Vivimos en una época de enormes y complejos cambios. Abundan los libros sobre la revolución social y tecnológica, la contrarrevolución, el futurismo y el fundamentalismo. Ellos denotan el descontento y la incertidumbre por los cambios que son el centro de tanta atención pública y privada.
El papel que tiene el cambio es algo que merece cuidadosa evaluación de parte de pensadores cristianos. La Sra. Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, era uno de esos pensadores, y ella tuvo cambios grandísimos en su vida. Desde su nacimiento a comienzos del siglo diecinueve hasta su fallecimiento en 1910, ella, como otros de su generación, iban a presenciar inmensos cambios en su vida y en el mundo. Cuando era una joven esposa perdió a su marido durante una epidemia de fiebre amarilla, y quedó sola a cientos de kilómetros de la campiña rural de Nueva Inglaterra donde había vivido toda su vida. Cuando murió su marido, ella esperaba un hijo. Su salud había sido precaria, y, por último, debido a su enfermedad, su familia decidió que ella no podía hacerse cargo de su hijo, y éste fue confiado al cuidado de terceros. La pérdida de su marido y de su hijo en corto tiempo, combinada con su mala salud, fueron cambios de tremenda magnitud para ella. Cuando leemos unas pocas frases de un bosquejo biográfico, en su libro Retrospección e Introspección, podemos sentir claramente la intensidad de estos cambios.
Hablando de los desafíos que la prepararon para penetrar debajo de la superficie de los acontecimientos trágicos de su vida y descubrir la realidad espiritual, ella escribe: “El curso de la vida humana estaba tan lleno de acontecimientos que yo no podía permanecer apacible en la ilusión de que esta llamada vida, pudiera ser un descanso real y permanente...
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