Someto este testimonio en humilde gratitud por todos los beneficios que he recibido mediante el estudio de la Christian Science.
Una enfermedad cutánea que la profesión médica declaró incurable fué lo primero que me hizo buscar la ayuda de la Christian Science. Concurrí a una reunión de testimonios de una de las iglesias Científicas de Cristo y luego solicité la ayuda de una practicista que me explicó algo de la Christian Science. Comencé entonces a estudiar la Ciencia con toda vehemencia y en pocas semanas desapareció la enfermedad. Eso pasó hace más de veinte años y la curación ha sido permanente.
Sané también de una hemorragia de los oídos, enfermedad que se creía había heredado yo y que sufrí que menos por diez años. En cada invierno tenía que recibir tratamiento médico que incluía la cauterización de mi garganta. No se me permitía saliera cuando hacía frío, se me preservaba de las corrientes de aire, y se me precavía que no me expusiera a la rompiente en el verano. Esa afección me conturbaba sumamente, pues temía perder por completo mi oído, y ese temor se exteriorizó con el tiempo en sordera completa. Entonces me esforcé por estudiar la Christian Science leyendo diariamente la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de esta Ciencia, aunque aparentemente sin aventajar. Pero un día en que sufría extremadamente me dije: “Bueno, yo ya no puedo hacer más; está en manos de Dios.” Y me advino este mensaje de Lucas (15:31): “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.” Inmediatamente cobré ánimo. Luego sonó en el interior de mi cabeza algo como una explosión y recobré instantáneamente mi oído; lloré como nene de puro alivio y gratitud. Desde ese día procuré vehementemente conocer más a Dios y vivir según enseña la Christian Science.
Otra curación por la que me siento humildemente agradecido fué la de una mordedura de tarántula venenosa. Yo tenía allí cerca a la sazón un ejemplar del Sentinel y leí el testimonio de una señora que decía que en una ocasión se le habían paralizado sus piernas y sufría un fuerte dolor. No podía subir por la escalera sino que tenían que llevarla en brazos. Pero un día se le esclareció tan vivamente la siempre presencia de Dios que ella vió la irrealidad del error que se le presentaba como dolor en sus piernas. En ese instante recobró sus fuerzas y ya pudo subir ella sola por la escalera. Su curación fué permanente. Ese testimonio me inspiró y comprendí que dondequiera que yo estuviera, estaba Dios; luego nada había que temer, nada en realidad que curar; todo estaba completo entonces y allí mismo puesto que en todas partes está Dios. No tuvo ningún efecto la mordedura de la tarántula.
Sané también de un cáncer en el abdomen. El amigo que me había puesto en contacto con la Christian Science vino en esa vez a ayudarme a declarar la verdad. Yo estudié con todo fervor la literatura de la Christian Science, y una tarde varias semanas después, mientras estudiaba Ciencia y Salud, percibí que el hombre nunca se enferma, puesto que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza. Esa misma noche me libré de todo dolor y poco después salí en viaje de muchos kilómetros a encontrar a unos parientes. Mi curación ha sido permanente. En otra ocasión llagas cubrían uno de mis brazos por varias semanas, pero cuando logré entender más claramente al Cristo, la Verdad, esa afección desapareció casi instantáneamente. Sané asimismo de lo que estoy seguro que los médicos hubieran diagnosticado doble fractura de la espina dorsal. Un practicista consagrado me curó en una semana. Yo agradezco interminablemente esta otra prueba del poder curativo de la Christian Science.
Doy también sinceras gracias a Dios por Su protección a través de los años que he vivido y por las actividades de la Causa de la Christian Science, por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, por la inspiración de la instrucción facultativa de la Christian Science, por todo lo que he aprendido respecto a mi relación para con Dios mediante la Ciencia, y también por el bien que esta admirable verdad está haciendo por la humanidad. — Newport, Nueva Gales del Sur, Australia.
