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[Original en portugués]

Hacía cuatro años que me había casado cuando supe acerca de la...

Del número de diciembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hacía cuatro años que me había casado cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana. En esa época pensaba que un niño era suficiente para una pareja, que sería difícil mantener los gastos de una familia más grande. Sin embargo, ante la insistencia de mi esposo, estuve de acuerdo en tener otro hijo. Había sufrido mucho durante el primer embarazo, y durante el segundo las cosas fueron todavía peores. Aunque hablaba con un practicista, no estaba practicando esta religión porque tomaba toda clase de medicinas y vitaminas para el embarazo.

Cuando el niño nació, estuvo conmigo sólo unas pocas horas y luego falleció. Yo realmente deseaba tener un niño; pero con la ayuda de algunos Científicos Cristianos, dejé a un lado los sentimientos de pérdida. Un año más tarde ya estaba esperando un hijo otra vez, y me sentía bien. Pero ahora el negocio de mi esposo iba de mal en peor. Además se vio complicado en un accidente, aunque físicamente no sufrió, las acusaciones eran graves.

Después de unos días tuve un aborto. Al principio me rebelé contra todo, aun contra esta Ciencia maravillosa. Mas fue entonces cuando una querida amiga me indicó estas palabras en el Himnario de la Ciencia Cristiana (No. 97):

El que lleva en sus penas
la simiente del amor,
incansable, siempre alerta,
tiene el triunfo en su labor.

 Me di cuenta de que no debería abrigar dudas acerca de la verdadera semilla — la verdad de Dios y el hombre — la cual ya me había dado mucho fruto. La hora había llegado para multiplicar estos frutos, no para limitarlos. Empecé a recobrar energías, sabiendo que Dios y yo estábamos en un mismo lado. Y comencé a comprender por qué la Sra. Eddy usa esta frase en su libro Ciencia y Salud (pág. 266): “ ‘La necesidad del hombre es la oportunidad de Dios’ ”.

Resolví realmente aprender acerca de Dios. También me di cuenta de que mi intenso deseo de tener otro hijo no era correcto. Yo estaba dando lugar a la voluntad humana sobre todas las cosas. Entonces comprendí que tenía necesidad de esperar, no un hijo, sino ideas espirituales, y necesitaba que naciera no un hijo, sino el reconocimiento del Cristo, la Verdad, dentro de mí. Esa vislumbre de la verdad abrió la puerta de la Ciencia Cristiana para mí.

Al estudiar las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y artículos del Heraldo en portugués, toda mi angustia despareció y me sentí en paz. También estudié profundamente el primer capítulo del Génesis y su interpretación espiritual, dada por la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (ver págs. 502–519). El pasaje que llamó mi atención se encuentra en la pág. 506: “El Espíritu, Dios, reune los pensamientos aun informes en sus cauces adecuados, y los desarrolla, al igual que abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito pueda manifestarse”. También, un amigo me recomendó que leyera acerca de la lucha de Jacob en Génesis (32:14–30) y estudiara esta frase en Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy (pág. 118): “Tened buen ánimo; la lucha con uno mismo es grandiosa; nos da bastante empleo, y el Principio divino obra con nosotros — y la obediencia corona el esfuerzo persistente con la victoria eterna”.

El temor, la creencia errónea y la preocupación humana se desvanecieron al estudiar Isaías 54. Comprendí que yo no dependía de mi esposo, ni mi esposo dependía de mí, ni nuestros hijos de nosotros como padres, sino que cada uno de nosotros dependía solamente de Dios, porque Él es el Padre-Madre de todos. Cuando llegué a este punto, ya no estaba preocupada por tener más hijos o no tenerlos.

Después de algunos meses me di cuenta de que estaba embarazada otra vez. Esta vez me pareció muy natural. No sentía una emoción extrema, tampoco tenía ningún temor pues sabía que la idea de Dios es completa y perfecta. Ni por un segundo me sentí tentada a usar medicina material.

El resultado fue que tuve un embarazo maravilloso, y un parto tan fácil que no hay palabras para describir esta experiencia feliz; sentí la presencia y el poder de Dios en todo. Unos días después del nacimiento de la criatura, mi esposo estuvo libre de las acusaciones que habían resultado del accidente mencionado.

Ésta fue una de las grandes demostraciones del poder de Dios que mi familia y yo hemos tenido por medio de la Ciencia Cristiana. Sirvió para despertarme, hasta cierto grado, del sueño material y mi vida sufrió un cambio radical, todo fue transformado: donde antes había escasez, ahora había superabundancia, ahora yo sabía de la provisión que Dios nos da del bien. Estoy infinitamente agradecida a Dios por Su revelación a la Sra. Eddy de las enseñanzas de Cristo Jesús. Siento especial agradecimiento por las Lecciones Bíblicas semanales, las cuales me han ayudado tanto a subir los peldaños de la espiritualidad.


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