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Estoy de veras sumamente agradecida por...

Del número de abril de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estoy de veras sumamente agradecida por cuanto de bueno se va desarrollando en la experiencia mía con mi estudio de la Christian Science y su aplicación en mi vida diaria.

Me interesé en esta Ciencia oyendo una conversación entre dos vecinas mías una de ellas Científica Cristiana, contándole a la otra cómo un pariente suyo había sanado de tuberculosis en su etapa final. Yo sentí un impulso irresistible de saber más acerca de tan admirable religión que cura sobre la misma base en que se fundaba Jesús para curar. Más tarde supe del libro de texto de la Christian Science, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, e inmediatamente lo compré y comencé a estudiarlo. Viví con él hora tras hora, llevándolo conmigo al desempeñar mis quehaceres caseros y leyéndolo hasta las altas horas de la noche. Meditaba cada una de sus declaraciones. Un admirable mundo nuevo amanecía para mí, ¡y qué feliz estaba aprendiendo de un Dios que es Amor y que nunca aflige a Sus hijos!

Me hallaba entonces al cuidado de un médico preparándome para someterme a una operación quirúrgica. También sufría una angustia mental causada por el estado en que se hallaba nuestra hijita atacada de parálisis infantil a la edad de un año. Después de ser objeto de muchos tratamientos médicos que le aplicaron especialistas tanto de enfermedades nerviosas como de métodos ortopédicos, se nos había informado que ya no podían hacer más por ella y que probablemente nunca podría andar. Solicitamos la ayuda para ella de un practicista de la Christian Science que luego la atendió bondadosamente. La niña comenzó a mejorar casi desde luego. Crecía palpablemente y pronto pudimos quitarle el pesado tirante en que la teníamos para reforzarle la pierna. Algo después pudo dar sus primeros pasos y pronto empezó a vivir una vida normal, patinando, nadando y bailando.

A esta misma niña le habían operado un oído que tenía afectada su apófisis mastoides. A poco de haber emprendido nuestro estudio de la Christian Science reapareció esa afección e inmediatamente solicité tratamiento de un practicista según esta Ciencia. Y qué amorosamente calmó mi temor el practicista declarando que “los bisturíes de los cirujanos nunca han tocado a la hija de Dios.” Durante la noche supuró y se vació el oído. A la mañana siguiente la niña se puso a jugar como de costumbre. Un tratamiento bastó para esta curación que ha sido permanente.

En cuanto al estado de mi salud, despedí al doctor y desde entonces he venido disfrutando de salud inmejorable por más de veintisiete años. Tan absorbida me hallaba atendiendo a que sanara mi hija que olvidé mi propia necesidad y cuando volví a acordarme de lo que yo padecía, ya había desaparecido.

Otros miembros de la familia han sido beneficiados por esta verdad que cura. Mi esposo sanó de jaquecas para las que los médicos no pudieron hallar cura. Y otras enfermedades incluso las llamadas de los niños han sido curadas. Algunas casi instantáneamente, otras han requerido estudio más diligente y fervoroso. Pero cada curación ha sido una pasadera en nuestra senda de los sentidos al Alma, y con cada dificultad vencida hemos logrado mucho crecimiento en el Espíritu. Esta verdad nos ha protegido mucho y nos mantuvo de un modo sumamente lindo durante un período de carencia de empleo. Parecía como si hasta los cuervos nos mantuvieran, así de milagrosamente se nos ofrecía nuestro sustento a veces.

Yo agradezco mucho a Dios que los practicistas estén siempre tan dispuestos a ayudar a quienes lo soliciten.—

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