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Que no haya apatía

Del número de enero de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay algo que mueve a curiosidad en la etimología de la palabra apatía. Aunque se le define comunmente como “dejadez, indolencia, falta de energía,” la etimología griega refiere eso a los propios sentimientos e intereses de quien a ella se preste estupefacientemente — mientras no lo despierte el sufrimiento. Pablo veía esa indiferencia como un estado de adormecimiento y escribbió a sus amigos de Roma (Romanos 13:11): “Es ya hora que despertemos del sueño; porque ahora la salvación está más cercana que cuando por primera vez creímos.” Pablo entendía que la meta de la salvación cristiana es despertar a la gloria del ser espiritual, y él no malgastaba tiempo en dilatarse apáticamente.

Esperar hasta verse forzado por el sufrimiento antes de ocuparse activamente de probar que Dios es Todo y que el hombre es Su hijo espiritual y perfecto, es no entender la naturaleza de tan importante tarea. Los que sí la entienden son los que describía gráficamente el Maestro en su parábola de la perla de gran precio, símbolo del reino de los cielos, que, para adquirirla, el mercader que la halló vendió todo lo que tenía; o en la parábola del padre de familia que sacaba de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. La perla de gran precio es la Christian Science, el Consolador que el Maestro prometió nos guiaría a toda verdad.

La Christian Science viene probando cuando cura enfermedades y armoniza la humana experiencia en incontables maneras, que la personalidad material, con sus falsos placeres y sus sufrimientos, es sólo una ilusión mortal, no la verdad respecto al hombre. Viene revelando al hombre como la idea de Dios, incorpórea y espiritual, coexistente con El, que nunca entra en el cuerpo carnal, nunca sufre en él ni muere al dejarlo. Pero esta es una verdad que no se gana con facilidad. Hay que probarla diligentemente curando los dolores y los sufrimientos; disipando la ilusión de que existe una mente que expresa el mal; sacando a luz las cualidades del bien espiritual que evidencian la presencia de la imagen de Dios.

Mary Baker Eddy, que descubrió la perfección absoluta de Dios y del hombre consagrando luego su vida a la fundación de la Causa de la Christian Science para que todos se escaparan de la mortalidad mediante la Verdad, alaba en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos) los sacrificios de los primeros cristianos en aras de la libertad espiritual. Y pregunta luego (pág. 176): “¿Pero qué decir de nosotros, de nuestros tiempos y obligaciones? ¿Estamos debidamente al tanto de nuestras propias grandes oportunidades y responsabilidad? ¿Estamos preparados para asumirlas y aprovecharlas, para obrar al grado máximo de la energía divina con que estamos armados?”

Es evidente que Mrs. Eddy preveía la resistencia que ofrecería la mente carnal, aparente enemistad contra Dios que trata de escaparse de la destrucción de todo mal que trae consigo la Christian Science, y el efecto que esa resistencia podría tener en los que aceptan la Ciencia como revelación divina. Ella sabía que habría rebeliones, resentimientos de los malhumorados y quienes se dieran por ofendidos, lo cual daría por resultado la inercia y la pérdida del tarbajo ya realizado, y en vista de esto advirtió en su Mensaje de 1900 a La Iglesia Madre (pág. 8): “En esta lucha, recordad que la sensibilidad es a veces egoísmo, y que la apatía o pereza mental es siempre egoísmo y animalidad.” Y añadió renglones después: “Tenemos que exterminar el ‘yo’ egoísta antes de que podamos batallar con éxito con la humanidad.”

El Científico Cristiano fiel descubre inmediatamente los humores de la inercia y de la indiferencia a la Verdad que tratan de inmiscuírsele como sus propios pensamientos, y equipado está mediante la Ciencia para exterminarlos. El sabe que no provienen de Dios, la Mente única, y se rehusa a hospedarlos. Los desvanece comprendiendo y afirmando que Dios es la única fuente del pensamiento y reconociendo su propia identidad verdadera como la expresión de la Mente. El no espera hasta que el sufrimiento lo alcance para luego aplicarse a comprender o hacer real en él la perfección impecable que es imagen de Dios sino que desde luego elimina de sí mismo la falsa sensación que trata de hacer valer su pretensión de existir y ocultarle o negarle su natural actividad espiritual. El pone manos a la obra “al grado máximo de la energía divina” expresando como mejor entienda el ser verdadero que así va ganando. El ataca la creencia de ser un torpe mortal apático y prueba lo contrario demostrando que siempre está presente su naturaleza efectiva que se resuelve en inteligencia, amigabilidad y diligencia espiritual. El se adhiere al hecho grandioso de la armonía universal, al funcionamiento incesante de la ley divina en sus modalidades de justicia constante y a la impecable perfección del hombre, expresión espontánea de Dios.

La Christian Science ha traído a esta era actual no sólo la revelación final de la Verdad sino también la más profunda necesidad que ha tenido la humanidad de asumir la responsabilidad espiritual que trae consigo la revelación de la Verdad. Conforme al remedo de ley de las cosas contrarias, el error trata a veces de levantarse a desafiar la activa pureza y bondad que la Christian Science pone en práctico ejercicio nuestro, y el arma más sutil que el error esgrime para eso es la apatía. En su parábola del trigo y la zizaña, Cristo Jesús nos enseña que el enemigo siembra las hierbas del error “al tiempo de dormir los hombres” (Mateo 13:25). Mrs. Eddy llama nuestra atención a la necesidad de velar cuando declara en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 102): “Las formas leves del magnetismo animal están desapareciendo, y sus aspectos agresivos están saliendo al frente.” Y luego sigue hablando de lo secreto que son los métodos actuales del magnetismo animal que inducen con maña a que se vuelva indolente esta generación, ocasionándole la misma apatía que desea encasquetarle el criminal.

La mente mortal — el falso estar consciente o magnetismo animal — es el criminal, y lo que de mortal tomamos como nuestro, es la víctima a la que trata de imponerle la apatía, indolencia o indiferencia a nuestra responsabilidad moral. Nuestra defensa contra esa resistencia que se opone a que la Ciencia se nos imparta o revele está en nuestra demostración de la Verdad en todos los detalles de nuestra vida — como individualidad nuestra, como miembros de la iglesia, como ciudadanos de la comunidad en que vivimos. Sólo en la medida en que se lleve a cabo cada una de esas funciones en prueba de que el Espíritu es todo y que el hombre lo expresa en su actividad natural, podremos destruir la apatía que tiende a adormecer nuestra sensibilidad y a impedir que nos demos cuenta de que somos partícipes del reino del Amor.

Nos sentimos inspirados a perseverar velando y consecuentemente activos en la Causa de la Christian Science cuando nos percatamos de la presencia de Dios y Su creación perfecta y comprendemos cuán profunda es nuestra responsabilidad de sacar a luz claramente la realidad. No hay apatía en el Espíritu divino que es todo y es perfecto ni en su idea, y nunca es necesario sufrir en la comprensión y demostración de esta verdad.

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