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Dios es Principio infalible

Del número de abril de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“El Rey no puede hacer mal,” dice un axioma de jurisprudencia a que dió lugar el establecimiento de la autoridad temporal del soberano. Esta doctrina de la infalibilidad del que rige o gobierna no hace más que declarar el concepto falsificado de la divina autoridad absoluta, atributo exclusivo de Dios. Dios, el supremo Rey de reyes, sí que no puede hacer mal. Es Principio infalible que no puede expresar sino el bien. Dijo el Salmista (19:7): “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma.”

Lo que es perfecto en todos sus detalles no puede ser imperfecto en ningún detalle. Dios es Principio absoluto, perfecto y exacto. Su perfección es intachable. Su ley es incontrovertible, innegable. El Principio no origina ni puede originar o sostener el mal, el pecado, la enfermedad o la muerte.

El que se compenetra aunque sea en cierto grado de lo que enseña la Christian Science en cuanto al Ser Supremo, conviene en que Dios es infalible y perfecto. Si le fuera posible hacer mal en cualquier respecto, perdería Su naturaleza perfecta infligiendo esa desviación en Su creación. Mas la perfección nunca puede ser menos que perfecta. La Verdad no puede entrar en compromiso o degradación con el error. A Dios no se le puede apartar o desquiciar de Su infinita bondad. Ni tampoco puede el hombre, Su imagen y semejanza, desviarse de la perfección.

Declara Mary Baker Eddy en su obra, Retrospection and Introspection (pág. 56): “Todo lo que diverje de la única Mente divina que es Dios,— o divide la Mente en mentes, el Espíritu en espíritus, el Alma en almas o el Ser en seres,— es una declaración errónea del Principio divino e infalible de la Ciencia, una declaración que interrumpe el significado de la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia del Espíritu, y es de origen humano en vez del origen divino.”

La Christian Science reconoce que Dios es soberano sobre todo porque El es Todo, la siempre presencia suprema que todo lo gobierna, la causa eterna y única de toda realidad. Es el Principio fundamental que reina en el reino de la bondad y de la realidad conforme a leyes fijas y uniformes. Su idea, el hombre, responde sólo a Su gobierno.

En el orden humano se han decretado leyes diversas y a veces inconsecuentes, pero la ley de Dios, la ley de Cristo, la Verdad, es consistente, lógica, completa, imperativa y absoluta. Su poder y autoridad espirituales no son susceptibles de definición ni de formulación mortales. El Principio único es la fuente de la ley invariable que las opiniones mortales no pueden alterar. La naturaleza omnipotente, omnipresente y perfecta de la ley de Dios la inviste de habilidad curativa sin restricciones. No hay pecado ni enfermedad que pueda resistirse al funcionamiento del Principio. Todo lo que le sea desemejante se desvanece, se ve que no es nada cuando se entiende al Cristo y se utiliza con tal fin.

Dios, el Principio, gobierna toda Su creación que El mismo incluye, Sus múltiples ideas, en armonía perfecta. La inarmonía, el pecado, la enfermedad y la muerte carecen de principio, de causa y de continuidad, de bondad y de realidad. La salud, la armonía, la felicidad y la inmortalidad son la voluntad de Dios para todas Sus ideas benditas, sin que haya ninguna inteligencia ni fuerza capaz de excluirlas de Su creación.

El Principio hizo al hombre bueno y entero. Dios no es capaz de alterar Su creación espiritual a fin de crear de nuevo al hombre en un cuerpo material sujeto al pecado, la enfermedad y la muerte. Lo que hace el Principio intachable es completo, acabado, bueno. No existe ningún poder que sea capaz de crear y sostener a un hombre menos perfecto que el que Dios creó “en el principio.” Este hombre perfecto e inmortal nada tiene en sí que lo haga caer de la gracia o perder la semejanza deífica. Es eternamente espiritual.

Dios, el Principio divino, apoya y mantiene todo lo que emana de Su infalible entidad. La Ciencia divina, el Consolador Santo, procede del Principio fijo e indisputable y en él descansa. Sólo el sentido espiritual percibe las reglas para demostrar la metafísica divina de la Christian Science. Estas reglas se fundan en el Principio divino, que es comprensible y demostrable. La prueba y la demostración científicas son fases indispensables del Principio que es Dios, única fuente de la salud y de la perfección. Aunque la manifestación verdadera del Principio es únicamente espiritual, se evidencia en el reino de la consciencia humana como mejores cuerpos y hogares, mayores afectos y una seguridad mayor. No hay error mortal de creencia capaz de impedir el poder restaurativo y curativo de la Ciencia divina, porque la regla del Principio que es Amor tiene por objeto demostrar la ley de Dios aquí en la tierra, como en el cielo.

La Christian Science se concierne con aplicar la inmutable voluntad de Dios de bondad y amor y perfección espirituales a la consciencia humana. Indica Mrs. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 205): “La Christian Science es la idea cabal de su Principio divino, Dios; se funda por siempre en el Amor, y se demuestra con reglas perfectas; es infalible. De ahí que su efecto natural sea la salud, la santidad, la inmortalidad.”

Abraham estaba consciente del Principio divino y de que el poder de Dios es justo. Preguntaba en coloquio con El (Génesis 18: 25): “¿El Juez de toda la tierra no ha de hacer justicia?" Y el Predicador dijo (Eclesiastés 8:4): “La palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: Qué haces?” Esta última declaración puede parafrasearse: “La Palabra de Dios, el Principio divino, es con potestad, ¿y quién o qué puede disputárselo?” Donde está Dios, y El llena todo el espacio, allí está el poder de Dios, el Cristo, la Verdad, en acción en la consciencia humana, curando y salvando.

La autoridad temporal puede f laquear, alterarse o cesar, pero el Principio divino rige eterna e imperativamente. El poder de Dios no se lo puede disputar ninguna supuesta mente o fuerza, puesto que no hay ninguna otra autoridad que se oponga a la de Dios. El Cristo, la manifestación del Dios omnipotente, es infalible y omnipresente, porque el Cristo es la expresión completa y perfecta del mismo ser infalible de Dios.

El Principio gobierna todo efecto en armonía perfecta. Las leyes de Dios son inequívocamente benéficas. No hay mal, pecado, enfermedad ni muerte en el Principio que es Dios, el bien, ni en Su idea que es el hombre. El Principio es incapaz de causar mal o de dar origen a ninguna secundaria entidad, potencia o influencia con capacidad para producir el mal. Todo efecto bueno y perfecto viene del Principio. En el grado en que uno reconozca que el bien es supremo, se coloca bajo la jurisdicción de Dios y de Sus leyes infalibles. El resultado es salud, armonía y protección. Indica Mrs. Eddy en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 331): “Este supremo Principio potencial reina en el reino de la realidad, y es ‘Dios dentro de nosotros,’ el Yo soy.” Los dones espirituales y perfectos del bien que Dios da se manifiestan dondequiera que se obedecen sinceramente Sus leyes benéficas, dondequiera que la consciencia humana da lugar a que reine el Cristo, la Verdad que regenera. Este Dios infinito, este Principio divino es incapaz de hacer el mal. Su decreto, Su plan para todas Sus ideas, es el bien únicamente.

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