Mientras estaba empleada como maestra en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, tuve una curación de un problema de relaciones humanas. Ésta tuvo gran significado para mí, porque demostró el poder que tiene la manera correcta de pensar para contrarrestar y, de hecho, anular cualquier efecto que parezcan tener la animosidad y las falsas acusaciones.
Como bibliotecaria de la escuela, era mi deber hacer el recuento de los libros e informar a la persona encargada de suministros el número de libros que había en la biblioteca al comienzo y al final de cada año escolar. Se había recalcado que la exactitud de estos recuentos, así como pérdidas mínimas durante el año, eran de importancia básica para determinar mi competencia y retener mi empleo.
Antes de contar los libros al final de un año escolar, oré, como se nos enseña a hacerlo en la Ciencia Cristiana, para verme bajo el gobierno de la Mente única y divina, Dios. El libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, (pág. 275) declara: “Toda sustancia, inteligencia, sabiduría, existencia, inmortalidad, causa y efecto pertenecen a Dios”. Además, en la página 184 leemos: “Gobernado por la inteligencia divina, el hombre es armonioso y eterno”. Al reflexionar sobre estos postulados, comprendí que como la inteligencia divina, la Mente, es perfecta y completa, no puede haber ningún error, ninguna negligencia, ninguna confusión. También me esforcé por echar fuera de mi pensamiento todo vestigio de justificación propia, así como de temor. Sabía por la experiencia de pasadas curaciones que “el Amor divino corrige y gobierna al hombre” (ibid., pág. 6). Entonces procedí a hacer el recuento de los libros y di cuenta de su total. Había completa paz y confianza en mi pensamiento.
Al día siguiente, el funcionario encargado de suministros fue a verme y me reprendió fuertemente en presencia de mi supervisor. Me dijo muchas cosas desagradables, algunas de las cuales daban a entender que yo era incompetente y una ladrona. Se me informó que en mis cuentas faltaban trescientos libros.
La parte interesante de esta experiencia es que yo no reaccioné al abuso verbal. Sabía que el hombre me estaba reprendiendo, pero nunca pude recordar exactamente lo que él dijo. Sentía que estaba tan completamente bajo el cuidado y la guía de la única Mente, Dios, que ninguna condenación podía afectarme. Me vino muy claro el pensamiento: “Éste no es el hombre de Dios”. Yo sabía con convicción que la enemistad no existe en el reino de Dios, donde yo y todo otro ser verdaderamente moramos. Como dice el Salmo 91 (versículo 1): “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”.
En una semana, se “encontraron” los trescientos libros que “faltaban”. Había registros dando constancia de que el año anterior los habían mandado a encuadernar. El funcionario encargado de suministros había tenido los papeles en su poder todo el tiempo. Nunca se disculpó, pero trabajé con ese hombre por dos años más, en armonía. En lo que a mí respecta, no era necesario que me diera una disculpa. En la creación de Dios no había ocurrido en realidad ningún abuso o animosidad. Verdaderamente, ninguno de los dos habíamos estado fuera del “abrigo” de la armonía.
Hace varios años, noté una protuberancia en un lado de la cara. Al notarlo, me vino a la mente esta declaración de la Biblia: “... levantarás tu rostro limpio de mancha”. (El pasaje completo aparece en Job [11:14, 15] y dice: “Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte, y nada temerás”.) En verdad yo no sentía ningún temor, pues sabía que estaba hecha a la imagen y semejanza de Dios (como aprendemos en Génesis) y esa imagen de Dios no puede tener nada que no sea bueno. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31).
Un miembro de la familia que es Científico Cristiano oró diariamente por mí, como también lo hice yo misma. Por cerca de un año, continuó este trabajo de oración. Durante ese tiempo, a pesar de que yo estaba diariamente en contacto con cientos de personas en la escuela, sólo una vez una persona comentó acerca de esto.
Entonces un día este familiar y yo recordamos que mi madre había relatado que yo había nacido con protuberancias en la piel. Los médicos a cargo (mi familia todavía no estudiaba la Ciencia Cristiana en esa época) habían querido hacer pruebas, pues esa era una rara enfermedad de la piel nunca antes vista en una niña recién nacida. Pero mi madre no permitió que las hicieran. Las protuberancias desaparecieron finalmente cuando yo tenía tres meses, pero me quedaron las cicatrices.
Al recordar todo esto, comencé a pensar sobre lo que había aprendido en la Ciencia Cristiana respecto al verdadero patrimonio espiritual del hombre. Busqué y reflexioné sobre pasajes en los escritos de la Sra. Eddy referentes a nacimiento y patrimonio. Refiriéndose al hombre de Dios, Ciencia y Salud dice así (pág. 518): “Su patrimonio es señorío, no servidumbre. Señorea sobre la creencia de tierra y cielo y está subordinado sólo a su Hacedor. Eso es la Ciencia del ser”. En ese entonces recibí tratamiento de un practicista de la Ciencia Cristiana. También estudié cuidadosamente la respuesta a la pregunta: “¿Qué es el hombre?”, que aparece en la página 475 del libro de texto. A medida que razoné que no podía manifestar nada que no fuera mi unidad con Dios, el bien, y lo que yo reflejo de Él, pude dejar de mirar la imperfección en mi cara; echar fuera la creencia de que alguna vez había sido una entidad separada de Dios; y firmemente confiar en mi Hacedor y reflejarlo. Poco después, la protuberancia salió de debajo de la piel y fue removida al lavarme. La piel sanó perfectamente en tres días sin dejar cicatriz.
Estoy continuamente agradecida por la revelación constante de las múltiples maneras para demostrar las verdades de la Ciencia Cristiana. He visto el tremendo poder para bien de estas verdades en cada uno de los aspectos de mi existencia. También he visto hecha práctica la verdad bíblica (Salmo 138:8): “Jehová cumplirá su propósito en mí”. Doy profundas gracias a Dios por la infinitud de ideas correctas que perpetua e instantáneamente tenemos disponibles para resolver cualquier situación discordante.
Denver, Colorado, E.U.A.
