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[Original en alemán]

Siendo ya adulta respondí a la dirección del Padre celestial y tuve la...

Del número de agosto de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Siendo ya adulta respondí a la dirección del Padre celestial y tuve la oportunidad de conocer a una familia de Científicos Cristianos. La señora de la casa era muy amable y compartía abiertamente su rico “granero” de verdades científicas. No podía evitar llevarle un regalo cada vez que la visitaba. Lo hacía debido a mi gratitud por los tesoros espirituales que yo conservaba después de cada visita. Ella me dijo que uno se podía curar leyendo el libro Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. No lo creí, pero, no obstante, me llevé las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que ella me ofreció.

Sin embargo, me di cuenta de que la lectura requería más concentración y esfuerzo que simplemente escuchar a una persona inspirada expresar las verdades que sabía y amaba. No entendía lo poco que leía en las publicaciones periódicas, y no me parecían interesantes. Después de dos semanas se las devolví. Entonces la señora me dio otra literatura de Ciencia Cristiana, y me alegré pues por lo menos me había librado de la anterior. Pero ella expresó tanto amor que me llevé más para complacerla. Me alentó a que leyera despacio para entender mejor y también a comprar una Biblia, y así lo hice.

La resistencia se desvaneció pronto, y empecé a estudiar regularmente la Biblia y Ciencia y Salud. Ambos libros me parecieron iluminadores. Las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana también tuvieron nuevo significado para mí. Por fin yo también tenía esperanzas de demostrar la ley divina de la Vida, la Verdad y el Amor, según está dilucidada en los escritos de nuestra querida Guía, la Sra. Eddy. Además pude apreciar los sacrificios que ella hizo al seguir fielmente los pasos de nuestro Maestro, Cristo Jesús.

Al principio hubo querellas familiares por mi estudio de Ciencia Cristiana. Pero a medida que crecí espiritualmente, se resolvieron amigable y pacíficamente. Se sucedieron muchas curaciones, entre ellas, quemaduras y evidente envenenamiento de la sangre. Mi cuñado se liberó rápidamente de dolores en el pecho mientras razonábamos con “la exposición científica del ser” (ver Ciencia y Salud, pág. 468).

Había empezado mi estudio de Ciencia Cristiana en una condición física muy precaria. Estaba sumamente débil, y tenía los nervios en un estado lamentable. La Biblia nos alienta (Salmo 37:5): “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”. Asistí a varias conferencias de Ciencia Cristiana y ellas me aclararon muchos conceptos. Al mismo tiempo, se me aconsejó que debía despojarme de defectos de carácter y sustituirlos con la verdad pura del ser al ver a mi prójimo como es en realidad: creado por Dios, espiritual y perfecto. La Sra. Eddy escribe (Ciencia y Salud, pág. 390): “No permitáis que ninguna pretensión de pecado o enfermedad se desarrolle en el pensamiento. Desechadla con la constante convicción de que es ilegítima, porque sabéis que Dios no es el autor de la enfermedad, como no lo es del pecado”. Adopté este curso de acción — desechar instantáneamente el error — y mi pensamiento se transformó. La debilidad y el problema nervioso fueron completamente sanados.

Estoy profundamente agradecida a Dios por haberme guiado hacia esta maravillosa Ciencia. Ha bendecido a mi familia y me ha transformado en una mujer nueva, saludable y contenta de estar viva.


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