En su mensaje de Resurrección a La Iglesia Madre en la pascua de 1902, dijo Mary Baker Eddy (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 155): “Ojalá que esta alegre mañana de Resurrección encuentre a los miembros de esta querida iglesia disfrutando de una paz pura, un gozo fresco, una clara visión del cielo aquí,— el cielo dentro de nosotros,— y una consciencia ya despierta a lo que es el Cristo resucitado.” ¿Cómo obtener y retener la paz, el gozo, el reconocimiento de la presencia del reino de los cielos dentro de nosotros? ¿ Cómo ganar una impresión más clara del Cristo resucitado, de la supremacía del Espíritu sobre la materia y sus falsas pretensiones?
Para lograrlo haríamos bien en volvernos a la oración de Jesús proferida momentos antes de que lo traicionara Judas Iscariote. En ella sostiene nuestro Ejemplificador del camino la verdad de su unión con Dios. Y ruega al Padre que esa misma sensación de estar a una con el Espíritu sea impartida no sólo a sus discípulos, sino también a todos los que acepten el testimonio que ellos dan de sus enseñanzas.
Jesús mostró que la única protección verdadera así como la base de toda salud y éxito está en nuestra demostración individual de que el hombre y el Padre son uno o están a una. El probó en su vida diaria que esta unión o estar a una con el Amor divino se logra espiritualizando nuestro pensamiento. Cada uno entra individualmente en el gozo y la gloria del reino de los cielos a medida que crece hallándose en el carácter y la naturaleza del Cristo, el Hijo de Dios.
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