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El lugar seguro

Del número de abril de 1952 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Resguardada con seguridad por las montañas adyacentes, se extiende por el litoral del Pacífico en los Estados Unidos una región pequeña que se distingue por ser peculiarmente propicia para el cultivo del lirio con éxito. Allí, a salvo de rudos ventarrones y bruscos cambios de temperatura, este símbolo de pureza en el reino de las flores se desarrolla naturalmente a plena madurez y belleza. Tal ejemplo de armonioso florecer evoca el orden divino de desenvolvimiento en el reino de Dios en el que toda la creación se mantiene eternamente pura, perfecta y segura.

En lo más recóndito del corazón humano alienta el anhelo de hallarse así de seguro. Hoy más que nunca la humanidad se da crecientemente a buscar modos y medios de conseguir tal seguridad. Son legión los que hablan de ello, y, en lo particular como en grupos bien organizados, procuran con ahínco hacer algo en tal sentido. Los estadistas y los hombres de ciencia material velan y se desvelan en bien intencionados esfuerzos por atinar, y la esperanza asciende y vuelve a ascender, sólo para tornarse en duda, desaliento o desesperación al reconocer que las invenciones de los hombres que por un lado prometen seguridad, por el otro indican destrucción.

Pero ¿hacía dónde mira la humanidad? Mayormente hacia el reino material; dentro de ciertos límites nacionales o raciales, a las leyes humanas, su gobierno, sus normas; a las ciencias o inventos materiales; a la prosapia, el medio ambiente o las ventajas educativas; a la posición social o financiera; o a las armas materiales y la fuerza física. Desde tiempos inmemoriales se ha cifrado la fe en los modos y medios materiales sólo para encontrarlos faltos. La Christian Science enseña que la seguridad cierta y permanente se halla únicamente en el Espíritu. Aconsejaba el sabio Rey Salomón a su pueblo (Prov. 3:5, 6, 23): “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu mismo entendimiento: tenle presente en todos tus caminos, y él dirigirá tus senderos. ... Entonces andarás con seguridad en tu camino.” Es inconcebible que el que incluye en Su amor los lirios del campo pudiera dejar de proveer seguridad para Sus hijos.

Los estudiantes de la Christian Science recurren lógicamente a la Biblia y a los escritos de su inspirada Guía, Mary Baker Eddy, en busca de luz respecto a la seguridad del hombre. El primer libro de la Biblia trata imponentemente de la seguridad en el caso de Noé que, según dice, “era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos” (Gén. 6:9). No fué pues por mera casualidad que Dios haya escogido a Noé ordenándole construyera un arca en la que él y todo cuanto le fuera caro se refugiaran contra el diluvio que cubrió toda el haz de la tierra. Analizando el relato, no hallamos nada que indique que al encresparse el diluvio haya peligrado la vida de este patriarca amante de Dios ni la de los que con él ocuparon el arca. La narración nada implica de que a última hora Noé haya apelado a Dios invocando Su protección; lo que sí implica es que Noé obedeció estrictamente a Dios en cuanto le ordenó y que confió invariablemente en El. ¿No es a tales a los que se refiere el Salmista cuando canta (112:4, 7): “Para el recto se levanta luz en medio de tinieblas: ... No temerá a causa de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová?”

En el Glosario de su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mrs. Eddy define arca así (pág. 581): “Seguridad; la idea o el reflejo de la Verdad, demostrado ser tan inmortal como su Principio; el entendimiento del Espíritu, destruyendo la creencia en la materia. Dios y el hombre, coexistentes y eternos; la Ciencia probando que las realidades espirituales de todas las cosas son creadas por El y existen por siempre. El arca indica la tentación vencida y seguida de enaltecimiento.”

El Científico Cristiano encuentra que su anhelo de crecer en la comprensión espiritual se va profundizando incesantemente. Como Noé, oye y obedece el mandato de Dios (Gén. 6:14): “Haz para ti un arca.” Y abandonando la creencia de que la materia es real, construye conforme al proyecto y las especificaciones del Espíritu. El armazón de su arca es el deseo recto, y la calafatea “por dentro y por fuera” con su consagración al bien o lo bueno.

Albergado en su arca de la Verdad, a salvo por sobre el nivel diluvial del testimonio de los sentidos, el constructor se da cuenta de la realidad del ser: un Dios y creador, Padre-Madre de todos; una creación que es todo el universo incluso el hombre, invariable, indestructib’e, eterno; un Cristo, Su Hijo, el Salvador de todos los hombres y Ejemplificador del camino. Aquí en este santo refugio de la comprensión espiritual él se percata de que el hombre coexiste con Dios, el Amor divino, por siempre consciente de la realidad divina.

El caso de cierta estudiante de la Christian Science, querida y respetada por muchos, ofrece una ilustración pertinente de la seguridad que encuentra uno en el arca de la comprensión espiritual. Entre los miembros de la familia había uno adicto a las bebidas embragantes. No obstante que era por naturaleza tierno y bondadoso, bajo la influencia del alcohol exhibía repulsivos defectos de animalidad, infidelidad y falta de dignidad.

Año por año se puso la estudiante a construir pacientemente su propia arca, el lugar de refugio contra las tempestades de los sentidos materiales que trataban de anegarla. Día tras día ahondaba y aclaraba fielmente su comprensión espiritual perseverando en su honrado afán de contemplar al extravido en la perfección de su identidad real, siempre de frente ella a la luz de la Verdad y rehusándose a aceptar como real el cuadro de ese hombre como un mortal pecaminoso. Por fin comenzó a cambiar tal cuadro. La fidelidad a la Verdad halló su galardón en la súplica del extraviado de que le ayudara con tratamiento de la Christian Science mostrándose dispuesto a estudiar diariamente la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Christian Science. A medida que el Cristo, la Verdad, esclarecía su mente ofuscada por la creencia en la realidad del pecado y su poder para dar placer, fué conducido paso a paso fuera del desierto del falso apetito. Percibiéndose el hijo que Dios había creado, impecable y puro, comenzó a andar por la senda de la impecabilidad y la pureza. Aprendiendo que el hombre no es siervo del pecado, probó su dominio sobre el pecado, y con obediencia y rectitud construyó su propia arca en la que continuó hallando abrigo contra el mal y sus efectos.

La comprensión de Dios, Espíritu, que vence la tentación y aniquila la creencia en la materia es el arca, nuestro lugar seguro. Dice nuestra Guía en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 152): “Fundados así sobre la roca del Cristo, cuando el vendaval y la tempestad azotan contra este fundamento seguro, vosotros, bien refugiados en la torre fuerte de la esperanza, fe y Amor, sois polluelos de Dios, y El os cobijará bajo Sus alas hasta que pase la tormenta. En Su asilo que es Alma no entra elemento terrenal a echar fuera los ángeles, a silenciar la intuición verdadera que os guía con seguridad a vuestro hogar.”

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