Pocas ramas de estudio podrían ser más fructíferas para el desarrollo espiritual y la curación que la investigación devota en la Biblia y en las obras de Mary Baker Eddy del tema de la coincidencia de lo divino y lo humano. Y pocos temas en la metafísica de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) son más importantes de comprender.
La Ciencia Cristiana amplía nuestra comprensión de lo que la consciencia humana incluye. Sin esta Ciencia uno corre el riesgo de adoptar un punto de vista demasiado estrecho y la idea de que la consciencia humana es algo así como un estado de limbo, separado de Dios o más o menos remoto de Él. Ese punto de vista promueve la conclusión de que lo más que podemos esperar alcanzar mediante el esfuerzo y el desarrollo espiritual es un mejor concepto humano de Dios, sólo mejores ideas acerca de Él. Pero la Biblia y las obras escritas de nuestra Guía dan una visión más amplia de las posibilidades asequibles a la consciencia humana.
En varios pasajes de sus obras, la Sra. Eddy describe el estado menos espiritualizado de la consciencia humana como aquel que más imbuido está de creencias mortales. Ver Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras 484:19–24. Escritos Misceláneos 203:20-24. Con mayor frecuencia ella hace referencia a la mezcla de buenos y malos pensamientos, al trigo y la cizaña, lo cierto y lo falso — grados de bien y mal — que constituyen mucho de lo que se conoce como la experiencia humana. Ver Ciencia y Salud xi: 10-23. Esc. Mise. 352:3-14,25-29. Pero también pone en claro que la consciencia humana, cuando se purifica hasta el punto de recibir la revelación, puede alcanzar un nivel donde lo divino no sólo influye en lo humano y trae como resultado mejores conceptos, sino que realmente coincide con lo humano.
Por ejemplo, refiriéndose al autor del Apocalipsis, dice: “Juan vio la coincidencia de lo humano y lo divino, manifestada en el hombre Jesús, como la divinidad abrazando a la humanidad en la Vida y su demostración, — reduciendo a la percepción y comprensión humanas la Vida que es Dios. En la revelación divina desaparece la entidad material y corpórea, y la idea espiritual es entendida”. Ciencia y Salud, pág. 561.
¿No se estaba refiriendo Pablo al primer y al segundo grado de consciencia humana que mencionamos antes cuando escribió: “Ahora vemos por espejo, oscuramente"; y al tercer grado, cuando añadió: “mas entonces veremos cara a cara”? La declaración completa dice así: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. 1 Cor. 13:12.
¿Estaba Pablo hablando acerca de un tiempo futuro? ¿O estaría hablando de un cambio de consciencia, de un despertar espiritual? Él escribió: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. 2 Cor. 6:2. Y además: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”. Efes. 5:14. Aquí “los muertos” seguramente se refiere a aquellos que están tan hundidos en el materialismo que pasan desapercibidos de la presencia del Cristo, la Verdad.
¿Cómo podemos llegar al punto de inspiración donde se ve que lo divino y lo humano realmente coinciden como una sola cosa? Este avance decisivo se obtiene por impulsión divina. No es meramente el resultado de esfuerzos humanos para espiritualizar el pensamiento y de la lucha por ser buenos (aunque éstos son necesarios) sino también de la influencia redentora y la acción transformadora del Cristo, la Verdad, siempre presente. Las creencias mortales tienen que ceder — realmente ceder — a la Verdad. Tenemos que abandonar los conceptos finitos y las características carnales. Entonces la luz de la Verdad inunda la consciencia humana. Abrigamos en la consciencia algo más que ideas humanas acerca de la Verdad; abrigamos al Cristo, la Verdad, que actúa como nuestra consciencia y la gobierna por entero. Entonces estamos viendo la Verdad “cara a cara”.
La Sra. Eddy explica claramente en un notable pasaje de Ciencia y Salud (págs. 572-576) que incluye la siguiente declaración, que esta consciencia inspirada puede alcanzarse aquí y ahora: “El autor del Apocalipsis estaba en nuestro plano de existencia, cuando ya contemplaba lo que los ojos no pueden ver, — aquello que es invisible para el pensamiento no inspirado. Este testimonio de las Sagradas Escrituras confirma la realidad científica de que los cielos y la tierra para cierta consciencia humana, aquella consciencia que Dios imparte, son espirituales, mientras que para otra, la mente humana no iluminada, la visión es material”.Ciencia y Salud, pág. 573.
Obsérvese que ella habla de “cierta consciencia humana” pero que la define como “aquella consciencia que Dios imparte”. ¿Imparte Dios algo que sea humano? Ciertamente nada de origen humano y finito. Lo que Dios imparte es divino, procede de Dios. Pero en esta coincidencia de lo divino y lo humano, lo divino toca lo humano y lo transforma. Nos percatamos de la unión eterna que existe entre Dios y el hombre. Sentimos de manera tangible la seguridad que Cristo Jesús nos dio de que “el reino de Dios dentro de vosotros está”. Lucas 17:21 (según Versión Moderna). Obtenemos pruebas mediante curaciones físicas y mediante la eliminación del temor humano, de la agitación y del sufrimiento. Lo divino y lo humano verdaderamente coinciden como uno.
Cristo Jesús fue el supremo ejemplo de esta coincidencia. La Sra. Eddy nos dice: “A la consciencia humana, apareció Cristo, o la idea espiritual, en la persona de Jesús”.Retrospección e Introspección, pág. 93. El Salvador estaba consciente de su unión con Dios. Con su pura visión espiritual bebió profundamente de la esencia misma del Amor perfecto e infinito.
Sin embargo, esto no lo alejó de la humanidad llevándolo a morar en algún reino abstracto. Por el contrario, lo capacitó para expresar a la humanidad un inefable amor divino con la mayor ternura y sabiduría, con poder y gracia espirituales, en efecto, el más alto ejemplo de amor puro que el mundo jamás haya conocido.
Cristo Jesús tenía una profunda comprensión de la realidad ilimitada de la Vida eterna, que es inmortal e indestructible. Mas este hecho no lo sacó de la escena humana hasta que no terminó de cumplir con su misión terrenal. Por el contrario, le permitió sanar al enfermo, restablecer al inválido, reformar a los pecadores y resucitar a otros y, por último, resucitarse a sí mismo de la tumba.
Pero esta inspirada consciencia del Cristo, la Verdad, no estaba limitada al Jesús personal, aunque él la expresaba más completamente que ninguna otra persona. En sus propias palabras: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Juan 14:23.
La Sra. Eddy hace hincapié en este punto a lo largo de todos sus escritos. Ella observa que varios de los protagonistas bíblicos captaron vislumbres del Cristo, la Verdad, y de ese modo aprendieron más acerca de la naturaleza divina. Uno de los primeros ejemplos de eso fue Jacob. Él se encontraba en Peniel luchando con el error, cuando un ángel se le apareció, y él pudo vencer todas sus viejas características de duplicidad, sensualismo, temor y odio. Jacob se refirió así a esta experiencia: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”; y después, en el momento de reconciliarse con su hermano, Esaú, añadió: “He visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanto favor me has recibido”. Gén. 32:30; 33:10.
Por medio de la Ciencia del cristianismo nosotros también podemos alcanzar ese estado de consciencia en el cual el torbellino humano cede al orden divino y al reino de los cielos. Tomemos como ejemplo un pensamiento espiritual consciente que esté en perfecto acuerdo con la ley y la Ciencia divinas; un reconocimiento puro, claro y profundamente percibido de la verdad que la Vida del hombre es eterna y es Espíritu. Supongamos que usted comprende esta verdad de manera tan completa y vívida, con tal pureza de inspiración, que ésta llega con un sentido de luz y todo lo demás sencillamente queda excluido de su consciencia. Usted comulga con esta verdad y ella trae curación. ¿No está actuando esta verdad espiritual — que la Vida del hombre es eterna y es Espíritu — como su consciencia? ¿No es aquí donde coinciden la realidad divina y la consciencia humana?
Encontramos la base de esta consciencia inspirada en la relación científica que existe entre Dios y el hombre, en la cual Dios es el Padre Mente y el hombre es el hijo, la imagen divina, o idea, que refleja a Dios.
Refiriéndose a esta verdadera relación, la Sra. Eddy escribe: “Esta Ciencia de Dios y el hombre es el Espíritu Santo, que revela y sostiene la armonía ininterrumpida y eterna tanto de Dios como del universo. Es el reino de los cielos, el reino de la armonía siempre presente, ya con nosotros. De ahí la necesidad de que la consciencia humana se torne divina, en la coincidencia de Dios y el hombre, en contraposición a la consciencia equivocada que admite la existencia tanto del bien como del mal, de Dios y del diablo, — del hombre separado de su Hacedor”.La Unidad del Bien, pág. 52.
El único hombre verdadero es el hombre de la creación de Dios, inseparable de Él. Ésta es nuestra verdadera identidad, naturaleza y existencia. Esta inspirada comprensión nos llega mediante el Cristo redentor, la Verdad, elevándonos por sobre cualquier sentido de que estamos separados de Dios. A medida que alcanzamos esta comprensión científica, nuestro propio estado actual de consciencia coincide con las realidades divinas del ser, la curación tiene lugar y aprendemos algo sobre el significado de lo que es la revelación.
