Durante un intercambio de ideas sobre problemas que encara la juventud hoy en día, un estudiante hizo la siguiente observación: “Probablemente lo peor es sentirse atraído en dos direcciones: por lo que le han enseñado a uno que está bien, y por lo que mucha gente que uno conoce está haciendo. Drogas, alcohol y sexo predominan por todas partes y están al alcance de todos”.
Otro estudiante agregó: “Le llega a uno. He visto que esto le ha ocurrido a quienes no tenían antecedentes de algo semejante y que realmente no querían caer en ello”.
La tentación no es nada nuevo. Viene de muy atrás, desde que la humanidad empezó a reconocer la diferencia entre el bien y el mal; y se encuentra a través de toda la Biblia, desde la historia de Adán y Eva hasta los relatos de la carrera de Cristo Jesús, hace unos dos mil años.
Al comienzo de su ministerio, el Maestro tuvo que hacer una decisión. Cuando estaba en lo alto de un monte, relata la Biblia, el demonio lo tentó mostrándole “todos los reinos del mundo y la gloria de ellos”.
“Todo esto te daré si postrado me adorares”, le dijo el diablo.
A pesar de que su decisión le traería una carrera de lucha, soledad y sufrimiento como también triunfo, Jesús no vaciló. No lo atrajo el engaño de la riqueza y el poder materiales, ni los placeres físicos. ¿Cómo podían atraerlo teniendo su filiación con Dios, toda la gloria del reino espiritual a su disposición? ¿Por qué tenía que aceptar algo tan inferior? Despreció la falsificación que se le ofrecía tan arrogantemente.
Su respuesta fue: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”. Al decir esto, el diablo lo dejó. Ver Mateo 4:8–11.
La decisión de Jesús cambió el curso de la historia. ¿Qué hubiera ocurrido, si hubiese cedido al tentador? Su vida hubiera sido muy diferente, y la nuestra también. Si Jesús no hubiese incorporado al Cristo, una luz que ha sido faro a través de los siglos, ¡cuánto más oscuro estaría el mundo hoy en día!
Todos los días tomamos decisiones, elegimos. Algunas son superficiales y nos son fáciles. “¿Qué comeré para el desayuno? “¿Qué blusa me pondré: la roja o la azul?” “¿Iré a esa fiesta hoy por la noche o me quedaré en casa para estudiar?” Y así por el estilo.
Pero otras decisiones son más importantes, más básicas para nuestra manera de vivir y para nuestras convicciones y normas más íntimas. Estas decisiones exigen que las meditemos más, que nos examinemos a nosotros mismos. Jamás podemos evadir realmente un asunto moral.
Al dar la revelación de Dios al mundo, la Sra. Eddy tuvo que hacer muchas decisiones cruciales, decisiones que la obligaron a confiar constantemente en el Principio divino para que la guiara. Esto exigió gran valor y visión. Consejeros jurídicos y comerciales estuvieron algunas veces en gran desacuerdo con ella, sólo para descubrir más tarde que ella tenía razón. Ella sabía la importancia perdurable de decisiones sabias y dijo esto: “Vuestras decisiones os dominarán, sea cual fuere el rumbo que tomaren”.Ciencia y Salud, pág. 392.
La gran fortaleza espiritual de Cristo Jesús venía del conocimiento de su unidad indisoluble con Dios, su vivir “al abrigo” del cual el Salmista cantó. Ver Salmo 91:1. Aun cuando estuvo solo, tenía el consuelo y apoyo de saber que su Padre estaba con él. Aun cuando fue rechazado, jamás dejó de amar y de curar. Aun cuando sufrió gran angustia, tenía un profundo gozo espiritual que nadie podía quitarle. A salvo, satisfecho y animado por el amor de Dios, sólo tuvo que haber sentido compasión por quienes luchaban por tener dinero, posesiones, prestigio y placeres físicos.
“¿Pero qué será de nosotros?” puede que protestemos. “No parece tan fácil cuando se está en medio de un mundo que piensa de manera tan diferente. Nos quedaremos solos. Nos dejarán fuera. Estaremos ante una lucha”.
Jesús jamás nos dijo que el camino estaría sembrado de rosas. Pero sí prometió que, quien lo comprenda y lo siga a él, “las obras que yo hago él las hará también”. Juan 14:12.
Así llegamos al fondo de todo esto. ¿Amamos al Maestro? ¿Queremos sinceramente seguir sus pasos? ¿Dónde concentramos nuestro compromiso? ¿No es ésta, acaso, la primera decisión que debemos tomar?
Jesús tenía confianza en nuestra habilidad para recurrir a Dios, para demostrar Su amor y poder; esas grandes fuerzas espirituales que nuestra Guía, la Sra. Eddy, descubrió y nos enseñó a usar. ¿Por qué esta confianza? Porque Jesús sabía que nosotros también tenemos una unidad indisoluble con Dios, nuestro lugar individual en el Altísimo. Al dejar de preocuparnos por lo físico para ir al Espíritu, empezamos a encontrar nuestra unidad con Dios, nuestra individualidad especial en ese abrigo que es nuestro solamente. Empezamos a sentir seguridad, satisfacción y contento en Dios, el Amor divino. Descubrimos que jamás estamos solos, jamás perdidos, jamás abandonados por nuestro Padre-Madre. Por el contrario, Él siempre está con nosotros, amándonos con misericordia invariable y tierna.
Cada vez que nos mantenemos firmes en Dios, en las cosas del Espíritu, ayudamos a que otros hagan lo mismo. Y cada vez que lo hacemos nos fortalecemos más y nos aferramos a nuestras convicciones más fácilmente. Nos sentimos más libres, más independientes, menos restringidos por el conformismo de lo que otros piensan, dicen o hacen. ¿Quién se sentía más libre, más independiente, más seguro respecto a dónde iba y por qué, que Jesús? Él sabía que Dios lo motivaba, lo guiaba y lo fortalecía, y sabía que el amor de Dios nunca falla.
En un mundo confundido en cuanto a las normas morales, se necesitan pensadores claros, firmes, morales. Al seguir los pasos del Maestro, podemos apartarnos de las tentaciones y tomar decisiones que estén a favor del Espíritu, la inteligencia suprema, Dios.
La Sra. Eddy escribe: “La naturaleza divina se expresó de la mejor manera en Cristo Jesús, quien reflejó más exactamente a Dios a los mortales y elevó sus vidas a un nivel más alto que el que les concedían sus pobres modelos de pensamiento — pensamientos que presentaban al hombre como caído, enfermo, pecador y mortal”.Ciencia y Salud, pág. 259.
Nuestra expresión de la naturaleza divina elevará nuestra vida y la de los demás cada vez más alto a medida que basemos nuestras preferencias y decisiones sobre el Espíritu infinito.
¿Por qué hemos de conformarnos con algo inferior?
