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Yo comencé a ir a una iglesia Científica de...

Del número de abril de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo comencé a ir a una iglesia Científica de Cristo porque mi esposa era miembro, pero por algún tiempo yo entendía poco de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. y no esperaba ningún provecho de ella. Un miércoles, al anochecer, me pegó un dolor de cabeza muy fuerte, como los que había padecido ya a veces por muchos años. Le dije a mi esposa que yo estaba demasiado enfermo para poder ir a la iglesia, pero ella me instó a que fuera. Durante el servicio desapareció mi dolor y desde entonces quedé libre de esas jaquecas. El hecho de que la Christian Science cura por fundamentarse en el Principio despertó mi interés y me indujo a estudiar las Lecciones-Sermones en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science y a concurrir a los servicios de la iglesia con regularidad.

Después de transcurrir algún tiempo y de haber pasado varios años por una experiencia de lo más desalentador en materia de negocios, perdí mi empleo. Durante largos meses busqué lo que yo consideraba una posición adecuada y traté de aplicar la Christian Science para llevar a cabo mis planes. Aunque desde el punto de vista humano ese período parecía infructuoso, yo comprendí más tarde que en ese período se me venía guiando para que dejara yo de confiar en la voluntad humana y los planes humanos a fin de que cifrara toda mi confianza en que a Dios pertenece todo el poder. Finalmente, tras de mucho estudiar y con la ayuda amable de un practicista, yo me dí cuenta de que ya no confiaba en planes materiales sino que me alegraba de atender a lo que Dios dispusiera, guiándome, sabiendo que mi único empleo real consistía en servir a Dios.

Poco después salí de casa una mañana confiado en que Dios me guiaba bien. Una pequeña agencia de empleos de la que nunca había oído había publicado un anuncio de un empleo vacante; me dirigí a esa oficina y a mi llegada encontré que ya había una larga fila de otros esperando. Yo supuse que todos los alineados solicitaban el mismo puesto e inmediatamente me desalenté. ¿Sería el empleo tal que valiera la pena de formar parte de la fila? Y ¿no sería muy escasa la probabilidad de que yo lo obtuviera? Pero luego me acordé de que se me había guiado a que contestara ese anuncio y comprendí que no se me podía guiar a la frustración. Tomé pues mi puesto en la fila. Casi inmediatamente salió un señor de uno de los cuartos y preguntó en voz alta si alguno de los que formaban la hilera se interesaba en el puesto que yo iba a solicitar. Y yo era el único. Obtuve el empleo, y dentro de pocos días me hallaba desempeñando una clase de trabajo que desde entonces me ha interesado cada vez más y me ha remunerado también crecientemente.

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