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Someto este testimonio en humilde gratitud...

Del número de abril de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Someto este testimonio en humilde gratitud por todos los beneficios que he recibido mediante el estudio de la Christian Science.

Una enfermedad cutánea que la profesión médica declaró incurable fué lo primero que me hizo buscar la ayuda de la Christian Science. Concurrí a una reunión de testimonios de una de las iglesias Científicas de Cristo y luego solicité la ayuda de una practicista que me explicó algo de la Christian Science. Comencé entonces a estudiar la Ciencia con toda vehemencia y en pocas semanas desapareció la enfermedad. Eso pasó hace más de veinte años y la curación ha sido permanente.

Sané también de una hemorragia de los oídos, enfermedad que se creía había heredado yo y que sufrí que menos por diez años. En cada invierno tenía que recibir tratamiento médico que incluía la cauterización de mi garganta. No se me permitía saliera cuando hacía frío, se me preservaba de las corrientes de aire, y se me precavía que no me expusiera a la rompiente en el verano. Esa afección me conturbaba sumamente, pues temía perder por completo mi oído, y ese temor se exteriorizó con el tiempo en sordera completa. Entonces me esforcé por estudiar la Christian Science leyendo diariamente la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de esta Ciencia, aunque aparentemente sin aventajar. Pero un día en que sufría extremadamente me dije: “Bueno, yo ya no puedo hacer más; está en manos de Dios.” Y me advino este mensaje de Lucas (15:31): “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.” Inmediatamente cobré ánimo. Luego sonó en el interior de mi cabeza algo como una explosión y recobré instantáneamente mi oído; lloré como nene de puro alivio y gratitud. Desde ese día procuré vehementemente conocer más a Dios y vivir según enseña la Christian Science.

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