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Dominio sobre el desaliento

Del número de agosto de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nosotros somos superiores al desaliento. Ciertamente no debemos permitir que el equivalente de una insignificante mentira detenga nuestro progreso. La comprensión de nuestra identidad real como el hombre verdadero, la imagen de Dios, el bien — la idea espiritual de la Mente única y divina — nos da inmunidad contra el desaliento; superioridad, de hecho, sobre todas las pretensiones de una supuesta mente separada de Dios. En realidad, nada puede impedir que expresemos la perfección que Dios ha creado para que la manifestemos. El hombre no puede perder jamás el dominio que Dios le ha otorgado para desarrollarse infinitamente. Ni siquiera nuestra apática sumisión a falsas pretensiones puede hacer que ese dominio cese.

La influencia virulenta del desaliento no tiene poder para invadir el pensamiento o debilitar la experiencia de quienes la resisten con la identificación espiritual correcta de sí mismos y de los demás, hecha práctica en la demostración de la omnipotencia del Espíritu, el bien, y la impotencia de la materia, el mal. Si, sin quererlo, hemos antepuesto el desaliento a la práctica cristiana que Dios exige de nosotros, tenemos un antídoto poderoso. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Si crees en el mal y lo practicas a sabiendas, puedes cambiar en seguida tu proceder y obrar bien. La materia no puede oponerse de ningún modo a los esfuerzos justos contra el pecado o la enfermedad, porque la materia es inerte, sin mente”.Ciencia y Salud, pág. 253.

La manera correcta de pensar y de proceder espiritualmente está protegida por una ley superior a la llamada ley mortal de “la supervivencia del más apto”. La ley de Dios que da vida eterna a todo lo que es bueno asegura la condenación del desaliento y la perpetuidad de toda buena obra y buenos obreros.

Cristo Jesús enseñó esto y lo demostró. En su parábola de los talentos, el único siervo que fue reprendido fue aquel que ni siquiera trató de usar el talento que le confió su amo. El desaliento lo incapacitó porque aceptó la creencia de que no podía complacer a su señor.

Dos siervos aumentaron los diversos talentos que se les dieron. Ellos tuvieron que haber comprendido y demostrado en cierta medida la ley expresada en la parábola: “Al que tiene, le será dado”. Mateo 25:29.

A los dos siervos que dieron el mejor uso posible a lo que tenían, por cierto les fue dado mucho. Cada uno fue ensalzado: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Mateo 25:23.

Ciertamente, el elogio de los siervos que se beneficiaron corresponde también a cualquiera que esté haciendo lo mejor que pueda para servir a Dios con la habilidad que tenga. Es igualmente aplicable, también, la exhortación a reclamar el gozo de tan segura recompensa, incluso antes que la recompensa aparezca. A fin de cuentas, entonces, el desaliento, para el cristiano, es desobediencia.

Se requiere lealtad disciplinada para expresar gozo genuino cuando los engañosos sentidos materiales parecen proclamar públicamente y porfiar en privado que Cristo, la Verdad, nos ha dejado a nuestros propios recursos y tal vez hasta nos haya abandonado. Pero los engañosos sentidos materiales no son parte de nuestra verdadera Mente, Dios, y no se les debe dar crédito. Ellos no se anuncian honradamente como mentirosos, porque si dijeran la verdad acerca de sí mismos, ya no serían mentirosos. El gozo que sentimos en nuestro trabajo no disminuye cuando comprendemos profundamente que debido a que la Verdad, el Cristo, en realidad está siempre presente y es omnipotente, las mentiras acerca de Dios y el hombre y Su Cristo nunca están presentes y son, por tanto, ineficaces.

El practicista de la Ciencia Cristiana que obedientemente vigila y fielmente trabaja de acuerdo con el método expuesto en Ciencia y Salud está haciendo un meritorio uso de los talentos que ha derivado de Dios. Está logrando mucho, aun cuando ese logro tal vez no sea reconocido por los fraudulentos sentidos materiales. Como resultado de la labor autorizada que el practicista realiza, esos sentidos ilusorios abandonarán sus pretensiones de que poseen sustancia e inteligencia. El fruto de la labor cristianamente científica aparecerá inevitablemente.

Los talentos de la comprensión espiritual y de la demostración científica — aun cuando exteriormente sean invisibles, inaudibles e intangibles — continuamente se multiplican en momentos de prueba. Comentando sobre el significado espiritual de los talentos en la mencionada parábola, la Sra. Eddy escribe: “Los concienzudos triunfan. Son seguidores fieles; sea bueno o malo lo que se diga de ellos, trabajan para lograr el bien; mediante la paciencia heredan la promesa. Sé activo y, por tardío que sea, tu buen éxito es seguro: el trabajo asiduo es triunfo; y — sobre poco has sido fiel”.Escritos Misceláneos, pág. 340.

En nuestro ser verdadero, tenemos todo lo que Dios da ahora y siempre. Si hemos trabajado mucho y duro para comprender esto, puede que la duda sobre el éxito nos atormente con el desaliento. En un caso así, podemos muy bien beneficiarnos al analizar una conversación entre la Sra. Eddy y una de sus alumnas. Preguntó a la alumna, no una, sino tres veces, qué haría si estuviera tratando un caso que no cediera. La alumna finalmente admitió que si todavía no cedía, lo dejaría. “Y eso”, respondió la Sra. Eddy, “es justamente lo que usted no debería hacer”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1979), pág. 94.

Finalmente aprenderemos que no hay tal cosa darse por vencido. Entonces ya no perderemos el tiempo can la demora llamada desaliento. Afirmaremos nuestro dominio sobre él y seguiremos progresando espiritualmente.

El error no puede competir con la práctica de la Ciencia Cristiana. En realidad, la Ciencia Cristiana demostrada es más que un antídoto contra el desaliento. La demostración excluye el desaliento.

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