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Dios es bueno

Del número de abril de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Dios es bueno, con todo el significado que de ello resulta, esta declaración queda como verdad absoluta para que todos la descubramos, comprendamos y demostremos. A través del viento de la inquietud, el terremoto de los disturbios y el fuego del remordimiento, la voz callada y suave repite: “Dios es bueno.” La Cristiandad conviene muy generalmente en que Dios es bueno. La Christian Science, tal cual se le reveló a Mary Baker Eddy, va más allá y declara que porque Dios es bueno y Dios es real, el mal es irreal. Sobre esa base — que Dios, el bien, es Todo, y que el mal no es nada — la Christian Science demuestra la perfección y la salud.

“Pero,” argüirá el lector, “si el mal no es real, ¿qué decir de la guerra y los crímenes y el horror que entenebrecen el mundo hoy?” En la página 8 de Unity of Good (La Unidad del Bien) pregunta Mrs. Eddy: “¿Es real algo de lo que los sentidos materiales se dan cuenta?” Y luego dice en la primera parte de su propia respuesta: “Todo es tan real como tú lo hagas, y no más real. Lo que ves, oyes, sientes, es un modo de estar consciente, sin que pueda tener otra realidad que la impresión que tú tengas de ello.” Y dice también en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 346): “A menudo se pregunta: Si Dios creó lo bueno únicamente, ¿de dónde viene lo malo? A lo que responde la Christian Science: El mal nunca ha existido como una entidad. No es más que una creencia en que hay una inteligencia opuesta a Dios. Tal creencia es una especie de idolatría, sin ser más verdadera o real que una imagen esculpida en madera o piedra es Dios.” En verdad que la Christian Science es una religión radicalmente innovadora.

En síntesis, las citas antedichas declaran: Que Dios es bueno. Dios es Todo. Luego el mal no es nada. Creer en lo que se oponga a esta conclusión constituye una forma de idolatría y quebranta el Primer Mandamiento (Exodo 20:3): “No tendrás otros dioses delante de mí.”

El primer capítulo del Génesis repite y reitera que la creación de Dios es buena. Declara que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza, la semejanza de la perfección. Un estudio concienzudo de este capítulo del Génesis y los cinco primeros versículos del segundo a la luz de la Christian Science esclarece y eleva el pensamiento. Una vez captada la lógica de este modo de razonar cristiano-científico, comenzamos a demostrarla paso a paso, es decir, la hacemos práctica en nuestra propia vida.

¿Es buena la enfermeda? ¡No! Entonces Dios no la hizo, y por tanto, carece de realidad, de substancia y de entidad. Puesto que Dios, Espíritu, crea sólo lo que es bueno, no pudo haber creado materia enferma o que se enferme; en consecuencia, no tiene cabida en la creación sino que es una ilusión. Cuando nos aferramos firmemente a este hecho espiritual la enfermedad desaparece de nuestra mente, y por lo mismo, de nuestra experiencia, demostrando entonces salud.

¿Es buena la carencia? ¡No! Por lo cual hay que sacar por consecuencia que no forma parte de la creación. A veces la mentira de la escasez es una de las pretensiones del error más difíciles de vencer. Su influencia mesmérica trata de sostener y prolongar la creencia en que falta lo que nos es necesario, en que lo que es bueno se ha distribuido inequitativamente, y en la pobreza de uno u otro — ninguna de tales creencias es real o verdadera por la razón muy sencilla de que no expresa a Dios. Como nos volvemos de la enfermedad para contemplar la perfección espiritual a fin de curar al enfermo, así tenemos que elevar nuestro pensamiento por sobre la falta o escasez material para contemplar la abundancia infinita de las cualidades e ideas espirituales que siempre están a la mano. Estas ideas y cualidades son substancia de verdad, y cuando así las tomamos confiando en la bondad de Dios y teniendo en cuenta que El es Todo, nuestras necesidades quedan satisfechas colmadamente.

¿Y respecto a la muerte? Dios es la Vida. ¿Puede incluirse la muerte en la Vida? Es muy claro que no. Antes de que supiera de la Christian Science, la que esto escribe había pasado horas acerbas en hondo abatimiento, lamentando la muerte trágica de un allegado. Los que venían a consolarla expresaban la convicción que ellos juzgaban alentadora de que la muerte de su amigo había sido la voluntad de Dios, que por uno u otro motivo El se la había causado, y que a ella le tocaba ahora conformarse con la voluntad de Dios y aguandar valientemente su dolor. Al contrario de lo que ellos suponían, ese modo de pensar sólo sirvió para hundirla más en la tenebrosidad de la falsa teología. ¿Cómo podía ella amar a un Dios capaz de hacer tan terrible cosa?

Poco después la que esto relata encontró la Christian Science, y a través de la noche tan obscura y tan larga vislumbró un tenue destello. Leyó esta declaración de Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 140): “El Dios de la Christian Science es el Amor divino, eterno y universal, que no cambia ni crea el mal, la enfermedad o la muerte.” Y luego, dado que Ciencia y Salud es la clave de las Escrituras, halló en la Biblia unos pasajes que le esclarecieron este nuevo concepto de Dios. “Dios es luz, y no hay en él ningunas tinieblas,” leyó (I Juan 1:5). El gozo de encontrar a un Dios que ella pudiera amar era como suave lluvia que la refrescaba y le quitaba el polvo de la materialidad. Sanado había de su dolor.

El Cristo, la Verdad, se halla a la mano hoy, hablando a la humanidad, diciéndole de la gloriosa perfección de la realidad espiritual que es la creación de Dios, de la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia de Dios, y del hombre a Su imagen y semejanza. La ilusoria pretensión del mal de que es real y que tiene poder, puede con su jactancia, su fanfarria y sus mentiras fingir su propia creación en la que el error mantiene constantemente un reino de discordancia. Pero esa pretensión espuria jamás ha tenido ni puede tener nunca autoridad divina.

Dios, el bien, puede crear sólo lo que es semejante a El — lo bueno. La creencia en contrario no tiene en que fundar su pretendida prueba, ni representante, ni evidencia que no sea la falsa de los sentidos materiales. El testimonio de los sentidos materiales respecto a lo que parece haber u ocurrir en el universo material resulta indigno de confianza. Por ejemplo, el arco iris que suele extender sus gloriosos colores en semicírculo por los cielos aparentemente comenzando y terminando en el horizonte o contra las montañas, muchos que han ascendido por encima de la tierra en aeroplanos pueden dar testimonio de que no es un arco sino un círculo completo. De igual manera no hay ilusión de los sentidos materiales que pueda afectar la ininterrumpida continuidad del bien.

¿Es el pecado parte de la creación de Dios? Aun desde el punto de vista humano, el pecado se clasifica como un mal, no como algo bueno. Los Diez Mandamientos son muy específicos en su presentación de lo que hay que evitar, y ciertamente que el pecado no es de Dios. El hombre, hecho a imagen y semajanza de Dios, necesariamente que ha de ser impecable. La impresión mortal del hombre es lo que hay que disipar enseñándole cuán nulos son sus modos pecaminosos.

Todos estamos dispuestos, y hasta ansiosos de librarnos de de los males que nos aquejan como la enfermedad, la pobreza, la muerte. Pero ¿qué decir de los males aparentemente atractivos, los placeres y los vicios que se supone sean agradables? Aquí es donde la Christian Science nos enseña a separar el trigo de la cizaña. No entra en componendas con el mal. Como indica un himno querido (No. 383 del Himnario de la Christian Science):

Lo que te anuble la verdad
o empañe tu candor,
por tenue que lo quieras ver,
te hará ser pecador.

En nuestros esfuerzos por progresar probando que Dios, el bien, es Todo, no hay lugar para el pecado.

Habiéndola librado la Ciencia del Cristo con su poder curativo del hábito de tomar bebidas embriagantes en convites sociales, la que esto cuenta no se sintió tentada en lo mínimo por los cocteles que servían preliminarmente en un lindo banquete al que concurrió. Pero después de haber disfrutado por una hora del banquete en la agradable compañía de los interesantes comensales, al servir los licores de sobremesa, tan provocativos en sus ricos matices, servidos en diminutos vasos, ofrecían un incentivo que se antojaba enteramente innocuo. ¡Era tan poco de tomar y tan bonito! susurraba la sugestión. Pero rápida y silenciosamente intervino la voz callada y suave: “¿Aceptarías aunque fuera un poquito de viruela? Tratándose del mal, ¿se altera con atenuarlo su clasificación?” Con eso, ya no fué necesario pensar en vinos.

Cuando nos alegramos de que demostramos progresivamente el bien, acaso tienda a disminuir nuestra alegría el hecho de que algún allegado no ha encontrado el camino. A despecho del testimonio de los sentidos, podemos saber que, como hijo de Dios, está consciente de las bendiciones que hay tan a la mano y entiende el bien que resulta de ser hijo del benéfico Padre-Madre. Como imagen y semejanza de Dios, el hombre expresa amor, honradez, humildad, bondad, consideración a los demás. Siendo el hombre del Padre, Dios, y estando en El, en realidad nadie puede jamás apartarse, divergir ni desviarse del bien que todo lo abarca.

El temor, ese archienemigo de la humanidad, pierde su influencia en la vida de quien va aprendiendo que Dios es Todo. Sin que por eso debamos de dejar de estar en guardia constante contra los asaltos del error que trata de infundirnos temor mediante lo que suele escucharse en el radio, o leerse en la prensa, o las agresivas sugestiones mentales en general, sin aceptar nunca ni para nosotros ni para la humanidad ninguna de las fases o facetas atractivas, paralizantes o tiránicas de los modos y medios materiales. Reforcemos nuestros esfuerzos y observemos nuestros pensamientos para ver cuánto del bien se manifiesta por nuestro conducto, y estemos más en guardia a fin de cerciorarnos de que nuestro modo de pensar y nuestro comportamiento concuerden con nuestra más elevada comprensión de la Christian Science. Así contribuiremos a librarnos a nosotros mismos y a toda la humanidad de todos los males de la carne.

Hay a la mano una hueste de ideas espirituales prestas a libertar. Es inminente la salvación universal mediante la Christian Science, el Consolador que se nos prometiera. Es fijo el plan de Dios, y nada incluye que no sea semejante a El. La demostración individual del bien tiene un significado universal. Guardémonos de que las apariencias dizque abrumadoras del mal de hoy en día aflojen o mengüen nuestros esfuerzos. Una brizna o un exceso del mal es siempre igual — nada — sin fuerza, sin origen ni lugar en que suceder. Dios, el bien, es el Supremo Legislador, la única actividad, inteligencia, individualidad y poder. “Jehová solo es Dios; ningún otro hay fuera de él” (Deuteronomio 4:35).

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