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La seguridad del hombre

Del número de agosto de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En toda la Biblia, leemos acerca de personas que estuvieron a salvo en momentos de adversidad. Tanto Eliseo cuando fue rodeado totalmente por el hostil ejército sirio, como Daniel en el foso de los leones, al igual que los tres hebreos que fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo, todos enfrentaron situaciones donde la muerte parecía inminente. Ver 2 Reyes 6:8–17; Dan. 6:16–23; 3:19–27. Sin embargo, en cada caso se probó que la seguridad del hombre está garantizada por Dios.

Hoy en día, tal vez no enfrentemos carros y caballos enemigos, ni un foso de leones, no obstante, podemos probar la presencia y el poder preservador de Dios. Su poder está siempre disponible en toda circunstancia para todos los que confían en Él.

Dios siendo Espíritu, creó al hombre espiritual. El propósito del hombre es reflejar la naturaleza de Dios. El hombre vive en la atmósfera del Espíritu, donde el temor, el peligro y el daño son desconocidos. El hombre, la imagen de Dios, sólo puede ser testigo de lo que Dios ha provisto para él. Debido a que Dios es Todo-en-todo, no existe nada en Su universo, ni bajo Su cuidado, que pueda provocar terror o sentir temor. La vida del hombre en Dios, Espíritu, le asegura su provisión, preservación y paz.

Al reconocer que el verdadero ser espiritual es invulnerable, simultáneamente nos sentimos a salvo. Confiar en Dios jamás es un riesgo. A medida que reconocemos la totalidad de Dios, también vemos que no existe presencia ni entidad que pueda causar terror, lesionar o perjudicar algo o a alguien.

Fundamentalmente, la seguridad no está determinada por la proximidad física de alguien o de algo, sino que es determinada por el lugar en que ponemos nuestra confianza. La manera de pensar que está en armonía con el Espíritu es tanto sabia como segura; la consciencia espiritual está libre de temor y peligro. La materia no tiene ni inteligencia ni vida; por tanto, no puede dar al hombre seguridad como tampoco puede ofrecerle paz, libertad o seguridad.

Pese a que la adversidad le rodeaba, Cristo Jesús probó que el poder protector de Dios está siempre disponible. El había regresado a su ciudad natal de Nazaret y había hablado en la sinagoga el día de reposo. La Biblia dice al respecto: “Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”. Lucas 4:28–30. Allí mismo donde parecían predominar el peligro y el temor, la presencia y el poder de Dios rodeaban al hombre.

Hace poco, me impresionaron sobremanera algunas de las palabras que Pilato dijo a todos los que exigían la crucifixión de Jesús: “Yo no hallo en él ningún delito”. Juan 18:38. Pensé, que en realidad, el Amor divino había puesto esas palabras en los labios de Pilato. Al mismo tiempo percibí que siendo Dios Principio, el hombre refleja al Principio expresando justicia, integridad, probidad y obediencia a la ley. La Sra. Eddy escribe: “El Principio y su idea es uno, y ese uno es Dios, el Ser omnipotente, omnisciente y omnipresente, y Su reflejo es el hombre y el universo”.Ciencia y Salud, págs. 465–466. Ese día pensé con frecuencia en ambas ideas: la observación de Pilato con respecto a la inocencia de Jesús, y el hecho de que el hombre refleja al Principio.

Al anochecer del mismo día, me dirigí a la iglesia con el propósito de asistir a una reunión de un comité. Necesariamente tenía que pasar por una calle poco iluminada. Cuando llegué a la parte más oscura de esa vereda, dos hombres salieron de unos arbustos detrás de mí; uno saltó y se puso a mi espalda, y el otro me tomó del cuello por detrás. Pensando que alguien me estaba haciendo una broma, continué caminando. Después de haber dado algunos pasos, los hombres me soltaron. Fue entonces que me di vuelta y vi a un tercer hombre junto con los otros dos. Mi primer pensamiento al ver a estos tres hombres fue similar a las palabras que expresó Pilato: “No hallo yo ningún delito en él”. Comprendí que el hombre de Dios refleja al Principio y, por consiguiente, expresa la justicia y la integridad.

Lo que más me sorprendió fue mi falta de temor y mi paz de espíritu. No tenía ningún sentimiento de enojo, ni deseo de represalia, como hubiera sido el caso años atrás, si se me hubiera presentado una situación de esa naturaleza. Los miré en la oscuridad, y ellos me miraron. Nadie dijo una palabra, y continué mi trayecto hacia la iglesia. El estar consciente del poder siempre presente del Amor divino es protección constante.

Esa noche, mientras daba gracias a Dios por haberme protegido, pude percibir cómo los pensamientos de inspiración que había tenido durante ese día me hicieron estar consciente del gobierno de Dios, lo cual más tarde fue un escudo para mí. En la Biblia leemos: “Ahora Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni mal que temer”. 1 Reyes 5:4. La New English Bible traduce las palabras de” Salomón de la siguiente manera: “Ahora por todas partes Jehová mi Dios me ha dado paz; no hay nadie que se me oponga, no temo ningún ataque”.

¿A qué atribuimos poder? ¿Acaso la gente puede ponernos en peligro? Jesús pudo ver que el poder se origina en Dios y que le pertenece sólo a Él, el Amor. Jesús dijo a Pilato: ”Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”. Juan 19:11. El poder del Amor divino se manifiesta como bondad, paz y curación.

El Cristo es la idea espiritual de Dios que nos hace estar conscientes de la unidad de Dios y el hombre a Su semejanza. Esta idea presenta al hombre como el hijo de Dios siempre amado y protegido, impecable e inofensivo. El Cristo activo nos salva del horror de ocasionar daño a los demás como también de ser lesionados.

Ninguna presencia o poder exterior puede entrar en el universo del Espíritu. El crimen, el clima destructivo o cualquier otra perturbación son desconocidos para Dios y, por tanto, son irreales e impotentes. Donde está el poder de Dios, están también Su presencia y nuestra seguridad. La Sra. Eddy escribe: “No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es deshonrar a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 228.

La presencia y el poder de Dios están siempre presentes en todas las calles, todos los océanos, todos los cielos, en todas partes. Sentimos Su supremacía por medio del Cristo eterno que nos revela el bienestar y cuidado que Dios nos proporciona.

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