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La lección de la Pascua Florida

Del número de abril de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En su mensaje de Resurrección a La Iglesia Madre en la pascua de 1902, dijo Mary Baker Eddy (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 155): “Ojalá que esta alegre mañana de Resurrección encuentre a los miembros de esta querida iglesia disfrutando de una paz pura, un gozo fresco, una clara visión del cielo aquí,— el cielo dentro de nosotros,— y una consciencia ya despierta a lo que es el Cristo resucitado.” ¿Cómo obtener y retener la paz, el gozo, el reconocimiento de la presencia del reino de los cielos dentro de nosotros? ¿ Cómo ganar una impresión más clara del Cristo resucitado, de la supremacía del Espíritu sobre la materia y sus falsas pretensiones?

Para lograrlo haríamos bien en volvernos a la oración de Jesús proferida momentos antes de que lo traicionara Judas Iscariote. En ella sostiene nuestro Ejemplificador del camino la verdad de su unión con Dios. Y ruega al Padre que esa misma sensación de estar a una con el Espíritu sea impartida no sólo a sus discípulos, sino también a todos los que acepten el testimonio que ellos dan de sus enseñanzas.

Jesús mostró que la única protección verdadera así como la base de toda salud y éxito está en nuestra demostración individual de que el hombre y el Padre son uno o están a una. El probó en su vida diaria que esta unión o estar a una con el Amor divino se logra espiritualizando nuestro pensamiento. Cada uno entra individualmente en el gozo y la gloria del reino de los cielos a medida que crece hallándose en el carácter y la naturaleza del Cristo, el Hijo de Dios.

La Pascua Florida ofrece a todo Científico Cristiano una oportunidad de examinar sus pensamientos a fin de cerciorarse de si sus afectos están con el Espíritu o con la materia. El mensaje de esa pascua nos incita a todos a que resolvamos elevarnos más en la demostración de la rica herencia del hombre como hijo de Dios. Haciéndolo así, no sólo nos ganamos bendiciones para nosotros sino que también bendecimos a nuestros semejantes, como lo hacía Jesús. Abundaban las bendiciones por dondequiera que iba.

Refiriéndose a la naturaleza del poder y la unión espirituales dice Mrs. Eddy (ibid., pág. 162): “La fuerza está en el hombre, no en el músculo; la unión y el poder no están en el átomo ni en el polvo. Un puñado de hombres sabios es mejor que un desierto de estúpidos, y más fuerte que el poderío de los imperios.” Y agrega que la unión se ve en la cooperación espiritual y en trabajar de corazón a corazón. A los alumnos que formaban una de sus clases les dijo una vez que si todos los allí presentes tuvieran la misma Mente, tendrían poder para reformar al mundo entero.

Estos pensamientos respecto a la demostración de la unión y el poder espirituales son de suma importancia para los Científicos Cristianos, especialmente en lo relativo a las actividades de las iglesias filiales. Los Científicos Cristianos saben que su religión es la revelación final al mundo de la verdad respecto a Dios y Su creación. Mediante la influencia divina de esta verdad, amada y practicada, los hombres y las naciones pueden hallar salud, éxito y paz permanentes. Lo cual hace que en los Científicos Cristianos recaiga la responsabilidad de contribuir a que se establezcan la unión y la cooperación en las actividades de las iglesias así como en el diario vivir.

La responsabilidad fundamental de todo miembro de iglesia es crecer en la gracia — en las cualidades del Cristo — demostrando así la unión del hombre con Dios. Escribiendo a las Iglesias Científicas de Cristo en Chicago con relación al gran poder de la unión que ellas ejemplificaban, Mrs. Eddy hizo mención de él como el fuego del fénix, un fuego que guarda y guía a esas iglesias. Y en otra ocasión lo designó “amor viviente” (véase Miscellany, pág. 164). Es este “amor viviente”— Amor vivido — que se extiende a toda la humanidad, curando y bendiciendo, lo que realmente caracterizaba cada acto de Jesús en el desempeño de su misión. Y es ese mismo amor el que habilitará a nuestras iglesias para que sean más poderosas cada vez en el bien hacer, a medida que los miembros cedan al Cristo en su individual vida habitual y en las actividades de la Iglesia.

El hecho de encontrarse todos los Científicos Cristianos en diferentes etapas de crecimiento exige sean desinteresadamente amorosos, pacientes y tolerantes en sus relaciones mutuas en la obra de la iglesia. Todos ellos han vislumbrado la unión que existe entre Dios y Su idea. Pero, como dice nuestra Guía, unos son más tardos que los otros en la demostración del “amor viviente,” que es la prueba de que el hombre está a una con Dios. Hay que tener presente que Jesús era muy paciente con sus discípulos. Aunque sabía que Judas habría de traicionarlo, siempre le manifestaba cariño.

Lo que une a los hombres y a las agrupaciones es el poder de la abnegación o sea del olvido de sí mismo por servir a los demás reflejando incesantemente al Amor divino. El mandato del Maestro de amarnos los unos a los otros no quiere decir que necesitemos admitir o convenir con toda declaración que hagan los otros. Pero sí que estemos dispuestos a escuchar lo que tengan que decir y que esperemos y oremos por entender y sentir mejor el “amor viviente” en nosotros y en los demás.

Nuestra Guía nos dice que podemos condenar al error como error sin riesgo alguno para nosotros, pero que a las personas las condenemos rara vez, si es que en vez alguna tengamos que hacerlo. Y añade (ibid., pág. 249): “Aprovechad toda oportunidad de corregir el pecado siendo perfectos vosotros mismos. Cuando el error se esfuerza por que se le oiga en preferencia a la Verdad, dejad que la ‘voz callada y suave’ produzca los fenómenos de Dios.”

El reproche en silencio del pensamiento cristiano es el más potente. Viviendo uno mismo el Amor como lo vivía Jesús, en obras tanto como en palabras, no sólo redarguye al error sino que también bendice a los hombres y los inspira a que adopten ideales más altos. Abstenerse de criticar injustamente y trabajar con los que en una agrupación o en la iglesia abogan por pensamientos y acciones que se basen en el reconocimiento y la prueba de la unión del hombre con Dios es producir armonía en las actividades de la iglesia y en las relaciones humanas.

¡Qué agradecidos debíamos de estar a Jesús por su demostración de que el hombre está a una con el Amor divino! Su manifestación del “amor viviente” lo habilitó para pasar por su crucifixión y el sepulcro inmune para elevarse luego al regocijo y la actividad eternos de su identidad verdadera que cura y beneficia como el Hijo de Dios. Ojalá disfrutemos en esta Pascua Florida el favor divino que Jesús oraba al Padre otorgara a todos los que lo acepten como el Ejemplificador del camino, diciendo (Juan 17:22, 23): “La gloria que me has dado a mí, yo se la he dado a ellos: para que ellos sean uno, así como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que ellos sean hechos perfectos en la unidad.”

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