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Es ya hora que despertemos

Del número de enero de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Es ya hora que despertemos del sueño,” l!y amonestaba Pablo en su epístola a los Romanos (13:11), declarando además: “La noche está muy avanzada, y el día se acerca; desechemos pues las obras de las tinieblas, y pongámonos las armas de la luz.”

Es evidente que con ese llamado Pablo instaba a la gente a que despertara espiritual- mente y se pusiera la armadura inexpugnable de Dios, defensa segura contra el mal. No les indicaba Pablo que lucharan con el mal o sea el error, sino que, como enseña la Christian Science, hay que negarle firmemente su pretendida realidad y así echarlo fuera. Les aconsejaba más bien que, previa esa negación, desarrollaran su unión más estrecha con Dios.

Alumbrando nuestro pensamiento con las verdades espirituales que constituyen el ser exterminamos la mentira que erróneamente afirma la realidad de la existencia mortal, como la luz del día ahuyenta sin esfuerzo las tinieblas de la noche.

Como la Christian Science revela, despertar de veras es amanecer conscientemente a la realidad de que Dios es Todo, respertar Su infinitud, omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia. Este despertamiento implica también nuestra comprensión de la naturaleza espiritual y perfecta de la creación de Dios o sea el hombre y el universo. Para despabilarnos del adormecimiento es preciso volver espaldas al sueño material de que hay vida y sensaciones en la materia.

Afirma Mary Baker Eddy en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 331 a la 332): “Cuando los mortales despiertan de su sueño en las sensaciones materiales, comprenden a este Dios adorable que todo lo incluye, y todos los jeroglíficos del Amor que hay en la tierra; y se ve a la Mente infinita encendiendo los astros, haciendo que giren los mundos, reflejando todo el espacio y la Vida, — pero no vida en la materia.”

El que está realmente despierto está consciente, alerta y atento. Sus sentidos espirituales son agudos e intensos. En consecuencia, ve al hombre y al universo, no en la materia, sino como Dios los ha hecho — puros, buenos, completos, perfectos. Reconoce la existencia inmortal como el único ser, la manifestación divina del Espíritu. El Científico Cristiano aprende a estar consciente del hombre como la manifestación de la Vida eterna y por tanto expresando las cualidades de la continuidad infinita, el ser perfecto, la actividad en armonía el poder y la fuerza espirituales.

Incitando a que despierte el pensamiento de lo básicamente material a lo espiritual se nos revela al hombre a la semejanza de Dios, establecido permanentemente en su único hogar que es el cielo, en el que la bondad y la perfección inmortales son las únicas leyes. Este despertamiento espiritualmente mental es el advenimiento del Cristo, o sea la Vida, la Verdad y el Amor divinos en nuestro estar consciente. Cuando uno alberga a Cristo, la Verdad, en sus pensamientos tomando esta influencia divina como la ley, se le magnifican Dios y Su majestad al grado de perder toda consciencia del mal, del pecado, la enfermedad — de todo lo mortal. El resultado es que desaparecen para él tales creencias erróneas.

Como lo viene revelando diario la Christian Science, la curación y la salvación dependen de la comprensión espiritual de que Dios es Espíritu y que todo lo incluye, sin que nunca se duerma ni dormite sino que está siempre presente y asequible inmediatamente, y que el hombre, Su semejanza inmortal y perfecta, no es un soñador mortal. Siendo espiritual, el hombre no puede soñar. El estar consciente individual, que es el hombre, se halla eternamente despierto en la Mente que es Dios.

En su Mensaje a La Iglesia Madre de 1902 Mrs. Eddy declara (pág. 17): “Muchos de los que duermen deberían mantenerse despiertos y despertando al mundo.” Aquí se refiere ella, no al hombre inmortal que siempre está consciente, sino al sentido humano del ser, que con el tiempo ha de ceder al reconocimiento de que en realidad el hombre es espiritual. Como este despertamiento al ser verdadero ya va ocurriendo, hay que asumir la responsabilidad como hombres y mujeres despiertos y alerta en la era actual. A medida que se nos vaya revelando una comprensión cada vez mejor del ser espiritual nos encontraremos mejor preparados en ese estar consciente para ayudar a que despierte el mundo de la pesadilla de que la existencia material es real.

Tanto la salvación individual como la universal dependen de que despertemos a la verdad fundamental de que todo es Mente y su idea. Dice Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 95): “Arrullado por ilusiones letárgicas, el mundo duerme en la cuna de la infancia, pasando las horas entre sueños.” Como siervos de Dios, es nuestro deber fomentar el procedimiento despertativo con nuestro propio ejemplo y comprensión espiritual.

La noche anterior a su crucifixión Jesús suplicó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo velaran con él mientras oraba. Pero ellos, quizá profundamente afligidos por la cruenta prueba a la que estaba a punto de someterse su querido Maestro, se quedaron hondamente dormidos. Cuando Jesús los halló durmiendo los reprendió amorosamente preguntándoles (Mateo 26:40): “¿De modo que no habéis podido velar conmigo una sola hora?” Ciertamente que estos fieles seguidores debían haberse mantenido incesantemente firmes en la comprensión del poder, la majestad y gloria de Dios y a la indestructibilidad del hombre. Pero todavía no han de haber aprendido esa lección esencial, por lo cual titubearon en el cumplimiento de su deber.

Cuando hoy surje la creencia en el pecado o la enfermedad, el Científico Cristiano, fiel y alerta, no se ha de dejar arrullar por la complacencia o el sueño. Ha de rechazar mentalmente la creencia en el mal o en la enfermedad. Pero, lo que más importa, ha de declarar y afirmar el hecho científico del ser espiritual y perfecto adhiriéndose a esa verdad. Ha de sostenerse consecuentemente consciente del hecho de que el Espíritu ha hecho todo y lo abarca todo y que lo hecho por el Espíritu es sólo bueno. Este percatarse de la presencia y del poder de Dios es la actividad del Cristo que lleva directamente a la salud y la santidad.

Dice el Salmista (121:3): “Nunca duerme el que te guarda.” Puesto que Dios, que nos guarda, no duerme, no tiene que ver nada con la creencia en que la materia, el pecado, la enfermedad o la muerte son reales, tampoco Su reflejo, el hombre, está consciente de tales errores. En verdad que ya es hora de que despertemos de ese sueño a la comprensión de que el ser espiritual es la única realidad.

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