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“Vosotros... sois mis testigos...”

Del número de diciembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestro propósito más alto en la vida está claramente expuesto por el profeta del Antiguo Testamento: “Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios”. Isa. 43:12. Cuán agradecidos podemos estar por esta certeza de que cada uno de nosotros es importante para Dios, que cada uno es necesario y útil. Esta seguridad nos alienta para que nuestra testificación individual sea un tributo más elevado a Dios.

No es necesario hacerse conjeturas respecto a cuál será la mejor forma de realizarlo. El más grande testigo de todos los tiempos, nuestro Maestro, Cristo Jesús, no sólo nos dejó su propio ejemplo perfecto sino también enseñanzas para todos los que buscan sinceramente seguir su ejemplo. Estas conocidas enseñanzas que se encuentran en el Sermón del Monte, traen consigo el poder espiritual de un mensaje divino, y siguen siendo tan asequibles y eficaces hoy como cuando Jesús pronunció su sermón.

A través de toda la Biblia encontramos descripciones de fieles testigos de la omnipotencia y omnipresencia del amor de Dios. Hay muchos casos en que esos testigos tuvieron curaciones físicas y grandes triunfos sobre lo que parecían ser pruebas insuperables.

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