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Prohibida la intrusión mental

Del número de agosto de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No es raro ver carteles que dicen: “Propiedad privada. Prohibido el paso”. Todos tenemos derecho a proteger nuestra vida privada. Y generalmente hacemos asiduos esfuerzos por hacer valer ese derecho. Lo que tal vez no sea tan obvio es que mantener privada nuestra intimidad mental es igual o todavía más importante. El derecho a la soberanía mental es un derecho divino, y la prosecución de este derecho adquiere cada día mayor importancia.

Está claro que establecer los límites de lo privado en el reino mental no es tan fácil como lo es en el plano físico. El derecho a la libre expresión, el derecho a obtener información libremente, el proceso educativo y la censura de los medios de comunicación son objeto de mucha controversia. Se presta mucha atención al control del pensamiento. ¿Cómo hacemos respetar el aviso de “Prohibido el paso” cuando éste se refiere a la intrusión en nuestra propia intimidad mental?

El derecho a defender nuestra consciencia contra la intrusión es un derecho divino. Para ejercer ese derecho debemos entender algo de la Ciencia del ser, la relación de Dios con el hombre y el universo. En la Ciencia Cristiana se conoce a Dios como Mente divina, la única Mente, y se sabe que Él es omnipotente, omnisciente y omnipresente. El hombre a Su semejanza es una idea espiritual y está constantemente bajo el control divino de la única Mente. La Bibla afirma este hecho en las palabras de Jesús: “El reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:21. Y en su libro Pulpit and Press (Púlpito y Prensa) la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, amplía este pensamiento: “Sabed, entonces, que poseéis poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada os puede privar de esta herencia y contravenir al Amor. Si mantenéis esta posición, ¿quién o qué os puede hacer pecar o sufrir?”Pul., pág. 3.

Todo lo que experimentamos es una expresión de la consciencia. Lo que permitimos o admitimos en nuestro pensamiento se manifiesta en nuestra vida diaria. De modo que la protección del pensamiento cobra importancia considerable. Ya no es admisible decir que uno simplemente es víctima del azar, de la suerte, la herencia, la fortuna o las circunstancias. Cada uno de nosotros puede llegar a ver que hay una manera de establecer nuestra liberación del mal, nuestra liberación de influencias erróneas de toda clase. La responsabilidad de pensar y actuar correctamente incluye el derecho a la protección divina. Abre la puerta al dominio. Si uno es fiel a su consciencia — manteniéndola bajo el gobierno de Dios — puede demostrar en su experiencia un sentido cada vez mayor del gobierno divino.

Estas declaraciones se basan en las enseñanzas de Jesús. En su Sermón del Monte él abogó por la pureza de pensamiento, pureza de intenciones, limpieza mental, por la exención total del odio, el temor y la malicia. Previno contra las sugestiones agresivas malignas. En otra ocasión dijo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir”.Juan 10:10. Todo el ministerio del Maestro apunta a la siguiente admonición bíblica: ”Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Prov. 4:23.

¿Qué es lo que constituye intrusión mental, y cómo protegemos nuestro pensamiento contra la agresión? Además de las creencias obvias del mal — tales como el odio, la animalidad, la violencia — tenemos las creencias igualmente agresivas de pecado, enfermedad, accidente, muerte. Éstas son tanto una intrusión como otros males, por ejemplo, el robo, la violación, el asalto. Y algunas de éstas se introducen sutilmente a guisa de ser buenas. La descripción de una enfermedad puede constituir una intrusión en nuestro pensamiento; jamás deberíamos permitir que esto permanezca en la consciencia. Es una intrusión agresiva, y debemos ser diligentes en colocar y hacer respetar nuestro cartel mental: “Prohibido el paso”.

La enfermedad aparece a la puerta de nuestra consciencia como sugestión agresiva. Al principio puede que no estemos conscientes de este pensamiento intruso. Hasta podríamos considerar que es nuestro propio pensamiento. Pero en realidad es parte de la creencia mundial: es una sugestión hipnótica. Y tenemos el derecho a resistir este mal y poner en vigor nuestro dominio. La Ciencia Cristiana nos enseña la realidad del bien como la expresión de Dios, y la irrealidad del mal. El mal, incluso la enfermedad, es literalmente irreal porque no refleja la naturaleza de Dios, la única causa. Sabiendo esto, podemos ejercer nuestro derecho a excluir el error del pensamiento negando su realidad. De hecho, a los Científicos Cristianos se les exhorta a defenderse diariamente contra la sugestión mental agresiva (ver Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, Art. VIII, Sec. 6).

El mal, cualquiera que sea su naturaleza — pecado o enfermedad — no tiene mayor poder que el que le damos por medio de la creencia errónea. La Sra. Eddy declara esto concisamente en Ciencia y Salud: “Los pensamientos y propósitos malos no tienen más alcance ni hacen más daño, de lo que la creencia de uno permita. Los malos pensamientos, las concupiscencias y los propósitos malévolos no pueden ir, cual polen errante, de una mente humana a otra, encontrando alojamiento insospechado, si la virtud y la verdad construyen una fuerte defensa”.Ciencia y Salud, págs. 234–235.

Cuando se haga evidente lo importante que es nuestro pensamiento en toda nuestra experiencia, dedicaremos más tiempo y esfuerzo a mantenerlo limpio de creencias falsas. El método de purificación es la oración. A través de la comprensión de la presencia, el poder y el amor de Dios podemos sentir la seguridad que es inherente al gobierno de Dios. Empezamos a entender al hombre como hijo de Dios, perfecto y completo. Nos convencemos de que la voluntad de Dios es totalmente buena, que no incluye mal, enfermedad ni pecado. Sometiéndonos a la voluntad de Dios, sin tener ninguna otra Mente sino Dios, obtenemos una comprensión de la soberanía de la ley de Dios y la absoluta bondad del gobierno de Dios. El Cristo, como la actividad de la Verdad y el Amor divinos en nuestro pensamiento, destruye las creencias falsas, los errores del pensamiento, mortal. El Cristo es la idea salvadora, el Redentor, el Consolador, que viene a la consciencia humana para sanar y restaurar.

En la actualidad, se recomienda el hipnotismo para diversos males y a veces se usa en los niños como remedio utilizando el argumento de que no tiene efectos secundarios como tienen las drogas. Ese argumento es falso. Que nadie piense que el hipnotismo no tiene efectos adversos. Por bien intencionado que sea, interfiere con el desarrollo de la individualidad. Cuando uno somete su pensamiento al control de otra mente, está echando los cimientos para una continua sensibilidad a la sugestión, incluso a la sugestión malévola.

Ciencia y Salud declara: “EI Científico Cristiano demuestra que la Mente divina cura, mientras que el hipnotizador desposee al paciente de su individualidad para dominarle. Nadie se beneficia al entregar su mentalidad a algún despotismo mental o malapráctica mental. Todo práctica mental no científica es errónea y carente de poder, y debiera ser comprendida y así hecha infructífera”.Ibid., pág. 375.

Al Científico Cristiano se le enseña a respetar los derechos de los demás y a nunca transgredir mentalmente. Jamás da tratamiento a alguien hasta que no piden su ayuda, y entonces sus esfuerzos están encaminados a capacitar al paciente para que piense correctamente por sí mismo, para que se reconozca como el reflejo de la Mente divina. Su móvil es extirpar del pensamiento del paciente cualquier concepto equivocado, cualquier influencia anormal o negativa, para que el gobierno de Dios pueda hacerse más evidente en su vida. Hay de hecho una sola Mente, y esa Mente es Dios, el bien. Nuestra oración es siempre estar conscientes de: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Mateo 6:10.

El tratamiento en la Ciencia Cristiana no es la acción de una mente humana controlando a otra. Es el reconocimiento de la Mente única e infinita y de su gobierno sobre el hombre, la imagen de Dios. En el grado en que esta Ciencia se entienda, la armonía natural de la ley de Dios se hace sentir como la influencia dominante en nuestra vida. La presencia y el poder divinos fueron muy evidentes en las obras sanadoras de Cristo Jesús. El sabía que: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10.

Mucho de lo que vemos manifestado hoy en día como pecado y crimen es el resultado de la sugestión mesmérica. La educación falsa, la ficción de carácter sensual, las películas y programas de televisión sugestivos, excitan la consciencia humana e inculcan sugestiones de mala conducta. La mente humana no redimida es atraída hacia el mal. Esta “atracción” se llama magnetismo animal. Si estamos conscientes de lo que está sucediendo, podemos tomar medidas para impedir la repetición del mal. Caer bajo la influencia de sugestiones mentales malévolas es estúpido — irreflexivo — y no es necesario. Podemos tomar medidas inteligentes para evitarlo. Resistiendo las creencias erróneas sobre la base de su irrealidad, podemos detener el mesmerismo. Podemos afirmar la unicidad de la Mente divina, la totalidad de la presencia divina, y la nada del mal. Podemos afirmar: “No seré hipnotizado por el mal, porque tengo un Dios único y todopoderoso”.

La lucha por las mentes de los hombres tiene lugar entre el bien y el mal. Es tan antigua como la historia. Pero el advenimiento con la Ciencia Cristiana de la Ciencia de la curación espiritualmente mental debería despertarnos a las posibilidades del control divino. Colocar nuestro cartel de “Prohibido el paso” y ser fieles en la defensa de nuestro pensamiento ponen en acción la ley de Dios. Ya no necesitamos ser víctimas de sugestiones malévolas, sea en forma de pecado o de enfermedad. El camino de la armonía está abierto para quien esté alerta e informado. El estudio y la oración, la consagración y la fidelidad, son requisitos. Bendiciones y libertad son las recompensas.

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