Mi gratitud por la Christian Science es sumamente grande. Esta enseñanza bendita ha cambiado toda mi vida, me ha hecho sana, feliz, intrépida y optimista, y me ha impartido confianza. A medida que iba comprendiendo la verdad, desaparecían los efectos de la meningitis, y he experimentado y visto muchas otras curaciones.
Los alumbramientos de nuestro cuatro hijos fueron normales y sin dolor no obstante que el doctor había precavido que peligraba mi vida y la de los nenes. Uno de nuestros gemelos se enfermó gravemente a la edad de siete meses. Un pariente nuestro mandó por el doctor y éste diagnosticó el caso como pulmonía doble y recomendó fuera trasladado el niño a un hospital porque su estado era grave. El mismo doctor creía que los otros niños tenían tos ferina. Entonces recurrí a un practicista de la Christian Science y en pocas horas sanó este niño sin convalecencia y los otros tres recobraron su salud rápidamente.
Cuando el pequeñuelo yacía gravemente enfermo, vinieron a mí estas palabras (Salmo 138:8): “Jehová completará por mí lo que ha comenzado.” Durante la noche me anonadó la ansiedad. En tal estado, tomé mí Biblia y topé con ese pasaje. Ya lo conocía pero no sabía donde estaba. Eso me dió consuelo y la convicción de que todo estaba bien, que la vida del niño estaba “escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3).
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