Durante casi cerca de cuarenta años padecí de pesadillas. Comenzaron cuando apenas tenía cinco años. A veces tenía hasta tres en una noche. A menudo me despertaba, me calmaba a mí mismo, y volvía a dormirme, sólo para tener otra vez la misma pesadilla.
Cuando era niño, tenía temor de dormir y hacía cuanto me era posible por impedir la segura llegada del sueño, pues una vez más estaría a la merced de esas “formas oscuras” que rondaban en secuencias de sueños que se repetían. Mi madre me llevó a médicos, psiquiatras y osteópatas, en un esfuerzo por curarme. Por temporadas, era examinado diariamente por médicos que hacían todo lo posible por ayudar a un niñito aterrorizado.
Al llegar a la adolescencia gradualmente dejé de conversar acerca de mis experiencias nocturnas con las pesadillas y las acepté como “mi suerte en la vida”. Comencé a beber antes de tener la edad legal para hacerlo. Sentía placer en el adormecimiento de la borrachera, y llegué a temer los momentos en que tendría que estar sobrio y dejar de beber por una noche.
Después de mi matrimonio, por medio de mi esposa me interesé en la Ciencia Cristiana con el objeto de sanar una dolencia física. Ella se había criado en esta Ciencia, pero para mí era totalmente nueva. No obstante, la estudié con afán. Y sólo una hora después de haber comenzado a leer el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, sané de la dolencia física.
Un año más tarde decidí aplicar las reglas de la Ciencia Cristiana para curarme de las temidas pesadillas. “Pero”, pensé, “¿cómo será posible curarme de algo mientras estoy dormido e incapacitado para usar las verdades que estoy aprendiendo en esta religión?”
La Lección Bíblica diaria en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana era un consuelo. También fue de ayuda leer folletos de la Ciencia Cristiana sobre el tema de la práctica de esta Ciencia, pero nada realmente resaltaba como la verdad específica que me ayudaría a alcanzar la curación. Todas las noches oraba y reflexionaba sobre algunas declaraciones referentes al poder de Dios para protegernos y liberarnos del mal y del temor. Trataba de descansar en la totalidad de Dios, de sentir Su amor rodeándome, manteniéndome en paz.
Noche tras noche regresaban los sueños aterradores; pero día tras día reafirmaba mi consagración a Dios y a Su totalidad. El sueño me vencía con Su nombre en los labios.
Entonces una noche, mientras tenía lo que comenzó como una pesadilla más, sentí la presencia de Dios, y la secuencia entera de pesadillas que me había perseguido fue destruida. Cuando me desperté a la mañana siguiente, todavía persistía la impresión de asombro y de la recién encontrada libertad que había sentido. Me sentía lleno de la certidumbre de que había sanado. Y sané, porque eso sucedió hace más de ocho años, y desde entonces he tenido completo dominio sobre mis horas de sueño. Ese dominio otorgado por Dios también me permitió desechar el yugo del hábito de la bebida, pues había vislumbrado el hecho de que todo mal es irreal, un sueño que la luz de Dios disipa.
Casi todas las noches doy gracias a Dios por estas curaciones, y estoy agradecido por la luz que he tenido en mi vida desde que conocí la Ciencia Cristiana.
Monroe, Maine, E.U.A.
Me dio un dolor de oídos cuando estaba en la escuela. Me vine a casa y mamá oró y me leyó historias acerca de Dios de ejemplares del Christian Science Sentinel. Entonces el oído dejó de dolerme, pero no podía oír. Mi mamá me dijo que escuchara para oír los pensamientos que venían de Dios. Más tarde pude oír y quería jugar. La noche siguiente di un testimonio sobre mi curación en la iglesia.
Medina, Ohio, E.U.A.
Con mucho gusto verifico el testimonio de mi hijo. Cuando fui al jardín de infantes a buscar a Tom el día que no se sentía bien, él tenía mucho dolor. Pero él estuvo de acuerdo conmigo en que el problema era una mentira acerca del hijo perfecto de Dios, y en que una mentira nunca puede convertirse en una verdad. Hizo un gran esfuerzo por estar quieto y escuchar los mensajes angelicales de Dios.
Leímos la definición de “oídos” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 585): “No los órganos de los llamados sentidos corporales, sino comprensión espiritual.
“Refiriéndose a la percepción espiritual, Jesús dijo: '¿Teniendo oídos no oís?' (Marcos 8:18.)”
Al orar con Tom, le aseguré que no tenía por qué temer. Entonces llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien amorosamente nos apoyó por medio de la oración. Tom y yo encontramos en el Sentinel varias historias para niños que nos fueron de mucha ayuda.
Antes de haber pasado una hora después de llegar de la escuela, nuestro hijo estaba ya totalmente libre de dolor. Y unas pocas horas después, el oído supuró, y pudo oír normalmente otra vez. Estábamos muy agradecidos por la prueba tan inmediata del cuidado de Dios, y por el desinteresado apoyo de la practicista.
