Un verano el padre y la madre de Teddy y sus dos hermanos mayores lo llevaron a la costa de Maine. Se alojaron en una quinta pequeña en la playa de una bahía del océano.
Las olas del océano eran suaves en esa bahía chica, y los tres muchachos se dieron gusto bañándose en ellas. Teddy aprendió a nadar unas cuantas brazadas y esperaba poder algún día nadar hasta un muelle abandonado y solitario, más allá pero a la orilla de la misma playa. Estaba lejos y había por allá unas rocas grandes y el agua estaba muy honda.
Una tarde, jugando con un amiguito, hallaron un cajón grande vacío en la playa. Lo tomaron como su barco y se pusieron a jugar que tenían una misión importante que desempeñar. Teddy se subió al cajón y con una tablilla por remo se echó a remar él solo. Como era ya casi la hora de la merienda, le suplicó a su amigo corriera a su casa y le dijera a su mamá que regresaría a casa tan luego desempeñara su misión.
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