“El dar en el servicio de nuestro Hacedor no nos empobrece, ni nos enriquece el retener” (Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, pág. 79). Hace mucho que he deseado expresar en nuestras publicaciones periódicas mi gratitud por la primera curación que experimenté en la Christian Science al leer el libro citado. De niña nunca fuí muy robusta, y fuí enfermiza durante toda mi juventud. Yo había llegado al punto en el que no tenía fe en que curaran los medios materiales, y me había retirado de mi iglesia de entonces porque nada parecía responder a mi necesidad.
Alojábame en casa de una Científica Cristiana cuando adolecía de grave bronquitis crónica, un desorden estomacal e intestinal, dolores de cabeza y una neurastenia severa; entonces resolví, como último recurso, recurrir a la Christian Science y pregunté a la casera si me podía prestar su libro. Me dió a leer un número de The Christian Science Monitor mientras iba a traerme un ejemplar de Ciencia y Salud. Después de haber leído el periódico perdí algo del antagonismo que sentía hacia lo que yo suponía que era la Christian Science.
A poco de empezar a leer Ciencia y Salud, comprendí que todo era verdad y conforme a la Biblia, y pensé que si lograba sanar dedicaría mi vida a ayudar a que los demás encontraran esta verdad. Inmediatamente me advinieron las palabras: “Ya estás sana.” No quedó ni un vestigio de la tos, calentura, dolor de cabeza, ni de mis otros malestares. También se desvaneció mi temor de la tuberculosis. Quedé libre, sana y fuerte. Desde entonces, son muchas las pruebas que he tenido del poder de la Christian Science para curar; he experimentado protección contra accidentes y he hallado que Dios es un auxilio siempre presente.
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