Quiero expresar mi gratitud por la Christian Science y por una curación que mediante ella experimenté recientemente de un lobanillo que había tenido en mi cuerpo desde mi niñez temprana. Me advino la percepción de que lo que brota antinaturalmente no forma parte del hombre, la imagen y semejanza del Espíritu que es Dios. Trabajé bastante metafísicamente conforme a la Christian Science, meditando esta aserción de Mary Baker Eddy en la página 463 de su libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras:” “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo.”
La primera parte de esta oración: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error,” me pareció una declaración absoluta de Christian Science, significando que en ese mismo instante yo era en realidad una idea perfecta en la Mente sin ningún apéndice material agregado. La segunda parte del aserto — pensé yo — ha de ser una declaración relativa, la aplicación de esta verdad divina a la consciencia humana del caso dado: “Esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo.” Si yo acepto la primera parte o sea que yo soy una idea espiritual perfecta, entonces lo nocivo que hay que quitar — me dije yo — es una sugestión de la mente mortal de que yo soy una mortal imperfecta, sujeta a una aglomeración anormal de tejidos celulares.
Al aplicar esta verdad para corregir la suposición errónea, yo me dí cuenta de que en la integridad de la unión entre Dios y el hombre nada hay ajeno a esa unión, por lo cual no podía el error venir de afuera a prenderse a mi entidad real en ninguna forma, puesto que no arraigaba en el Principio ni tenía poder para inflarse ni adhesión, cohesión o atracción para pegarse. Dice Mrs. Eddy en la página 124 del libro de texto: “La adhesión, la cohesión y la atracción son propiedades de la Mente.” Yo sabía que la materia inanimada no podía emplear estas propiedades de la Mente divina. Por tanto, el error no hallaría en qué apoyarse realmente.
También reflexioné que el hombre real no tiene que sacar de su mente o modo de pensar ninguna sugestión falsa que nunca estuvo ni pudo haber estado en su mente. No puede haber en la consciencia del hombre lo que Dios no ponga porque, como dice Mrs. Eddy (ibíd., pág. 276): “El hombre y su Hacedor están correlacionados en la Ciencia divina, y la consciencia verdadera sólo percibe las cosas de Dios.” Luego lo que había que acallar era el concepto erróneo de la mente mortal que pretendía formar parte del pensar del mundo en general y mío individualmente. Por algún tiempo continué trabajando así metafísicamente tanto en lo que me atañía como por el mundo en general, y luego olvidé todo lo relativo al lobanillo. Cuando más tarde se me ocurrió volver a pensar en eso, encontré que había desaparecido el lobanillo por completo. Se me había desprendido sencillamente, dejando sólo más blanco el lugar de mi cutis donde estaba, que no tardó en quedar como el resto de mi piel.
Agradezco a Mrs. Eddy que nos haya dado una religión tan admirablemente práctica con que tratar y dominar toda sugestión errónea tanto respecto a nosotros como respecto a los demás. Agradezco más de lo que jamás pueda decir, esta Ciencia que ha transformado mi vida de cinismo y desesperación a una vida de esperanza, servicialidad y regocijo.
Entre los mayores dones que Dios me ha concedido cuento el de ser miembro de La Iglesia Madre y de una de sus filiales, así como el haber recibido instrucción facultativa de un maestro consagrado. Estoy profunda y humildemente agradecida por la Christian Science.— Evanston, Illinois, E.U.A.
