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Someto este testimonio impelido por mi...

Del número de abril de 1957 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Someto este testimonio impelido por mi gratitud por que la Christian Science me ha protegido y guiado durante más de treinta años. Cuando niño, yo consideraba que las curaciones a que se refiere la Biblia en sus relatos eran muy naturales, y no podía entender cómo era que ahora no se podían curar de las enfermedades mediante la oración según lo enseñó Jesús. Por tanto, grande fué mi interés muchos años después cuando un joven de mi oficina me contó que había sido curado admirablemente con la Christian Science.

Adquirí el libro de texto, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, y cuando hube leído el primer capítulo me di cuenta de que había hallado la verdadera explicación de la oración que cura y que toda clase de enfermedad puede curarse orando correctamente. Muy pronto pude dar testimonio de la potencia curativa de esta Ciencia y otras muchas curaciones siguieron con el transcurso de los años. Una de ellas quiero relatar aquí porque todavía sigue siendo de provecho recordar, para mí desde luego, y muy bien puede serlo para otros que lean este relato.

Una enfermedad del estómago me agobió por varios meses y varias veces al día me causaba mucho dolor. Varias clases de alimentos me hacían daño por lo cual yo adelgazaba cada vez más. Mi familia y yo planeábamos hacer un viaje por vapor de alta mar y yo pensaba que si no sanaba echaría a perder el placer de viajar de todos ellos. El día en que nos íbamos a embarcar yo me sentía muy débil y sabía que tenía que tomar una actitud firme a fin de librarme de esa dificultad. Ya de camino para tomar el vapor vinieron a mi mente estas palabras de Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 129): “Si queréis conocer la verdad espiritual, la podréis descubrir, invirtiendo la fábula material, ya sea la fábula a favor o en contra,— ya esté de acuerdo con vuestras nociones preconcebidas o completamente contraria a ellas.” De lo cual colegí que yo podía obedecer la verdad desobedeciendo las sugestiones del error, o sea la mente mortal. Decidí pues obrar al contrario de lo que la mente mortal sugiriera.

Cuando al abordar el barco un miembro de la familia quería ver todo el resto del vapor y la mente mortal sugería que yo estaba muy cansado ya, anduve por todo el vapor sobre cubierta y abajo durando en eso más de una hora. Cuando nuestra hijita deseaba jugar Ping-Pong y la mente mortal sugería que eso era lo que menos quería yo hacer, jugué Ping-Pong. Pero la prueba mayor vino cuando nos sirvieron una abundante comida. Al contrario de lo que sugería la mente mortal, yo decidí comer las mismas clases de alimento que no había probado durante meses porque me habían hecho daño. Lo hice así, y sin que siguiera ni un sólo instante de malestar.

Ese primer día a bordo yo sentí que había sanado de mi enfermedad. Y así fué, pues nunca ha vuelto el dolor de estómago. No tuve que pasar por ninguna convalescencia: al día siguiente ya me sentía fuerte. Dos días después, cuando llegamos a donde íbamos, yo anduve por horas, cosa que no había podido hacer por mucho tiempo. No he tenido ninguna recaída de esta enfermedad estomacal.

Durante los cinco años de ocupación de fuerzas invasoras que sufrió nuestro país, yo fui protegido en una actividad peligrosa y los tres miembros que forman mi familia lo pasaron con poca dificultad. Estoy muy agradecido a Mrs. Eddy por habernos revelado de nuevo al Cristo, la Verdad, y la unión del hombre con su Padre celestial.—

Yo confirmo el testimonio de mi esposo y deseo añadir mi propia gratitud a Dios por el hecho de que nuestra familia de tres miembros ha contado con la ayuda de la Christian Science por más de treinta años sin que hayamos empleado ninguna medicina durante ese tiempo. Muchos problemas hemos resuelto ya con nuestra propia comprensión de esta Ciencia o bien con la ayuda de un practicista de la misma.

Un día, cuando tenía pensado ir de visita a casa de mis padres que vivían en otra ciudad cercana a la nuestra, yo me sentía miserablemente indispuesta porque todo mi cuerpo estaba cubierto de un sarpullido que me causaba comezón. Cuando mi esposo regresó de su oficina se lo dije y le supliqué trabajara metafísicamente a mi favor según la Ciencia. No deseando decepcionar a mis padres que me esperaban, fui a visitarlos al anochecer. Al volver a casa me sentía tentada a no esperar dormir esa noche por la comezón. Pero mi esposo había hecho un buen trabajo meta- físico en mi provecho, por lo que toda la noche me dormí. Al despertar la mañana siguiente no pude hallar ni un solo rastro de la erupción cutánea, y escribí a mis padres que ya había sanado enteramente. El lector ha de comprender el porqué de mi profunda gratitud por la bendición que la Christian Science es para mí.

Deseo corroborar el testimonio de mi madre y el de mi padre. Yo me crié en la Christian Science y asistí a la Escuela Dominical hasta que cumplí veinte años de edad. Durante mi colegiatura esta Ciencia fué de mucha ayuda para que saliera aprobada en mis exámenes, enseñándome así que el hombre refleja la única inteligencia que es Dios.

Me alegro mucho de ser Científica Cristiana especialmente ahora que soy maestra de escuela, y encuentro mucho gozo en enseñar a los niños. Las palabras que Mrs. Eddy nos da en su interpretación espiritual del Padre Nuestro (Ciencia y Salud, pág. 17): “Y el Amor se refleja en amor,” se han vuelto muy prácticas para mí. Agradezco saber que Dios me guía por el sendero que recorro y que Su sendero es siempre bueno.

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