersticiosas u otros errores de los sentidos materiales,— todo esto el resultado de la ignorancia humana de Dios,— la consiguiente experiencia humana ha de expresar tales creencias falsas en forma humana de discordancia, inarmonía, enfermedad, carencia y otras erróneas manifiestaciones. Pero cuando la consciencia humana está llena de la comprensión de la verdad del ser, la comprensión espiritual de la verdadera naturaleza de Dios y del hombre como Su hijo amado, tal comprensión se manifiesta en una humana experiencia de armonía, felicidad y salud.
La demostración del Cristo que Jesús llevó a cabo, revelando la verdad tocante a Dios y el hombre, halló su manifiestación en su experiencia. Este Cristo, la Verdad, que Jesús ejemplificó tan plenamente, nos lo ha revelado Mrs. Eddy mediante la Christian Science. A medida que crecemos en la comprensión espiritual de tal revelación de la Verdad del ser,— la verdad de Dios y Su creación, el hombre y el universo,— también nosotros empezamos a disfrutar de una experiencia más armoniosa. El Cristo, que nuestro libro de texto define como “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado” (pág. 583), hace a quien lo acoja de buen grado un hombre o mujer mejor de lo que era antes.
El corazón de los Científicos Cristianos rebosa en gratitud hacia Mrs. Eddy por su descubrimiento de la Christian Science que Dios le inspiró. Esta verdad científica que revela la idea auténtica de Dios y el hombre le advino en una hora de extrema necesidad, trayendo consigo el restablecimiento de su salud de los efectos de un accidente que el médico que la atendía había pronunciado fatal. Al persistir pacientemente en su investigación científicamente analítica de las Escrituras, la revelación de la Verdad continuó ensanchando su comprensión y con este ensanchamiento ocurrió la transformación gradual de su experiencia humana, antes llena de enfermedad, soledad, falta de amigos y de hogar, carencia de recursos, escasez y aflicciones, y ahora llena de salud, felicidad y bienestar.
Los Científicos Cristianos no idolatran a Mrs. Eddy en ningún sentido, sino que la reverencian agradecidos de todo corazón. Aceptando su descubrimiento, también ellos han logrado demostrar en gran parte la salud y armonía del ser que trae consigo la comprensión de Dios que revela la Christian Science. Esta Ciencia viene transformando el modo de pensar humano eliminando de la consciencia individual todo lo que no sea semejante a Dios, el bien infinito y siempre presente, transformando así la experiencia humana.
El Principio divino de tal Ciencia es Dios — Mente, Espíritu, Alma, Vida, Verdad y Amor divinos. Estos siete sinónimos de Dios que da Ciencia y Salud sirven para definir la naturaleza divina, haciéndola comprensible. En la medida en que conozcamos a Dios y lo amemos entendiéndolo, tal conocimiento y amor bien entendido comienzan a transformar nuestros pensamientos y, en consecuencia, nuestra experiencia. Nos dice Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 162) que “el efecto de esta Ciencia es incitar la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda ceder a la armonía de la Mente divina.” Es el Cristo, la Verdad, o sea la revelación que Dios imparte de Su naturaleza divina a la consciencia humana receptiva, lo que efectúa tal cambio de una base material a una espiritual.
Es ese esclarecimiento que el Cristo, la Verdad, produce en la consciencia humana lo que sana en la Christian Science. En realidad la Christian Science revela el hombre en lugar de curarlo. El hombre como imagen de Dios no necesita curación más de lo que la necesita Dios, fuente u origen de su ser. Pero hay que despertar a la mente humana de su sueño de vida en la materia para que perciba la realidad de la vida en el Espíritu. Este esclarecimiento espiritual es también lo que constituye la curación en la Christian Science. He aquí la luz de la Verdad y del Amor siempre presentes que alumbra al universo y al hombre, que revela a la consciencia humana la idea verdadera del hombre y el universo como reflejo divino.
El hombre existe únicamente como reflejo divino. Reflejando a Dios, el hombre manifiesta la inteligencia, la sabiduría, comprensión, percepción y perspicacia de la Mente divina. Manifiesta la animación, substancia, abundancia, afluencia — todo lo que incluye el Espíritu infinito que lo incluye todo. Expresa el gozo, la irradiación, gracia, belleza, armonía, grandeza, paz, satisfacción, simetría, forma, lineamiento y color del Alma. Muestra la honradez, integridad, justicia, misericordia, el orden y gobierno infalible del Principio divino. El hombre posee, por reflexión, la eternalidad, continuidad, invariabilidad y perfección inalterable de la Vida; la realidad, unidad o indivisibilidad, exactitud y precisión de la Verdad; la compasión, perfección, ternura, amabilidad, cortesía, consideración, consistencia y constancia del Amor divino.
Estas cualidades de Dios, reflejadas, son la evidencia de la única substancia del hombre real. Para demostrarlas es preciso expresarlas primero. Si se siente uno tentado a creerse la expresión de la ignorancia o de la falta de comprensión, que reclame como suyas la divina inteligencia y la comprensión espiritual procurando encarnar él mismo estos atributos de la Mente. Si se siente tentado a creer que puede ser la expresión de carencia o escasez, que reclame como suyas la abundancia y la naturaleza infinita del bien, la substancia del Espíritu, regocijándose así en la afluencia de su Dios. Si se siente uno tentado a creer que puede ser la expresión de lo que es feo o inatractivo o la víctima del pecado o la enfermedad, de la infelicidad o congoja, que reclame como suyas la integridad, armonía, hermosura, gozo, felicidad, irradiación, satisfacción y salud del Alma y se ejercite en reflejar tales cualidades.
Si alguien se siente tentado a creer que puede ser víctima de algún accidente o desastre, que puede estar sujeto a las leyes de la materialidad o al desorden de la mente mortal, que reclame como suyas la legitimidad, ecuanimidad, el orden y gobierno del Principio divino esforzándose por demostrarlos. Si se siente uno tentado a creer en los efectos de la edad, del cambio, deterioro, comienzo y fin, de los días en que nacer y los de en que morir, de aflicción o pérdida, que reclame como suyas la eternalidad y continuidad de la Vida y empiece a demostrar esa Vida eterna aquí y ahora mismo. Si uno se siente tentado a creer las mentiras, falsedades y errores de los sentidos materiales, los díceres engañosos de la mente mortal, que reclame la verdad invariable como suya y sepa sólo la verdad respecto a él y a los demás. Si se siente tentado a ser presa de la irritación, el resentimiento, los celos, la envidia, el odio o la imperfección, o a ver que otros expresan tales defectos, que se vuelva de todo eso inmediatamente y reclame como suyas la amabilidad, paciencia, regocijo y amor desinteresado, la paz del Amor divino, y que comience a demostrarlos.
Cierta estudiante de la Christian Science que se había quedado sola por haber fallecido el objeto de su amor, se halló llena de lástima de sí misma, bajo la impresión de una injusticia y con profundo pesar y angustia. Al observar claramente que la demostración de tan negativas cualidades no le proporcionaba lo que necesitaba humanamente, volvió espaldas a ellas y se puso a procurar con ahínco demostrar las cualidades de Dios de las que esas negativas eran su supuesto contrario. Comprendió que lo que realmente necesitaba era expresar gozo y felicidad, reflejar amor desinteresado y entender que el Amor divino no le deparaba soledad y aflicción.
Al principio no le fué fácil manifestar esas cualidades genuinas. Tuvo que reclamar su gozo y felicidad y casi forzarse a expresarlos; pero morando persistentemente en la comprensión de la verdad de que tales cualidades divinas eran parte esencial de su ser verdadero como reflejo de Dios, y esforzándose por practicarlas, logró que apareciera espontáneamente su expresión. Practicaba de ese modo lo que la Christian Science le había revelado ser la naturaleza del hombre, el reflejo de los atributos divinos de Dios, la substancia de su ser. Hoy la conocen sus amigos como la expresión espontánea del gozo, la felicidad, la jovialidad, la estimación agradecida de cuanto hay de bueno, y como una que realmente se regocija en la afluencia del Amor divino.
Sea lo que fuere lo que la creencia mortal pretenda que le falta al Científico Cristiano, éste discierne que tal falta nunca es de algo material. Es siempre falta de comprensión espiritual de la idea verdadera de la substancia, que es en todo caso espiritualmente cualitativa mas nunca materialmente cuantitativa. ¿Es inteligencia, sabiduría, comprensión, gozo, felicidad, abundancia, paz, ecuanimidad, amabilidad u otro atributo de Dios lo que parece faltarnos? Reclamemos como nuestro todo lo que es de Dios y ejercitémonos en la práctica de Su reflejo perfecto. Ejercitarse en reflejar o manifestar estos atributos divinos es practicar la Christian Science. Es sacar a luz, hacer humanamente perceptible, el hombre a imagen y semejanza de Dios. Así pone de manifiesto la Christian Science la idea verídica de la substancia para que la demostremos abundantemente.
Lo que la humanidad necesita con urgencia, individual y colectivamente, es comprensión espiritual. Su hambre, indigencia y falta de salud son hambre espiritual, indigencia de lo espiritual, falta de bienestar. Un estado de consciencia humana lleno de temor, odio, amargura, vengatividad, avaricia, lujuria, malicia, celos, envidia, rivalidad, soberbia, amor propio y voluntariedad, lástima de sí mismo, congoja, improbidad y sus similares está lleno de nada o sea que no contiene más que error. Su negativa substancia no puede encontrar humanamente otra expresión que la de carencia, escasez, enfermedad, pecado, frustración, etcétera. La substancia de los pensamientos del género humano es la substancia de su experiencia humana.
Para curar al mundo de su hambre, su aversión o animadversión, sus desavenencias, enfermedades y malas condiciones hay que leudar toda la consciencia humana con la luz del Cristo, la Verdad que revela la Christian Science. La comprensión de Dios y el hombre tiene que hallar su expresión en un estado de consciencia lleno de ideas de Dios. Sus atributos y cualidades espirituales han de reflejarse conscientemente. La consciencia humana debe rebosar y reflejar amor, bondad, gozo, confianza, paz, armonía, ecuanimidad, desinterés, ternura, misericordia, justicia, rectitud y otras cualidades de la Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor divinos que hay que entender espiritualmente, vivir y demostrar en la experiencia de los hombres individual y colectivamente si ha de sanar el mundo, corrigiendo sus males. El poder transformador del Cristo, la Verdad, comprendido espiritualmente, debe impregnar la consciencia humana hasta que lo humano ceda a lo divino en tal transformación, desapareciendo así para dar lugar a la plena demostración del ser armonioso.
De acuerdo con la amonestación del Maestro (Mateo 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura,” conviene que uno examine sus pensamientos para cerciorarse de si se halla entre los que van en pos de las cosas materiales o de la comodidad que prometen, o si se encuentra entre los que buscan “primeramente el reino de Dios, y su justicia.” Quienquiera que luche por aprovecharse de la Christian Science a fin de adquirir, se ha de hallar luchando talvez en vano contra las limitaciones materiales y los temores humanos.
La comprensión espiritual de la idea verdadera de Dios y el hombre es el reino de Dios; tal estado de consciencia espiritual no necesita preocuparse por las cosas, porque para quien esté claramente consciente de Emmanuel o “Dios con nosotros,” del bien o lo bueno como siempre presente, esa consciencia de la realidad del ser verdadero encuentra su expresión en plena provisión de cuanto se requiera humanamente. No es preciso adquirir a fin de poseer; basta comprender lo que en realidad ya es uno: el reflejo ilimitado del bien ilimitado.
Sólo la comprensión espiritual, el conocimiento de Dios, puede desvanecer el mesmerismo de los sentidos materiales con sus pecados, enfermedades y la muerte, su carencia y escasez. Mudémonos mentalmente del reino de lo finito y transitorio, de lo material y limitado, al reino de la infinitud y eternalidad del Espíritu, en el que el hombre mora siempre a una con Dios, reflejando Sus cualidades, la substancia infinita de cuanto hay de bueno.
