Hace años me hallaba recluido en mi casa por encontrarme enfermo. Contaba entre mis amigos a un médico eminente que pronosticó mi caso de muy grave afección cardíaca además úlceras en el estómago y un caso avanzado de mal de Bright. Le dijo a mi familia que yo no podría seguir viviendo más de veinte días o treinta a lo sumo.
Aunque yo no era un Científico Cristiano sabía algo de lo que enseña esta Ciencia porque mi esposa la estudiaba. Hablamos ella y yo sobre esto y decidí depender completamente de la Christian Science en esa crisis. Durante cuarenta y cinco días apenas podía yo comer o beber. A veces era desalentadora la perspectiva, pero con la ayuda de un practicista mantuve mis pensamientos fijos cerca de Dios, sabiendo que El atendería a todas mis necesidades. Terminados los cuarenta y cinco días me levanté, me vestí y sorprendí a mi familia tomando un almuerzo opíparo. Al mes volví a mi ocupación.
Días después al regresar del trabajo me detuve en el consultorio de mi amigo el doctor. Al verme se sorprendió y se asombró. Se sorprendió de verme, cualquiera que fuera mi estado, y se asombró de que estuviera en tan buena salud. Luego llamó a otros dos médicos, consocios suyos que le habían ayudado a hacer el diagnóstico de mi caso. Me hicieron muchas preguntas y me examinaron cuidadosamente. Su examen les mostró que ya no tenía yo enfermo el corazón, ni úlceras estomacales, ni tampoco el mal de Bright, por lo cual pronunciaron ser de salud cabal el estado en que yo me hallaba.
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