Cuando Cristo Jesús dijo a cada uno de los que fueron luego sus discípulos: “Sígueme,” ¿qué quería decir? No que siguieran a su personalidad, sino al Cristo que él ejemplificaba en su experiencia humana; el Cristo que él vivía, amaba y demostraba.
Pablo decía: “De la manera, pues, que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en él” (Colosenses 2:6). Uno se vuelve un verdadero seguidor del Cristo andando mentalmente con la Verdad y el Amor, guardando los mandamientos del Maestro en el espíritu y en la letra.
En las Sagradas Escrituras leemos acerca de las excusas que daban los que dejaban que los asuntos humanos retardaran su obediencia al llamado: “Sígueme.” Sin duda que los que las daban creían que sus excusas eran dignas de encomio, pero si en su corazón hubiesen amado a Cristo en preferencia a todo lo demás, hubieran atendido al llamado del Maestro inmediatamente.
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