Todos los días me invade un sentimiento de bienaventuranza cuando pienso en todo lo que significa para mí la Ciencia Cristiana. Realmente le enseña a la humanidad cómo seguir al Mostrador del camino, Cristo Jesús.
En años anteriores, no sólo no pertenecía a iglesia alguna, sino que no creía para nada en Dios. O más bien, no creía en un Dios al que muchas iglesias honraban y que a mí me parecía injusto y falto de amor; que castigaba a las personas buenas y otorgaba una vida maravillosa a los malos. Yo no quería tener nada que ver con un Dios así. A pesar de ello, recurría a la Biblia una y otra vez. Pensaba que debía haber algo especial en ese libro que hacía que sus declaraciones fuesen pertinentes aun en la actualidad. Pero una y otra vez volvía a dejarlo a un lado, desilusionada por no poder comprenderlo.
En esa época me encontraba luchando contra la soledad. También había comenzado a beber, y fumaba cada vez más. Siempre había sido una persona muy tímida, llena de inhibiciones, temores y sentimientos de inferioridad. A veces me sentía tan desgraciada y desesperada que consideré seriamente el suicidio. Debido a que estaba convencida de que la muerte pone fin a la vida, no veía absolutamente ningún propósito que justificase mi corta existencia.
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