Muchos consideran que lo que sucedió ayer, o hace años, es lo que ha causado pobreza, enfermedad y los dolores físicos o mentales actuales. Y pensar en lo que pueda ocurrir mañana infunde a los hombres temor, malestares e infelicidad. Lo que se toma como el pasado y el porvenir a menudo parece robarnos los tesoros y las oportunidades del presente. Mary Baker Eddy define el tiempo, en parte, como: “Medidas mortales; límites, en los cuales están comprendidos todos los actos, pensamientos, creencias, opiniones y conocimientos humanos” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 595).
Estudiando y aplicando la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. aprendemos a combatir y dominar paso a paso los límites y falsas creencias que acarrea consigo la aceptación del tiempo como influencia que domina o contribuye a dominar la vida de uno. Puede ser que el Científico Cristiano no haya progresado lo suficiente en su comprensión espiritual para eliminar de su experiencia la creencia en el tiempo. Pero por lo menos puede hacer del tiempo su siervo en vez de su amo.
Finalmente todos han de llegar al punto a que se refiere el autor del Apocalipsis cuando habla de un ángel que él oyó decir (10:6): “El tiempo no será más” [o dejará de ser]. Esto declaró el mensajero angelical sosteniendo en su mano un pequeño libro abierto. Tenía un pie en la tierra y el otro sobre el mar. Mrs. Eddy explica que el librito en mano del ángel representa la revelación de la Christian Science. Y el mar y la tierra simbolizan en este caso la mente mortal, o sea el error, y su universo que se supone sea material con todas sus manifestaciones pecaminosas.
El descubrimiento de la Christian Science y la aparición de Ciencia y Salud despertaron a los hombres a la verdad que Jesús demostró: la irrealidad del tiempo y la mortalidad. En una disertación dirigida a una de las iglesias filiales Mrs. Eddy declaró (fundándose en la estadística) que en el año de 1866 la mortalidad en los Estados Unidos había llegado a su máximum. Era el año en que ella descubrió la Christian Science. Y observó que durante los treinta años siguientes a ese descubrimiento había venido disminuyendo constantemente la mortalidad en la nación.
La Christian Science revela que Dios es Espíritu, la Vida eterna. Esta Ciencia es el microscopio del Espíritu que enfoca los rayos de la Verdad infinita hacia el hombre y el universo, revelando que son espirituales, incorpóreos, en nada susceptibles de medidas mortales. Y mide el tiempo esta Ciencia no por segundos, minutos, horas ni años, sino por lo que de bueno revela el Espíritu mediante sus ideas incorpóreas y perfectas.
¿De qué le sirven estas declaraciones absolutas al que parece verse siempre aguijoneado por la premura del tiempo en el curso de sus diarias actividades? Manteniendo consciente y consecuentemente que él es una idea espiritual gobernada incesantemente por el inalterable Principio divino que es inmune al tiempo y el envejecimiento, experimenta una sensación de serenidad y ecuanimidad que se le desarrolla en su diario vivir. Ya no lo hostiga tanto como antes la prisa en sus ocupaciones habituales. Ya encuentra más calma que tensión al emprender las tareas del día y al allegarse a los que tratan con él. Menos apresurarse y menos dilatarse innecesariamente, y un reconocimiento más claro de que todas las cosas cooperan contribuyendo al bien suyo por cuanto atañe a su experiencia. Así empieza a entender que la Mente eterna gobierna en los asuntos suyos y en los de los demás hombres y de las naciones.
Jesús indicó a sus discípulos que quienquiera que creyera en él nunca vería la muerte. “Creer” significa estar firme. Nuestra tarea consiste en permanecer firmes en el reconocimiento de que estamos identificados eternamente con el Cristo, la naturaleza espiritual de Dios.
Puesto que Dios es la Vida indestructible, Cristo es imperecedero y el hombre no puede morir nunca. Reconociendo esta verdad, nos elevamos gradualmente por encima de las creencias en el tiempo, la mortalidad y los límites que implican las medidas mortales. Puede ser que no hayamos logrado demostrar suficiente comprensión para vencer los límites que marca el tiempo. Pero nuestra Guía nos indica ciertos pasos que podemos dar hacia esa meta. El primero de ellos es el de la espiritualización de nuestro pensamiento mediante nuestro estudio diario, orando, y aplicando las verdades cristiano-científicas que contienen nuestros dos libros de texto, la Biblia y Ciencia y Salud.
Y hay que dar otros pasos. Muchos Científicos Cristianos se mantienen firmes en su conocimiento de que, siendo ideas espirituales, nunca podrán experimentar muerte en la materia. Aunque no siempre se hallen alerta en los sucesos que trae cada día a fin de sostener que, en realidad, nunca nacieron en la materia. Todavía celebran su día onomástico o el de otros y conmemoran aniversarios de defunción. En la Navidad se da énfasis en demasía a los aspectos físicos de esa fiesta, o los del Año Nuevo, o los de la Pascua de Resurrección y otros aniversarios, en vez de pensar en el significado espiritual de tales días haciendo de ellos piedras miliarias que marquen lo que vamos avanzando espiritualmente. Mrs. Eddy nos dice que el calendario desempeña en nuestra vida diaria un papel excesivamente grande, y nos recuerda que tomar constancia de los nacimientos y las defunciones es conspirar contra el hombre y la mujer verdaderos.
Hay constancia de que el cuerpo de Jesús estuvo en el sepulcro tres días antes de que resucitara. El sabía y había probado que el hombre, la idea de Dios, no vive en la materia y por lo mismo nunca lo ha afectado ni tocado el tiempo. Dice Mrs. Eddy con referencia a Jesús (Ciencia y Salud, pág. 44): “Su trabajo de tres días en el sepulcro imprimió [en el] tiempo el sello de la eternidad. El probó que la Vida no muere y que el Amor triunfa sobre el odio.”
Ni la Vida ni el Amor están sujetos al tiempo, siendo inmunes a él. Y quienquiera que se dé a espiritualizar su pensamiento viviendo ayuno de su propio interés por servir con amor a sus semejantes, encuentra que los límites que el tiempo señala desaparecen gradualmente de su vida diaria. Jesús no llevó a cabo su obra midiéndola por el transcurso del tiempo. Nunca se fijaba en eso. El vivía en la eternidad y para la eternidad. Lo que de bueno realizó es eterno y a todos bendice.
Cada uno de nosotros está dotado del Cristo y es inmune a los límites o medidas mortales. En la medida en que reconocemos y demostramos en nuestra práctica experiencia diaria las cualidades del Cristo nos hallamos haciendo siempre lo que al Padre le place. Lo que es preciso hacer se hace gozosa y desinteresadamente. Lo que necesitamos saber o tener está siempre a la mano. A dondequiera que vamos, se nos abre camino y se nos dan los medios necesarios sin dilación ni esfuerzo nuestro. El Cristo está siempre con nosotros, llevando a cabo en nosotros su sempiterno desenvolvimiento del bien espiritual. Y en la proporción en que reconozcamos y nos mantengamos firmes en esta certeza, nuestro progreso espiritual será continuo hasta probar la irrealidad de toda creencia mortal incluso el tiempo.
Sólo individualmente pueden lograrse vencer los límites incluso el tiempo. Siguiendo adelante en nuestra marcha de la materia al Espíritu, de lo mortal a lo inmortal, del tiempo a la eternidad, tengamos siempre presente las palabras de nuestra Guía (Ciencia y Salud, pág. 599): “Eternidad es la medida con que Dios sella los años que el Alma llena.”
