En la Ciencia, no hay razón para temer al magnetismo animal. Nunca por un momento, en ninguna parte, ha tenido jamás realidad, poder o sustancia. Quizás alguien le haya dicho: “Usted tiene trabajo que hacer. Tiene que vencer el magnetismo animal”. ¿Nos ha causado esto preocupación? En efecto, tenemos trabajo que hacer. Es necesario ver a través de las imposiciones del error y demostrar que son irreales. Esto requiere a veces mucho trabajo.
Pero no hay ninguna razón verdadera para sentirnos alarmados, porque, razonando desde un punto de vista cabal y cristianamente científico, el magnetismo animal no puede ser nada más que error o mente mortal. En la supremacía del Espíritu que todo lo llena, nada desemejante al bien espiritual está presente o actuando. La totalidad incondicional de Dios excluye la existencia real de cualquier acción o presencia contraria: de sustancia material, inteligencia malévola o vida mortal.
El magnetismo animal es, entonces, sólo una creencia, sólo un estado engañado del pensamiento. De hecho, sólo hay una consciencia: la incesante, despejada Mente divina, que es Espíritu. El hombre espiritual, la verdadera individualidad suya y mía, es el reflejo de esta Mente, eternamente consciente; por lo tanto, el hombre hereda únicamente las cualidades de su eterno Hacedor, el único Dios, el bien.
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